Unos 3 mil canallas se agolparon para comprar alguna de las 2.500 entradas disponibles para el choque ante Belgrano, pero cuando sólo 100 personas habían llegado a las ventanillas, anunciaron que se habían agotado. Hubo descontrol y la policía reprimió feo.

Una verdadera vergüenza

Los clubes y la Asociación del Fútbol Argentino deberán resolver de manera urgente el tema de la venta de localidades para los partidos. Es que ya había ocurrido algo similar con los hinchas de Huracán que pretendían estar presentes en la gran final ante Vélez y ahora volvió a suceder pero con los simpatizantes de central que no querían perderse el choque ante Belgrano del próximo miércoles 8 por la maldita promoción.

La dirigencia del Pirata cordobés le otorgó a sus pares de Rosario Central un total de 2500 localidades pero vaya uno a saber cuántas se vendieron realmente en las boleterías del Gigante de Arroyito porque en apenas 10 minutos y cuando solamente habían alcanzado las ¡2 únicas! ventanillas disponibles unas 50 personas, los empleados anunciaron que ya no había más entradas para expender.

Haciendo el cálculo de que cada socio podía adquirir un máximo de 4 entradas populares, y que como mucho habrán pasado por ventanilla unos 50 hinchas, es imposible que se hayan agotado. Si bien uno supone que la comisión directiva reparte entre sus integrantes un número de localidades, que la barra seguramente se aseguró otro tanto y que los jugadores y cuerpo técnico pueden haber solicitado algunas para sus familiares, la cosa no termina de cerrar por ningún lado.

Operativo desoperativo

La policía brilló por su ausencia en las inmediaciones del Gigante hasta que decidió reprimir a los hinchas. El operativo dispuesto por la comisaría novena fracasó terminantemente. No hubo presencia nocturna pese a que desde el atardecer del domingo un gran número de hinchas ya había sentado campamento y recién cerca de las 8 del lunes aparecieron los primeros efectivos para tratar de controlar lo que a esa altura ya era una verdadera multitud apiñada en un desastroso intento de vallado.

Los hinchas se agolpaban en el interior de esa verdadera jaula y pedían a gritos a los uniformados que establecieran el orden ante la llamativa pasividad de los mismos. Y la cosa explotó al conocerse la novedad de que en algo más de 10 minutos las entradas se habían agotado. Allí, aprovechando la enorme cantidad de botellas y piedras que regaban las veredas de calle Génova, los más enardecidos comenzarona descargar su bronca con los hombres de azul que por supuesto respondieron con disparos de bala de goma que no discriminaban entre personas mayores, niños y vecinos que no podían creer lo que estaba sucediendo en las puertas de sus casas, un lunes a las 10 de la mañana y bajo una fuerte lluvia.
 

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