Un médico reputado de Buenos Aires decide desertar de la guerra contra el Paraguay para cumplir con una promesa: entregar el caballo de un soldado solitario y moribundo a su familia para reparar el asesinato de su propio hermano. Así empieza A dónde van los caballos cuando mueren, la novela del escritor rosarino Marcelo Britos, que en diciembre pasado fue publicada por la editorial Aurelia Rivera, de Buenos Aires.
La ficción comienza en Tuyutí, pero en otro relato: El caballo del hombre solitario publicado en El último azul de la noche, un libro de cuentos del mismo autor (El ombú bonsai, 2013). Fue escrita durante 2012, y al año siguiente participó del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en México, donde se llevó el primer premio. Antes de llegar a la Argentina fue traducida al italiano y editada en Milán por Unicopli.
Un año de investigación y discusiones llevaron al autor a pisar y reconocer los mismísimos campos de batalla. Los nombres propios, las fechas y los lugares aportan el verosímil de la novela histórica tradicional, pero como señala Hernán Ruiz en el prólogo, el relato no se limita solamente a la reconstrucción histórica del conflicto bélico más sangriento de Sudamérica, ocurrido entre 1864 y 1870, planificado por el imperio británico y ejecutado por Brasil, Uruguay y la Buenos Aires mitrista, sino a poner en perspectiva al presente latinoamericano asolado por las políticas neoliberales, que son expresión de un colonialismo remozado pero no menos funesto que el que acometió la guerra de la Triple Alianza. «La guerra fue un genocidio y nuestro ejército fue uno de los perpetradores: también sentí la responsabilidad de poner en discusión eso», contó Britos en un reportaje que le hizo Beatriz Vignoli para Rosario/12.
Además, es un libro sobre la soledad y la amargura de los hombres en combate, y sobre la amistad, aunque no se hable de ella sino en los silencios compartidos, al tranco de una huida errante sobre los suelos argentinos “hasta el fin del mundo conocido”.
Desde Curupaytí, punto de partida de esta epopeya criolla, el médico Mariano de Orma atravesó el litoral acompañado por el caballo del soldado solitario. Hizo camino con forajidos, indios y baqueanos, y un alto con los hombres de Felipe Varela en la llanura pampeana. En Chubut se unió a la campaña hacia la cordillera con el gobernador Fontana. Algunas líneas son dedicadas a Rosario, al paso fugaz de un jinete, que reconoce a la capital frustrada de Urquiza, la villa hermosa y gemela de Valparaíso y Montevideo, cuyos caminos van a morir todos al río.
A dónde van los caballos cuando mueren se clava como las bayonetas en las entrañas de los soldados de Solano López, en una parte de la historia ocultada, la de una guerra sin vencedores porque la victoria es indigna. Como matar a un hermano y ofrendar su único bien, un caballo enfermo y triste, va en esta novela de Britos un acto reparatorio, fraterno.