El Señor I pone recuerdos del pasado reciente sobre la mesa. Uno, una consigna que gritaron a voz en cuello en el año 2000 los trabajadores de prensa y de otros gremios y organizaciones de desocupados rosarinos que los acompañaban y que decía: “Acá en Rosario/hay una banda/hay una banda de delincuentes/que cierra diarios/que echa a la gente/que tiene a Vila y Manzano al frente”. Otro recuerdo remite a una nota del periódico El Eslabón de mayo del 2005, en la que el decano de la facultad de Derecho de la UNR, Ricardo Silberstein, declaraba lo siguiente: “Vila me dijo que la iba a pagar caro”. Vila es Daniel Vila, uno de los dueños del grupo de medios llamado Uno, que en las últimas horas salió de punta contra el proyecto de ley de Comunicación Audiovisual que está tratando el Congreso, al que llegó a calificar como la “violación jurídica e institucional más grave que haya sufrido nuestro país desde el 24 de marzo de 1976”.
Aquello de la “banda que cierra diarios” obedecía al cierre del diario El Ciudadano y la Región, a fines de abril del 2000, luego que el matutino pasara a formar parte del Multimedios La Capital que Vila y su más “famoso” socio José Luis Chupete Manzano construyeron en Rosario, donde habían desembarcado a fines de 1997 al comprar el decano a la familia Lagos.
Con aquel multimedios Vila y compañía controlaban los dos diarios de la ciudad y dos de las tres radios de amplitud modulada: LT8 y LT3. Un monopolio hecho y derecho, que hoy se sostiene en lo que a las radios se refiere.
Aunque el diario reabrió meses después, aquel cierre de El Ciudadano significó que más de cien trabajadores perdieran sus empleos y que la ciudad pierda una alternativa –que nunca sobraron– a la hora de informarse.
Lo de los dichos de Silberstein, en tanto, tiene que ver con una de las operetas periodísticas de apriete más burdas de las que se tenga memoria en el periodismo vernáculo que, se sabe, tiene más de culo que de verna. El 11 de mayo de 2005 La Capital tituló en tapa, en letras de molde diría Cristina, “Denuncian tráfico de influencias en Derecho”. En las páginas interiores le dio al tema amplísimo despliegue basado en la “denuncia” de “un grupo de estudiantes” que “incluye como prueba una serie de escuchas telefónicas” de la que fueron víctima funcionarios de la facultad y familiares directos de Silberstein, a quien se apuntó como principal responsable del “tráfico de influencias” que supuestamente consistía en acomodar a determinados estudiantes para que puedan cursar regularmente algunas materias.
Lo que pasaba con Silberstein es que además de decano de la facultad era abogado de integrantes de la familia Lagos que litigaban contra Vila y Manzano por la falta de pago relacionada con la compra de La Capital. De aquí lo que dijo luego a El Eslabón respecto de aquella advertencia de Vila de que “iba a pagar caro”.
Pese al enorme despliegue con que fue presentado, pocos días después el tema desapareció de las páginas del decano de la prensa. Es que justo, justo en esos días posteriores a la denuncia del “tráfico de influencias” los Lagos y Vila y Manzano llegaron a un acuerdo por la cuestión del pago.
Estas son apenas perlitas referidas a actitudes empresariales de don Daniel Vila, que ha sabido cosechar sospechas en varios lugares del país a los que extendió su actividad en los medios. Incluso son sólo perlitas de las sospechas que el hombre ha generado sólo en Rosario, de las que bastante se ha escrito.
Pero ahora Vila dice lo que dice del proyecto de nueva ley de Comunicación. Y lo dice sin que le asome atisbo alguno de vergüenza.
