Foto: Buendiario.com
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Yo no sé, no. De pronto iba caminando y encontró a las cinco, eran perfectas, entraban en la mano. Era para jugar y hacerla de trapo, porque era bueno para la payana. En el primer paso, en el de a dos, de a tres, hacer el puentecito y agarrar las cuatro juntas. En el recreo se la rebuscaba bastante bien y todos lo admiraban, era meritorio lo de él, se destacaba. De pronto se despertó y estaban desaparecidas las cosas. Vio que un momento antes de despertarse se le esfumaban de las manos, y parecía que era un sueño y terminó siendo una pesadilla. Se durmió de nuevo y vio las bolitas y el triángulo perfecto, ¡y cómo sabía cantar! “como te la mueva, como te la mueva”, cantaba. Cuando tenía ese acerito y le apuntaba era imbatible, y de pronto se le esfuman y de nuevo se despierta y advirtió que seguía soñando. Se duerme nuevamente y ve el trompo transita que era hermoso. Antes al lado del parquecito se armaban unos torneos a perder trompos. Ahí no tuvo mucho mérito porque no sabía manejar, los más grandes sí, pero él se quedó con las ganas, pero cuando vio la chanchita y la tenía en la mano, paf! desaparece. Se despierta sobresaltado y se dio cuenta que había desaparecido y que era una pesadilla. Se vuelve a dormir y ve las figus, esas que siempre sabía cuál era la difícil porque eran negociables. Había que saber cuál era la más difícil de todos. Por lo general no eran las de Boca o River, sino las de un cuadro cualunque y había que juntarse con los que más plata tenían porque tenían más figus, y ahí fijarse cuál era la que les faltaba. Capaz sería la de Atlanta, la de Chacarita. Una vez la de Ferro era la difícil, y vio que de pronto se inundan y ya no quedaban las difíciles, y todo el mundo llenaba el álbum y no era mérito de nadie. De pronto se despierta y vio que era una pesadilla. Duerme de nuevo y ve las chapitas, aquellas viejas chapitas de latas, qué cuando no había que jugar, se jugaba por las chapitas. Y aparecían todas. Había que tener puntería, había que llevarlas con un tarro, también había chapitas difíciles. Y de pronto todo plástico, y a rosca. Y ahí se despierta y se da cuenta que de nuevo seguía soñando el sueño recurrente. Lo vence el sueño de nuevo y ve a la pulpo, cuando a los partidos a las cabezas aprendió a bajarla de pechito, a dormirla. Y no es fácil dormirla a la pulpo, porque pica y tenes que poner el pecho de una forma especial. Y le gustaba jugar en pareja. Y cuando vino la de cuero, livianita, aprendió el juego colectivo, y que lo meritorio era jugar en el mejor equipo y con los más leales.

De pronto en el noticiero de la radio, simultáneamente aparece la palabra despido. Y la discusión si son pocos o muchos, si hay despidos encubiertos. Y también un noticiero de una radio piola que deja prendida mientras le agarra el sueño, porque todas las otras están en la pavada o no te baten la justa. Y aparece de nuevo que por culpa del tarifazo, algunas empresas, pequeños talleres, corren el peligro de seguir laburando, y no le cierran los números con los gastos en combustible, electricidad o gas. Y en la misma radio aparece que están en peligro la educación superior, y aparte la más básica porque los comedores aumentaron y entonces por más predisposición que tengan los maestros, si los pibes tiene que morfar primero, el estudio no entra muy bien porque tienen que pensar en el morfi. Después se acuerda que hay una propaganda de un 0km que habla de la meritocracia. Se supone que si vos accedes a cierto auto es porque te lo mereces por el esfuerzo individual, sin importar el gobierno que esté. Él no le prestó mucha atención pero se acordó de la propaganda de cigarrillos LM que decía que “marca su nivel”. No le gustaba, pero al final la terminaba comprando el primer cigarrillo rubio que lo compraban los albañiles, o gran parte. No era para el chetaje, mientras que la propaganda se acordaba que uno soñaba con estar de viaje por todas partes del mundo, y uno pensaba que ojala si se compraban esos cigarrillos se accede a todos, pero era una ilusión que duraba segundos.

Lo que le preocupaba de esto de la meritocracia, mientras que exista la posibilidad de que sigan los despidos, de que cierren los talleres, o la educación pública siga en peligro porque la están desfinanciando, cerró los ojos y se aferró: si todo lo colectivo lo van a bombardear, estoy cerca del yoyó. Si la onda viene por el esfuerzo individual me quedo, no porque esté convencido, pero aunque sea en el sueño me la voy a rebuscar con el yoyó, porque lo manejaba. Al final se aburría porque si lo sabés manejar bien, si ya sabés hacer el perrito, el triángulo, el dormilón, es casi tan pavote como el balero.

Pero por si las pulgas, si me llego a dormir y la meritocracia se instala en los sueños también, en eso me voy a destacar y por lo menos no me voy a  quedar afuera, total cuando me despierte me reúno con los compañeros o con los que están afectados, e iré a zapatear el camino que nos queda. Zapatear para cambiar esta realidad, que más que un sueño parece una pesadilla, porque te plantean un mundo meritorio, de esfuerzos individuales, mientras que cada día el liberalismo se parece más a lo que es: una pesadilla.

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