Al sur, como a 15 kilómetros de la porteña metrópoli, como quien va desde la 9 de Julio por Constitución, Avellaneda, Gerli, intermedias y Escalada, el barrio adoquinado y de veredas anchas y arboladas vivió un carnaval anticipado. La ciudad, que como el club lleva el nombre del ingeniero inglés que tendió vías ferroviarias en el sur bonarense, vivió la más pagana y sagrada navidad con el nacimiento del primer hijo del esfuerzo, la memoria y el espíritu no tan santo.
Habían llegado de San Juan, Corrientes, Mar del Plata y Rosario. Volvían los más viejos y los más pibes recién conocían admirados a esa “Patria Futbolera” que son los clubes de barrio. Entre bocinas y todo el cotillón verde y blanco, un pibe paranaense conocía la ciudad y mientras decía “esto es lo mejor que me pasó” buscaba un recuerdo para el sobrino y una bombacha del Taladro para la novia.
Así, la céntrica calle Maipú se convirtió en un gran banfilódromo ansioso por entrar a la cancha. El candombe dedicado al épico Garrafa José Luis Sánchez resonaba desde las bocinas de unas camionetas y los pibes danzaban.
Pero, como suele suceder siempre, algún adulto no pensaba regalar así nomás tantas gambetas del destino y patadones a la ilusión. El hombre no dejaba de agitar el trapo verde y blanco, pero refunfuñaba la rabia de 113 años y la manipulación del fóbal. "Escriba que ya me cansaron los que no saben ni cargar por no saber de fútbol, ni historia, ni política; y lo que son los hinchas de los barrios. ¡Qué me vienen con Duhalde! Ese, con su grupo de empresarios, trajo mucha plata, pero sucede que se llevaron mucho más de lo que quedó en el club. Compró 27 hectáreas de El Hogar Obrero por 3,6 millones de pesos y vendió un cuarto de esos terrenos a Carrefour por 4 millones. La inmobiliaria que se quedó con la comisión es de Lomas de Zamora y se llamaba, casualmente: Duhalde Propiedades”.
“Ya en 1993 los hombres del Cabezón en la intendencia había decretado que el 6 por ciento de la recaudación del Bingo Avenida fuera a la cuenta corriente de Banfield”, agrega el banfileño, mientras se ríe acotando que en Rosario también había bingos relacionados al fútbol y “vaya a saber que otros negocios”, admite cómplice.
“Existía un “Grupo de Apoyo a Banfield”, integrado por empresarios que hicieron negocios con la estadía de Duhalde en la gobernación bonaerense. Pero -señala el hincha del campeón 2009-, en 1993 teníamos una deuda de 2 millones de dólares, que creció a 10 para el 98. ¿Así que Duhalde banca al club? También dirán que López le dejó inversiones a la lepra, son todos iguales”.
En tanto, la sabiduría popular bramaba en la tribuna, como marcando el contexto del festejo en Peña y Arenales: “Pasaron muchos años, muchos jugadores, muchos dirigentes, se llevaron toda la plata pero quedó esta gloriosa gente, y dale Taladro, vamos a dar la vuelta”.
Años antes, en septiembre de 2006, Juan Pablo Varsky se animaba a decir en La Nación sobre las reformas de plateas en el club: “…El costo final se aproximará a los diez millones. Serán los asientos más caros del mundo. Vendió un equipo entero por casi 13 millones de dólares en las últimas dos temporadas: Barbosa-Civelli, Paletta, Giménez-Cervera, Leiva, San Martín, Dátolo-Armenteros-Palacio, Bilos. Sin embargo, los números no le cierran y los buenos resultados del equipo ya no sirven de máscara para tapar el rostro del club. Socios e hinchas le hacen preguntas incómodas. Por ahora, el presidente Carlos Portell no se molesta: todavía tiene toda la autoridad”.
Al rematar a ese equipo que había llegado a cuartos de la Libertadores y salió segundo en el torneo argentino jugando con pibes de la reserva, entraron unos 12.350.000 dólares, según sitios de la oposición en el club. Cada platea se estimaba en dos millones de dólares, por lo que se hubieran podido edificar seis plateas con esa cifra, pero se hizo una sola y no se sabe qué pasó con los otros 10 palos verdes, protestan.
Por eso, mientras algunos ven a Duhalde como benefactor, hay que saber que su hombre en el club, el actual presidente Portell, ganó en octubre de 2008 por 24 votos las últimas elecciones, ya que la oposición ganó terreno pese a que la barra brava reapareció para convencer a los más díscolos.
Pero ya comenzaba otra historia, un intento por recuperar al club, llenar de vecinos al estadio y reflotar un sueño colectivo y barrial, lejano a los negociados de dirigentes y políticos. La mecha estaba en las veredas y prendió al Taladro.
Entonces, ante Tigre y contra Boca, a pesar de las entradas escamoteadas por los bosteros, dirigentes y “barrapagas”, la localía se impuso al trasladar la emoción y llenar la cancha de Peña y Arenales con tías, cuñados, familias enteras, hinchas exiliados que llegaron de varios puntos del país y hasta vecinos que, sin ser hinchas, se sentían vinculados a la patriada por su arraigo al lugar.
Entre los fuegos de artificio la estrella de Garrafa Sánchez anunciaba el Año Bueno, el memorable Gordo Garisto saludaba a todos en la platea y los pibes que se formaron con Marzolini y Wensel se apropiaban de sueños que siempre parecían ajenos.
Ahora, y a pesar de 12 triunfos, cinco empates, tener al goleador, sólo dos derrotas, empuñar a artiguistas goleadores y convertir 25 goles contra 11 recibidos, no faltan en los medios los llorisqueos y silencios. Sucede que no es muy aceptable para un deporte-espectáculo políticamente correcto que un equipo humilde y económico, que fue saqueado por especuladores pero armado desde la solidaridad de jugadores y el apoyo de un barrio entero, pueda salir campeón.