Al menos empató.
Al menos empató.

La Lepra jugó mal y volvió a resignar puntos de local. Estuvo dos veces abajo en el marcador y si no fuera por Vangioni, que metió dos golazos, hasta pudo haber perdido. El árbitro Abal, de floja actuación, expulsó al jugador visitante Arano y al técnico Cappa. Hubo insultos para Sensini.

El hincha leproso se había ilusionado por el arranque de su equipo en el Clausura, luego de las victorias conseguidas ante Gimnasia La Plata en el Parque y, nada menos, que frente a Boca en la mismísima Bombonera. Pero después tuvo dos partidos de local y sólo cosechó dos unidades ante los jujeños y Colón, y más tarde perdió con Lanús en condición de visitante.

Pero el hincha es así, y en la tarde del domingo volvió a copar el Coloso para alentar a su Newell’s ante un juvenil Huracán. Y se volvió a decepcionar. Porque el equipo no se mostró seguro y pese a tener varias situaciones de gol no demostró ser mucho más que su rival. Porque mostró demasiados errores defensivos y muy pocas variantes en ataque, y porque jamás le encontró la vuelta a un partido en el que tenía todo para ganar.

A los cinco minutos nomás, Huracán desnudó lo peor de la Lepra. Bernardillo perdió la pelota en mitad de cancha y De Federico arrancó una carrera vertiginosa que le permitió llegar a enfrentar mano a mano al arquero Peratta y definir suave contra el palo izquierdo. La pelota no tenía destino de gol pero Federico Nieto, más rápido y vivo que todos, corrió para corregir el rumbo y enviarla a la red. La defensa, bien gracias, se quedó reclamando una inexistente posición adelantada y permitió que Huracán golpee primero.

Newell’s volvió a tomar la iniciativa pero abusando en pelotazos y centros que buscaban la cabeza de Armani, el único delantero que dispuso Sensini para jugar de local. Hasta que apareció Vangioni. El pibe recibió a un par de metros de la medialuna y con un zurdazo perfecto convirtió un verdadero golazo que nada tenía que ver con lo hecho por su equipo hasta ese momento. Uno a uno inmerecido y a los vestuarios.

El complemento fue un calco de la primera mitad. La Lepra llendo al frente pero sin orden táctico y Huracán jugando por el piso y con mucho toque, algo que Cappa le supo inculcar a un equipo acostumbrado a pelear los descensos como sea. Así llegó el segundo de la visita. Una gran jugada de Araujo por derecha que se sacó varios hombres de encima y enfiló en diagonal hacia el medio, tocó para De Federico y el habilidoso volante le devolvió de manera magistral, para que el ex Newell’s, luego de amagarle a Peratta, definiera po debajo de su humanidad.

Otra vez a remarla. El ingreso del Chinito Torres le dio algo más de fútbol al rojinegro y la inclusión de Salcedo al menos confirmaba las ganas de Sensini de ir a buscar más. Pero le seguía costando encontrar el camino hasta que volvió a aparecer Vangioni. Esta vez desde una posición más complicada y con su pierna menos hábil, la derecha, la volvió a colgar de un ángulo para que la Lepra vuelva a respirar y sus hinchas a soñar.

Pero no pudo ser. Pese a que Huracán jugó los últimos quince con un hombre menos por la correcta expulsión de Arano, Newell’s dejó escapar otra vez la posibilidad de sumar en su casa y los hinchas que ya venían insultando a Sensini despidieron al equipo con una indiferencia que suele doler más que los chiflidos reprobatorios. La Lepra jugó mal. Fue superado por un equipo de los que a priori aparecen como accesibles y volvió a dejar la sensación de que, así como le ganó a Boca con autoridad, puede perder contra cualquiera.

¡Qué boquita don Cappa!

Transcurrían 35 minutos del complemento y en una contra en la que Newell’s había quedado mal parado, Arman le cometió una grosera falta a un jugador quemero dentro de su área. El árbitro, que ya venía redondeando una tarde para el olvido corrió en dirección a la jugada. ¡Penal! Pensaron los hinchas de Newell’s cruzando los dedos. Y lo mismo imaginamos todos los que estábamos en el estadio. Pero el referí amonestó al delantero visitante por supuesta simulación. Allí Angel Cappa, que suele mostrarse centrado, explotó. Le gritó no menos de cincuenta veces al juez que su madre había abrazado la profesión más vieja del mundo hasta que fue invitado a retirarse a los vestuarios. Desencajado estaba el ex ayudante de Menotti y algo de razón tenía: la falta existió y fue dentro del área. Debió haber sido penal.
 

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