evita corazón

Yo no sé, no. Después de una racha como de unos seis partidos, uno, si podía perder la racha, parecía que iba a perder el invicto y el latido del corazón parecía que te iba partir el pecho, y solo era una racha de seis partidos. También el latido pegaba fuerte cuando uno hacía un gol de aquellos, como cuando –cuentan los pibes– Zemeneuvic la metió en un ángulo en el club San Jorge –creo que fue televisado–. No solo la metió en un ángulo, porque cuando se la dio Villegas, la metió con zapatilla y todo: primero entró la pelota y después la zapatilla. Entonces el latido del corazón era enorme. Pero  cuando uno iba a buscar una piba a la escuela y la espiaba para ver con quién salía del turno noche y cómo tomaba el colectivo, el latido del corazón también le retumbaba fuerte. Y el latido de los corazones en las primeras finales de los equipos rosarinos y los primeros campeonatos. O cuando la nuestra, la selección rosarina, bailó a la porteña –ahí, creo que por el ’74– con el Trinche Carlovich, el latido de los corazones era de felicidad. También el latido de las mayorías cuando el gobierno popular con Cámpora, cuando volvió Perón. Y después, los latidos del terror: los latidos se apagaron o los quisieron apagar cuando se instaló la noche. Después los latidos se habrán confundido en los ’90, pero siguieron estando.

Pedro, el otro día, en una discusión medio trasnochada con Tururú, dice: “Para mí, América latina es la que late, incluso con los pueblos originarios. Esa es la América que está en peligro y es a la que los sectores de derecha ponen en jaque –le decía Pedro a Tururú– con números fríos, como si fuera el razonamiento sobre el sentimiento. Con números fríos y mentirosos, con números parciales, que no cuentan toda la verdad”. “Lo que pasa –le decía Pedro–, es que entre un latido y otro, por ejemplo, hay un espacio de vida que el razonamiento de derecha no registra. Y los medios de comunicación que están ocultando la verdad, tampoco. Por eso, a cuarenta años del golpe militar –decía Pedro mientras se iba a dormir después de la discusión con Tururú–, los latidos memoriosos están más presentes. Y, pese a este percance electoral y esta desgracia de medidas de gobierno, yo creo –pensaba mientras se iba durmiendo–, que los latidos se van a imponer, acá, y en la Patria Grande. La Patria volverá a latir fuerte e imponerse contra este vendaval de liberales que la quieren hacer retroceder doscientos años. Apostamos por los latidos”.

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