El periodista y escritor tucumano Tomás Eloy Martínez murió este domingo a los 75 años víctima de una prolongada enfermedad pulmonar. Había iniciado su carrera en el diario La Gaceta de Tucumán como corrector y luego se desempeñó en distintos medios de comunicación del país y el exterior, además de ser autor de obras en las cuales el periodismo y la literatura se mezclaron.

"Si cuidás el lenguaje, la ética viene en consonancia, porque la responsabilidad empieza por la herramienta que manejás", había dicho en una entrevista en El País de Madrid a propósito de esa experiencia y su creencia en el poder de la palabra, capaz de reinventar tanto la realidad. "Todo relato es, por definición, infiel", sostuvo en su novela más famosa, Santa Evita.

Entre 1957 y 1961 fue crítico cinematográfico de La Nación renovando la forma en que se reseñaban las películas de esa época. Después pasó por las redacciones del semanario Primera Plana y la revista Panorama, de la cual fue despedido por publicar los sucesos de la Masacre de Trelew en la portada. Su relato periodístico La pasión según Trelew (1974), quemado durante la dictadura en una plaza de Córdoba, fue incorporado como prueba al expediente de la causa que investigaron aquellos trágicos episodios. También fue el primer director del noticiero Telenoche.

Dirigió el suplemento cultural del diario La Opinión hasta 1975, año en que, amenazado por la Triple A, debió exiliarse en la capital de Venezuela, donde fundó El Diario. En 1991 participó en la creación del periódico Siglo XXI en Guadalajara y del suplemento Primer Plano en Página/12.

En su faceta académica dirigió durante muchos años el programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutgers University, de Nueva Jersey, y fue uno de los referentes de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por su entrañable amigo Gabriel García Márquez después de que éste ganara el Premio Nobel de Literatura. A partir de 1996 y hasta ayer fue columnista de La Nación, The New York Times y El País .

Entre sus obras más destacadas se encuentran Lugar común la muerte (1979), señalada como un aporte esencial al nuevo periodismo, La novela de Perón (1985), La mano del amo (1991) y la novela argentina más traducida de todos los tiempos que, a la manera del Facundo de Sarmiento, dinamitó la frontera entre fantasía e historia: Santa Evita (1995).
 

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