amigos de Messi

Agustín Ruani y Juan Cruz Legizamón, junto a otros tres compañeros, se dieron el gusto de ver al crack en el partido en que Argentina derrotó a Suiza por los octavos de final.

“Sí, vengan que ya les conseguí las entradas”, se escuchó desde el teléfono. Era la voz del Lionel Messi y el mensaje empezaba a transformar en realidad el sueño de Agustín y Antonio Ruani, Gonzalo Mazzía, Franco Casanova y Juan Cruz Legizamón, cinco amigos que conocen como nadie la infancia del crack del Barcelona y que se dieron el gusto de verlo a nivel profesional y nada menos que en un Mundial. “Fue increíble, emocionante”, coincidieron Agustín y Juan Cruz, ex arquero de Central Córdoba, quienes en diálogo con el eslabón repasaron la experiencia que vivieron gracias a su ex compañero de las inferiores de Newell’s.

Directo a Brasil

“No sé cómo explicarte, nos emocionó mucho verlo en la cancha por primera vez. Y además ir a un Mundial, que por nuestra propia vía hubiese sido imposible, es impagable”, arranca Agustín refiriéndose al viaje a tierras cariocas, y no deja pasar la actitud de su amigo: “Nos pudo haber puesto cualquier excusa, sin embargo consiguió las entradas y fuimos”.

En la misma sintonía, Juan Cruz afirma que “todo fue increíble, desde la previa hasta el pos partido”, y que tras esa impresión “daban ganas de ir a todos los mundiales, sea en Brasil o en Rusia, daba lo mismo”.

“Se dio todo muy rápido. Ya lo veníamos hablando y cuando estuvo la posibilidad concreta, ni lo dudamos”, dice el ex arquero, y tajante afirma: “Hasta que me muera voy a recordar este viaje”. Pero a la hora de entrar en detalles de la gestión que debieron realizar para lograr su cometido, Ruani amplió: “Mi hermano me empezó a quemar la cabeza con pedirle entradas a Leo. Le mandé un mensaje y le contamos nuestra idea. Justo esa noche nos juntamos los cinco a comer un asado y ahí finalmente nos dijo que nos vayamos”.

Si bien lamentaron no haber podido ver a Lío una vez llegados a San Pablo, ninguno olvidará la imagen que dejó su amigo en el final del encuentro ante los suizos, cuando tras una gran corrida habilitó a su conciudadano Ángel Di María para anotar el gol de la victoria. “Fue un partido muy difícil. Nos llevamos un susto grande, porque imagínate que si perdíamos nos iban a tildar de mufa”, dice entre risas Agustín, quien actualmente juega en Defensores de Centeno. “Fue un sufrimiento de 120 minutos. Pero los disfruté porque iba a ser la única vez que podía ver un partido así”, aporta Leguizamón.

La evaluación que ambos realizaron sobre el 10 dejó un saldo positivo. Para Ruani “juega igual ahora que cuando lo hacía con nosotros”, ya que “no hace ninguna de más y sólo tiene en la cabeza el gol porque es muy difícil verlo hacer un taco”, compara, y agrega que “hasta cuando se enoja y se fastidia me hacía acordar a la época de pibe”. En tanto, Juan opina: “Lo vi bárbaro, como siempre. Distinto al resto, aparece cuando menos te lo esperás y es letal, por algo es el mejor del mundo”.

Brasil, decime que se siente

La situación que se vive en los tablones de los estadios brazucas se torna algo rara. No existe el espacio que divide a locales y visitantes lo que posibilita, cuando juega la albiceleste, el cruce entre simpatizantes argentinos y los dueños de casa. “Tenés a los brasileros tres butacas arriba haciendo fuerza por nuestro rival”, relata el futbolista de Centeno, y admite “que hay momentos que te calentás y los querés mandar a la mierda”.

Bajando los decibeles, cuenta que “la gente se la banca, porque casi no hubo quilombo, pero cuando hicimos el gol muchos se lo gritamos a ellos. Después nos cruzábamos en el metro, le cantábamos en contra y la mayoría de la gente se reía” de la situación de rivalidad que se exponía en el transporte de San Pablo.

Recuerdos que mienten un poco

“Uno tomó la dimensión de lo que era Leo muchos años después, porque cuando era chico pensé que lo que hacía era normal, porque estábamos todo el día jugando con él”, reconoce Agustín, aunque aclara: “Ganábamos todos los intercolegiales y lo que jugáramos, y cuando nos tocaba viajar a otro lado siempre preguntaban si había venido el chiquito”, porque a esa edad “la pelota le llegaba casi a la rodilla”.

Por su parte, Juan Cruz recuerda que “hacía 3 ó 4 goles por partido y la mayoría eran similares al que le hizo al Getafe” en un partido por la Copa de Rey, que salvando las enormes distancia del rival y la competencia, fue muy parecido al del Diego a los ingleses. “Me la pedía adentro de nuestra área y comenzaba a gambetear hasta hacer el gol”, añade.

Arquero con suerte

Muchos pensarán la difícil tarea que habrá tenido en la infancia Juan Cruz Leguizamón al defender el arco estando justo en el grupo de Messi, aunque, aliviado revela que “por suerte siempre lo tuve a mi favor”, evitando así padecer al delantero, envidia de todos los arqueros profesionales que lo han enfrentado. “Sólo una vez en un intercolegial lo enfrenté y perdimos 1 a 0 con gol de Leo. Fue la única vez que lo sufrí”, señala.

Viejo conocedor de la posición, el guardavalla con pasado en Tablada reconoce su gusto por Chiquito Romero y al respecto analiza su actuación en la Copa del Mundo: “Lo estoy viendo muy bien, sólido y seguro. Argentina lo necesita, porque a pesar de lo poco que le llegan como les ocurre a los equipos grandes, cuando le toca aparecer responde y creo que está haciendo muy bien ese papel”.

Amigos de la tecnología

Los rumbos distintos que ha tomado cada uno, las ocupaciones del día a día, y principalmente la distancia, imposibilitan las juntadas diarias que estos cinco muchachos mantenían con el astro. Por tal motivo no tienen otra alternativa que recurrir a la tecnología para mantener el contacto.

“Tenemos un grupo de WhatsApp con los chicos que viajamos y Lionel, y todas las semanas nos comunicamos con él para hablar al pedo, le preguntamos cosas. Tampoco queremos hincharle las pelotas, porque ya tiene muchos compromisos”, comenta Ruani y por último valora: “Le mandas un mensaje y te lo contesta en 5 minutos, no es de esos que se hace el boludo y no responde”.

Nota publicada en la edición 150 del periódico el eslabón

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