La construcción de Macchina Napoli, en plena acción.
La construcción de Macchina Napoli, en plena acción.

El Rayo Misterioso puso en funcionamiento Macchina Napoli, una tragicomedia creada por el grupo en 2002 y la primera obra de Aldo El-Jatib que incorporó texto. Hablada en italiano, la representación impacta más por su sonoridad y por el absurdo.

El grupo laboratorio El Rayo Misterioso transita actualmente un momento de auge. El Fabuloso Mundo de la tía Betty, su última producción, fue vista durante tres meses a sala llena. El teatro de impacto que encabeza el actor y director Aldo El-Jatib, a su vez, experimenta una etapa de resignificación de sus más de dos décadas de producción. Todos los viernes de agosto y septiembre, sus integrantes reconstruyen Macchina Napoli, un trabajo de investigación que se basa en la historia personal y familiar de El-Jatib, y de la cultura inmigratoria italiana en la Argentina, de principios del siglo pasado, a través de la particular búsqueda estética del grupo.

María de los Ángeles Oliver es una integrante histórica de El Rayo. En diálogo con el eslabón, la actriz describió el arduo trabajo de investigación, dramaturgia y entrenamiento de Macchina Napoli

—¿Qué se pretende mostrar en la obra?
—La obra tiene que ver con la inmigración italiana. Tanto el director, como el grupo en su totalidad, investigó todas las situaciones que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos. Extrajimos situaciones en general y el hilo de secuencias tiene que ver propiamente con la familia de Aldo El-Jatib. Ocurrió que mediante la investigación grupal descubrimos que las situaciones eran las mismas. Lo que había pasado en una familia, se repetía en otra. Fue muy interesante porque aparte de conocer más la situación familiar se aprende mucho sobre uno mismo. La obra está hablada en italiano pero no es un impedimento para entenderla ya que lo más importante de nuestro trabajo no es el texto sino lo que uno escucha. El idioma está utilizado más a nivel rítmico, sonoro y sensorial; y aparecen elementos que el oído está acostumbrado a escuchar en las reuniones familiares.

—¿Vos fuiste parte de la versión original?
—Sí, en esa oportunidad estuve a cargo de la asistencia de dirección y de la investigación. Entre 2000 y 2001, el grupo realizó una búsqueda de su árbol genealógico, estudiamos italiano durante todo un año y muchos de nosotros tramitamos la ciudadanía italiana.

—¿Todos los integrantes eran de ascendencia italiana?
—En la primera producción la mayoría era de ascendencia italiana, en un ochenta por ciento. Incluso Aldo, que tiene su apellido paterno de origen árabe, tiene una fuerte ascendencia italiana.

—¿Cómo se trabajó la obra con el director y de qué manera se desarrolló la técnica teatral en aquella oportunidad?
—Siempre el espectáculo parte de una primera línea que tira Aldo. Una propuesta, un trabajo práctico de investigación para el grupo. Y de esa devolución que le damos, él va armando y ordenando todo. En Macchina Napoli, Aldo tenía en claro sobre qué quería trabajar. El tema de la inmigración italiana es algo que ya venía investigando y que extendió al grupo. Y a partir de esa recopilación, se resumió el trabajo haciendo referencia en su familia. En cuanto a nuestro trabajo actoral, planteamos dos partes: por un lado, cómo encaramos un espectáculo; y por el otro, la técnica actoral. Para hablar de la técnica nos tenemos que remontar a la época en que se creó Macchina Napoli. Pasaron muchos años de aquella primera versión que fue la primera obra donde incorporamos texto. El lenguaje estético tenía más que ver con el grotesco, la exacerbación. Con los años crecimos y la técnica actoral se afianzó. Le agregamos cosas a la nueva versión; si se quiere, hay como otros rasgos, algo que también se puede percibir en El Fabuloso Mundo de la tía Betty, y que tiene que ver con el lenguaje.

—¿Qué actores permanecen de la versión original?
—Ada Cottu y yo. Los otros tres actores son incorporaciones posteriores al grupo pero que están trabajando en el proyecto desde hace algunos años.

—¿Cuáles son los desafíos de esta nueva representación?
—Macchina es un espectáculo que llegó mucho a la gente, es divertido y tragicómico; es muy alegre: termina con una tarantela que saluda al público, algo que se sale un poco del lenguaje de El Rayo. Fue una producción muy grande en su momento y cuando mudamos nuestro teatro tuvimos que eliminar todo la escenografía. El desafío más grande de la nueva versión fue armar todo ese soporte nuevamente, lo que requirió de mucho trabajo y dinero. Y se dió, además, que los dos actores que integraban el grupo en 2002 tenían una energética muy particular y era difícil arribar a esa energética y a ese nivel técnico. Y con el paso del tiempo los nuevos integrantes pudieron adquirir lo que buscábamos. Entonces nos dimos cuenta que éramos el grupo perfecto y teníamos ganas de remontarlo. Hace unos días volvimos de Formosa, del Festival Internacional de Teatro, y estamos programados para presentarnos en Mendoza y Santa fe.

—¿Qué pasa en los otros lugares?
—Con la obra original hicimos toda una temporada en Buenos Aires. El espectáculo tiene alcance en la gente, es como que no falla. Todos tenemos a alguien o recordamos algo que aparece en la obra. Y está la cuestión de lo cómico y lo alegre, y remarco lo de tragicómico porque esta maquinaria que presenta la puesta no sólo está provista de situaciones absurdas, sino que lleva la carga de gente que vino en la precariedad, que sufrió la muerte, la pérdida de sus seres queridos, y que llegó a un lugar desconocido. Hay situaciones que te provocan risa, pero te queda una sensación amarga.

—¿Volviendo a la técnica teatral, ¿cómo fue encarar la obra transcurridos más de diez años?
—Tenemos la gracia de mantener vivo el proyecto durante mucho tiempo. Algunos estamos desde los inicios y otros integrantes se mantuvieron en un tiempo prolongado. Eso nos permite mantener en pie las columnas de la técnica actoral. Entonces una obra como Macchina Napoli, que se realizó hace doce años, se puede retomar teniendo en cuenta aquella técnica. En este momento estamos trabajando con una técnica aún más avanzada, que se fue puliendo con el tiempo.

—¿Y la concepción de lo energético dentro de la técnica que desarrolla el grupo?
—Cuando hablamos de energético –y voy citar las palabras de Aldo– la pretensión del grupo es que el espectáculo genere un campo magnético superior al campo magnético del espectador. Es decir, siempre en la situación espectacular se van a encontrar dos campos: el que genera el espectáculo y el de los espectadores. El trabajo del actor es que su campo sea superior y así poder tomar al espectador y transmitir con mucha potencia lo que queremos comunicar. Y, de esta manera, intentar modificar –aunque sea por un segundo– sus vidas.

—En el último trabajo, El Fabuloso Mundo de la tía Betty, se recurre a pasajes y situaciones de otras obras exhibidas por el grupo, ¿se intentó armar un rompecabezas de años de experimentación teatral?
—A El Fabuloso… lo podemos considerar como un suceso, tuvo un impacto en el público impresionante. Estuvimos tres meses haciendo funciones a sala llena, con reservas de hasta una semana. Se corrió la voz y es la primera vez en 21 años de grupo que pasa algo así. Un campo espectacular muy potente. El espectáculo contiene concretamente partes de otros trabajos y lo que quiso hacer Aldo, y todos compartimos, fue redondear lo hecho hasta acá. Es como una meta a la que llegamos. Por eso hay una ruptura. Se rompió con la monocromática de trabajos anteriores y se incorporaron colores diversos. Es decir, hay un pequeño cambio en el lenguaje del grupo para avanzar, tomando todo lo anterior. Es el cierre de un primer proceso. Estuvimos hace poco en el Festival de teatro de Rafaela, nos presentamos en una sala para quinientas personas y se quedaron completamente alucinados con el espectáculo, a pesar de la distancia de los actores con el público, porque si uno ve la obra en la sala de El Rayo es más fácil impactar. De todas formas pudimos lograr el mismo nivel de captación en una sala mucho grande.

—El cachetazo llegó a todos…
—Increíblemente, pero llegó.

Macchina Napoli se presenta los viernes de agosto y septiembre, a las 22, en el Teatro El Rayo de Salta 2991. Actúan: Catalina Baldi, Ezequiel Orteu, Sebastián Arriete, María de los Ángeles Oliver. Asistencia técnica: Maywa Vargas. Asistente de dirección: Yesica Pelicates. Texto, dramaturgia y dirección: Aldo El-Jatib.

El avance de la técnica
En la última edición de la revista Teatro Truenos y Misterio, producida por El Rayo, el actor, director y dramaturgo Aldo El-Jatib hace referencia a la construcción de Macchina Napoli, a comienzos del año 2000. En una clase de divulgación que llevó a cabo el grupo de teatro, el autor explicó que esta obra, junto a Muz y La Consagración de las furias fueron representativas de los momentos de gestación de la técnica de entrenamiento realizada por los integrantes de El Rayo. “Siempre es bueno volver un poquito atrás y repasar las bases desde donde nació el trabajo que estamos haciendo en estos momentos”, afirmó.

El dramaturgo describió la técnica de Pasillo, un ejercicio de construcción que desarrollaron como trabajo previo al armado de la puesta teatral. “La palabra Pasillo indica algo. Yo tengo que trasladarme por ese lugar y no puedo ir a cualquier lado, no hay puertas para irme a cualquier lado”, puntualizó El-Jatib, y agregó: “A partir de ese entrenamiento, lo importante era transitar por todas las pautas de trabajo físico, concretamente psicofísico. No trabajar con el espacio en ese sentido, porque el trabajo con el espacio era un paso posterior”.
Con un mismo espíritu el grupo ha trabajado otras pautas de entrenamiento actoral como Pasillo Punto Perdido, Pasillo Peso Pesado, Pérdida y Recuperación del Equilibrio, Peso Excedido o Recarga Energética. En el caso de Macchina Napoli, el dramaturgo habló del abordaje actoral desde lo primitivo y a través de la figura animal: “Estas técnicas de entrenamiento después sirvieron como base del espectáculo. En Macchina Napoli, por ejemplo, fue el animal. Cada actor eligió uno de acuerdo a lo que proponían los operadores. Pasquale, que se trabajó a partir de mi bisabuelo, realmente era un tipo que estaba todo el tiempo con una actitud dominante, agarraba la escopeta y los corría a todos, les pegaba, era una persona bastante violenta, desequilibrada, siempre con una actitud como de soberbia. ¿Qué animal se eligió para hacer eso? El gallo. Es decir, una energética animal que ayudará al actor a introducirse en esa energía de comportamiento. Porque el animal remite a una especie de naturaleza, a una especie de origen de movimientos. Todos tenemos un poco de todo, ya sea animal o vegetal, entonces esto de trabajar con la energía del animal es una base para recuperar gestos originarios. Por supuesto que no estamos hablando de imitar a un animal, eso es harina de otro costal”.

Nota publicada en la última edición de el periódico El Eslabón

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