Las últimas semanas de la oposición y un poco de historia reciente. La atomización post 2001 y los resultados del 28J. Una lectura equivocada y apresurada. Y alguna presunción para el futuro mediato.

Lo sucedido en los últimos tiempos con los avatares de los grupos opositores al gobierno nacional, nos hace pensar en cuán reales son algunas visiones, cuán esquemáticos son algunos planteos y cuán virtuales parecen algunos escenarios de la dinámica política. Y para explicar esto hagamos un poco de historia reciente.

El 28 de junio de 2009 se produjo un resultado electoral determinante que no puede ser soslayado por ninguno de los actores del sistema, como por ninguno de aquellos que pretendemos analizar la realidad de cada día. Visto en perspectiva y con los números absolutos sobre la mesa, es cierto lo que afirma Aníbal Fernández cuando comenta que la estructura política que más votos obtuvo fue el Frente Para la Victoria (y sus aliados), pero no es menos cierto que en las provincias más importantes el resultado fue adverso para los intereses del proyecto político que conducen Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Una muestra de ello se visualiza en la cantidad de legisladores que los distintos partidos opositores arrebataron al oficialismo, derrota que, no casualmente, se produjo en los grandes conglomerados urbanos: Córdoba, Rosario, Capital Federal y Mendoza. En un régimen electoral (Diputados) que promueve el reparto proporcional de los cargos, las diferencias han sido notables en contra del oficialismo (con la excepción de la provincia de Buenos Aires) antes que a favor de “una” posible oposición identificada en un monobloque. Y aquí es donde radica el principal problema en la mirada que han hecho algunos analistas como así también algunos actores de la política nacional. Veamos.

La ya famosa crisis del 2001 no sólo dejó tierra arrasada en el plano económico y social, sino que también se llevó consigo un ordenamiento del régimen político que, si bien había dejado hacía tiempo la bipolaridad al entrar en escena algunas estructuras políticas nuevas, daba, al menos, cierta sensación de armonía que permitía visualizar cierta “comunidad” nacional con tres grandes estructuras: por un lado el Partido Justicialista, y por el otro la Unión Cívica Radical y el Frepaso, quienes hacia fines de la década entendieron que para alejar a Carlos Menem del poder era necesario unirse y encarar un proyecto común.

El presente escenario entonces se presenta como antagónico de lo planteado en el párrafo anterior. Por razones que exceden el presente artículo, y si bien la situación económica social ha variado considerablemente, nuestro país cuenta hoy con un sistema político fuertemente atomizado, desagregado y sin ningún liderazgo que prevalezca sobre el conjunto, con la excepción, claro, del oficialismo K, que parece mantenerse en los últimos tiempos bastante firme en su armado.

Los comicios del 28J reflejaron esa atomización. El caso santafesino, por ejemplo, es sintomático: el bloque no kirchnerista obtuvo casi el 90% de los votos. Y tal vez esta ecuación pueda repetirse en varios distritos electorales. Ahora bien, estos opositores, ¿resultan algo parecido en sí mismo? ¿Tienen un pasado común, un presente compartido o, lo que sería menos grave, sueñan el futuro con los mismos valores? Y la respuesta es obvia: NO.

Los deseos de erosionar el poder K han confundido a propios y extraños, a dirigentes políticos y a corporaciones, a ciudadanos y militantes. A tal punto llegaron (y llegan) algunos dislates, que desde aquella noche de junio se habla de “la” oposición, como si Rubén Giustiniani, Adolfo Rodríguez Saá, Carlos Menem, Elisa Carrió, Gerardo Morales, Francisco De Narváez o Felipe Solá fueran el producto de un colectivo común, de una construcción unívoca y de un proyecto construido bajo algún liderazgo que sobresalga. Lo sucedido en las dos últimas semanas en el Senado de la Nación así lo confirma.

Es allí donde radica la virtualidad, situación que no es necesariamente nueva en la Argentina. Ni en la política ni, por ejemplo, en las ciencias sociales. Allí andan y anduvieron sesudos intelectuales que soñaban con el país de la generación del 80’ o con la Revolución Leninista y que no entendieron al “hecho maldito del país burgués” y por lo tanto, siguen añorando lo que dejó de ser o lo que no fue. Ríos de tinta se han escrito para no terminar de entender lo que nos ha sucedido, una virtualidad de lo que a algunos les gustaría que fuera la realidad pero no es.

Y algo de eso pasó en estos últimos meses en el país. Analistas vinculados a grupos de poder que ya no toleran a los K y políticos dispersos por allí que imaginaron (torpemente) que ahora era su turno, quedaron a contramano de lo que es evidente: hasta 2011 las mayorías serán parciales, momentáneas y fácticas. Quienes quieran adelantarse deberán esperar para darle la despedida a la fuerza K y esto es así por dos cuestiones diríamos básicas: porque no está muerto quien pelea, y en eso el oficialismo ha demostrado seguir rápido de reflejos y porque, además, de una bolsa de gatos, nunca nació un proyecto de país.

* Integrante del Departamento de Análisis de Coyuntura de la Funif Rosario.

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