Sábato cuando le entregó a Alfonsín el trabajo de la CONADEP.
Sábato cuando le entregó a Alfonsín el trabajo de la CONADEP.

Ernesto Sabato falleció la madrugada de este sábado a los 99 años de edad. Figura indiscutible de la literatura nacional, su vida deja abierta la discución sobre el polémico rol cumplido por algunos de los intelectuales argentinos durante los períodos de dictaduras en nuestro país.

Autor de la trilogía El Túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974), Sábato fue un escritor y ser humano polémico, aunque una indiscutible figura central de la literatura argentina.

"Antiguas imágenes, sueños y terrores milenarios, símbolos que cambian de contexto, se distorsionan o se invierten, concurren para tejer la compleja materia de una obra a la vez inmemorial y contemporánea, donde también la historia de la patria se recupera para el mito moderno. Distintas formas de la ensoñación o la religiosidad convergen, junto a la legión de Lavalle o la gélida mirada de Rosas que domina un salón familiar, en un campo de batalla donde combaten los antagonistas: materia y espíritu, tinieblas y luz, nieve y fuego, cielo e infierno, ciencia y poesía, mundo platónico y pasión terrestre, muchas veces se intercambian y confunden a merced de la ambigüedad de las conciencias y de los símbolos", reseñó para Télam la escritora, investigadora del CONICET, María Rosa Lojo, coordinadora de la edición crítica de Sobre héroes y tumbas para la Colección Archivos de la UNESCO.

"Esta ambigüedad ‒agregó Rojo en su semblanza‒ hace tan difícil como indeseable, establecer un "mensaje" unívoco para las novelas sabatianas, donde el mal resulta ser también una forma de pureza, la tiniebla un ámbito de sabiduría, el mero espíritu una peligrosa deslealtad a la imprescindible pasión, la escritura un trato con los demonios y una vía redentora, una elección y una maldición".

Autor polémico

Para algunos "progesistas" radicales y socialdemócratas vernáculos se erigió como un símbolo por su participación al frente de la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas). Aunque los organismos de derechos humanos, y sobre todo los sobrevivientes de los campos de concentración de la dictadura, no olvidarán que desde ese famoso prólogo que escribiera Sábato para el libro Nunca Más, el autor ofreció los argumentos fundamentales sobre los que se erigió la nefasta teoría de los dos demonios que pretendió poner en un mismo plano a genocidas y militantes revolucionarios.

Por su parte el escritor Osvaldo Bayer ha criticado en numerosas oportunidades a Sábato por el no tan famoso almuerzo con Videla al que concurrió junto a Jorge Luís Borges. "El general Videla es un general culto, dijo Sábato luego aquella vez. Videla podía ser culto, pero también asesinaba escritores…", expresó Bayer en una entrevista.

En tanto el profesor Norberto Galasso ha descripto varias veces las contradicciones que atravesaron al autor, a quien reconoció, a pesar de su gorilismo ‒aunque lejos del fervor opositor de otros escritores antiperonistas‒, la honestidad que demostró al descubrir y repudiar la represión del gobierno dictatorial autodefinido “revolución libertadora”.

El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, lamentó este sábado la muerte de Sabato y rescató el "valor humanístico" de su obra, aunque también recordó: “Encontramos en la dictadura militar que se entrevistó con (Jorge) Videla, junto a (Jorge Luis) Borges, el padre (Leonardo) Castellani, un episodio que le costó siempre a Sabato explicar ese momento de declinación de su compromiso humanístico” (ver opinión de González),

En una imperdible epístola que Ernesto Che Guevara le escribe a Sabato ‒reflejada en uno de los libros de Norberto Galasso‒, se resume parte de un debate sobre el rol de determinados intelectuales, que suele ser poco recordada por los guevaristas argentinos.

"Sería difícil explicarle por qué "esto" no es Revolución Libertadora ‒dice el Che a Sabato en abril de 1960‒; quizás tendría que decirle que le vi las comillas a las palabras que Ud. denuncia en los mismos días de iniciarse, y yo identifiqué aquella palabra con lo mismo que había acontecido en una Guatemala que acaba de abandonar, vencido y casi decepcionado. Y, como yo, éramos todos los que tuvimos participación primera en esta aventura extraña y los que fuimos profundizando nuestro sentido revolucionario en contacto con las masas campesinas, en una honda interrelación, durante dos años de luchas crueles y de trabajos realmente grandes".

"No podíamos ser "libertadora" ‒agregaba el guerrillero‒ porque no éramos parte de un ejército plutocrático sino éramos un nuevo ejército popular, levantado en armas para destruir al viejo; y no podíamos ser "libertadora" porque nuestra bandera de combate no era una vaca sino, en todo caso, un alambre de cerca latifundiaria destrozado por un tractor, como es hoy la insignia de nuestro INRA. No podíamos ser "libertadora" porque nuestras sirvienticas lloraron de alegría el día que Batista se fue y entramos en La Habana y hoy continúan dando datos de todas las manifestaciones y todas las ingenuas conspiraciones de la gente "Country Club" que es la misma gente "Country Club" que Ud. conociera allá y que fueran a veces sus compañeros de odio contra el peronismo. Aquí la forma de sumisión de la intelectualidad tomó un aspecto mucho menos sutil que en la Argentina. Aquí la intelectualidad era esclava a secas, no disfrazada de indiferente, como allá, y mucho menos disfrazada de inteligente; era una esclavitud sencilla puesta al servicio de una causa de oprobio, sin complicaciones; vociferaban, simplemente".

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