Foto: Layla Violeta.
Foto: Layla Violeta.

Primero siga este enlace: www.youtube.com/watch?v=E47RXf_51f0. Ahí está. Disponga su dispositivointeractivo en tal constelación de la web y vamos a profundizarnos en el lenguaje multimedial. Tenemos 15 años (casi 20, por el envión que traemos) y también ahora somos portadores de soportes de distintas plataformas para comunicarnos. ¿Viste?

Pero si está padeciendo un corte de luz, o su hermanito no le presta el “ordenador”,  digamos que en ese sitio encontraría una definición profunda. No es de uno de esos comunicólogos de tesis y tesinas, es Claudio Gabis, quien nos dice: “Yo quiero un abrelatas o un destornillador. Yo quiero un rompehuesos, un taladro del mejor. Quiero abrirme los sesos, no aguanto más esta estúpida prisión. Me llenan la cabeza de verdades que no son, teorías y mentiras que hasta hoy nadie probó”.

En esa línea –y mientras el semiólogo Carlos Moreno García advierte: “Y la radio nos confunde a todos”–, el violero de Manal oriundo de Villa Crespo definía, ya en 1972, a ese bombardeo informático que nos deja modernamente patitiesos. Ya antes, otro blusero, Arturo Jauretche, rezongaba contra la “falsificación de la historia” y “la colonización telemática”. Estos tipos proponían una comunicación diferente a la del mercado y superficial, pero también diferente a la otra de gran avanzada, pero sólo para élites cibercómplices de la incomunicación.

Sucede que la disputa sigue: ¿Quién puede empuñar la información? ¿Quién detenta la propiedad de los medios y canales de comunicación? ¿Qué incluye y sirve como herramienta a la equidad?

Casi sin publicidad y en un marco legal adverso a la desmonopolización que empresarios y gobiernos no cambiaron tras la dictadura económica, apareció este ignoto pasquín desafiando las leyes de mercado y de la comunicación correctamente periodística.

Con la ética de nuestros compañeros que pelearon por una Patria para las mayorías, con el compromiso de no joder con un oficio terrestre que vincula y arma a los gentíos, empezó esta historia de nuestro periodismo en bicicleta. Hace tiempo decimos que el manual de estilo se forjó en escuelas callejeras de marchas, escraches y murgas.

Eran los finales de los indultadores 80 y las organizaciones populares, las agrupaciones gremiales, estudiantiles, vecinales y de derechos humanos seguían sin entrar en las agendas de los grandes medios. En ese escenario, el eslabón se plantó como un intento para articular un “engranaje” que uniera experiencias, fuerzas y debilidades. Un eslabón que uniera tantas luchas populares desperdigadas.

Como trabajadores de la comunicación, no como profesionales del periodismo, rescatamos el concepto de Walsh cuando advertía: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

Hipertextos

La transamedia, los hiperpretextos y la multimierda brindan hoy un nuevo espacio desde el cual ahora se puede comunicar mucho menos y entretenerse como tontos creyendo que se navega, cuando en realidad se naufraga sin conseguir mucha madera.

Con un cúmulo de adelantos tecnológicos, los tecno colonizaditos no desestructuran a la comunicación hegemónica, encubrieron a la exclusión social. Si bien disponemos ya de re nuevos escenarios y nudosterritoriales, esos lugares quedan en otros barrios.

Esa carrera por articular y construir relatos audiovisuales que no digan nada más que pronunciar palabras intrigantemente preciosas, nos invita al uso de multiplatafomas que cuentan historias lejanas sin anclaje en lo social ni soporte soportable. Es una nueva intervención para dejarse intervenir por la impronta del abrazo del cotillón mediático, como forma de tejer nuevas comunidades de un absurdo ciber espacio.

Cuántos chantas, cuántos nuevos negociados, cuánto importar chatarra y todo para seguir aislando de la comunicación social a los que apenas llegaron a ver una compu porque al pibe le entregaron una en la escuela.

El nuevo periodismo, el de la tecnología que permite experimentar desde otros lenguajes, escenarios y en las puertas de la más fabulosa era de la informática y windfurf también, es una bosta.

Herramientas

Cuando un medio masivo realiza entrevistas a candidatos presidenciales en la gerencia comercial, y no en la redacción, de poco valen los adelantos. Tampoco avanzamos si los editores domesticados son más papistas que el Papa y cuando las promociones desplazan a la información.

Las nuevas tecnologías no son malas, como cualquier herramienta, pero hay que empuñarlas desde los intereses colectivos y por fuera de la comunicación hegemónica. La estampida de nuevos lenguajes no es justificación para dejarnos llevar por la ciber superficialidad y el individualismo, digo: para no terminar chateando con uno mismo.

Desde junio de 2012, el eslabón desembarcó en el software libre pero ya desde 2007 se pelaban diseños, tapas e ilustraciones que se cocinaban con Inkscape, Gimp o Photoshop para tratamientos de fotos. Esas nuevas aplicaciones y otras que ni sabemos y quedan en manos del editor gráfico, son parte del buscar una comunicación horizontal que se apropia de esas tecnologías.

Aquí también, la denominada filosofía hacker acompaña a la construcción de la inclusión y la pluralidad, algo que se milita tanto frente a una pantalla o colgado de un monumento sacando fotos, como vimos a algunos de este pasquín.

Periodismo de gacetilla

En tanto, en medio de ese nuevo mundo tecnológico, paradójicamente está en auge aquella modalidad periodística tan ninguneada porque venía de organizaciones sociales o entidades que sólo deseaban difundir algo, sin necesidades de comentarios divertidos de periodistas. Nadie ganó un Bermejo de goma eva por transcribir una gacetilla, pero los domesticados pedorristas le encontraron la vuelta: no reproducen las gacetillas del club del barrio o la kermesse de la escuela, hallaron otro negocio.

Sin más fuente que la oficial, como voceros encubiertos, la libertad de prensa se pauta comercialmente o por sobres discretamente distribuidos. Con leer “anuncios”, “entrevistas” y “crónicas” que promueven candidatos –propuestas o gestiones– alcanza para comprender este fenómeno que aumenta en las redacciones de medios empresariales.

Tres párrafos copiados del comunicado y la firma del pedorrista, que no desea esconderse para quedar bien con su “fuente oficial” y única, amenazan a la comunicación con pluralidad de voces.

Claro, la pobre gacetilla de la vecinal ahora sufre la maldición de su oscuros orígenes. Dicen los que saben que una moneda de cobre, de poco valor y con la imagen de una urraca (gazza), era el precio para adquirir la denominada “gazzeta” en la Venecia de inicios del siglo XVII. Con ese cobre se accedía a un pliego de papel con textos sobre negocios. No es casual que en esa ciudad. de mercaderes y especuladores, apareciera un antecedente del periodismo de mercado. La idea había sido tomado de la China, donde el imperio difundía oficiales boletines y donde los escribas que difundían lo que se pretendía que se conociera eran llamados “Gaceteros”.

El gacetero militar

Ya en nuestras pampas, en 1851, un emplumado y disfrazado de militar francés le dijo a Justo José Cleto Urquiza: “Aquí falta lo que en todo ejército bien organizado se lleva: una imprenta portátil y un cronista de boletinero que dé cuenta y propale los hechos de armas y las disposiciones más importantes”. Así, Domingo Faustino Sangriento se ofrecía a hacerle prensa al entrerriano estanciero y contrabandista, quien para derrocar a la “tiranía” de Rosas, se juntó con el imperio brasileño, uruguayos no federales, y todo tipo de mercenarios europeos.

Poco después, el teniente coronel Sangriento montaba su maturrango portando en la delantera un pequeño pupitre, desde el cual daba tinta a sus interpretaciones de la lucha contra la barbarie matando bárbaramente a los bárbaros.

El sanjuanino presidenciado en 1868, desarrolló su poder pero no como maestro, militar, político o escritor: fue su obra periodística, la herramienta que empuñó. En su obra, la impronta del periodista determina el estilo de Sangriento: la pluma ágil, elegante, el positivismo desbordante y directo, más que filosofía usa el impacto y la coyuntura, la propaganda de la civilización, el patrioterismo por blanquear al argentino e invisibilizar a garrotazos al indio y al gaucho.

En tanto, Julio Asesino Roca le escribía en 1878 a Juárez Celman, (concuñado y presidente de la Nación, 1886):  “Este pueblo se gobierna y tiraniza con los diarios”. También al año siguiente, y mejorando su carrera, afirmaba: “En el Interior no habrá quien nos ponga el pie por delante”. Y aseguró eso al nombrar a los diarios que lo apoyaban: “La Tribuna, La Prensa, El Porteño, La República, El Siglo, El Comercio del Plata, El Courrier de la Plata, El Herald, El Standard y La Patria Italiana”.

El tipo justificaba su preocupación por la prensa al decir: “Un diario para un hombre público es como un cuchillo para un gaucho pendenciero, debe tenerse siempre a mano”.

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