Borelli (a la izquierda de la pantalla), y el director periodístico del diario Gustavo Cirelli, mostraron a Cristina los destrozos generados por la patota.
Borelli (a la izquierda de la pantalla), y el director periodístico del diario Gustavo Cirelli, mostraron a Cristina los destrozos generados por la patota.

Si la patota que irrumpió el lunes por la madrugada en la redacción del diario Tiempo Argentino pretendió frenar el proyecto autogestionado, conformado por los trabajadores de la empresa vaciada por Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, fracasó. La destrucción de computadoras, mobiliario, archivos y sistemas de redes con los que editan el semanario sólo fortaleció la iniciativa que emprendieron hace dos meses los 120 laburantes y que, cada domingo, 30 mil porteños agotan en apenas unas horas. “Este ataque nos reafirma en la necesidad de seguir, por eso respondimos con una edición de emergencia que salió el martes, con otra especial para el 9 de julio, además de la habitual”, contó a El Eslabón Javier Borelli, redactor y presidente de la cooperativa Por Más Tiempo, editora del periódico.

—¿Qué análisis hacen del ataque que sufrieron el lunes en la redacción?
—Es muy difícil de analizar porque hay mucha información que está faltando y que tendría que ser provista por el Estado y distintas instancias del Poder Ejecutivo. La primera de ellas es quién es esta persona (Mariano) Martínez Rojas que encabezó la patota y que dice ser titular de los medios de SUP, la razón social que sacaba al aire la señal de Radio América y de Balkbrug SA que editaba Tiempo. Él dice ser eso, pero nosotros nos hemos presentado en distintas instancias judiciales y nos quedaron realmente muchas dudas de que él tenga algún derecho sobre esas sociedades.

Hay una omisión también en el accionar de la Policía Federal, que fue negligente porque mientras estaban destruyendo la redacción, nosotros desde afuera los escuchábamos y ellos también, dejaron que todo pasara. En medio de la noche les presentamos documentación que probaba que esa persona no tenía ningún contrato de alquiler vigente con el dueño del inmueble, y la policía decía no haber actuado porque el otro se presentó como dueño. También le probamos que el Ministerio de Trabajo nos había puesto a nosotros como custodios de los bienes. Y por último se dejó salir a esta gente sin detener a nadie, incluso cuando no todos estaban identificados. Es decir: se facilitó el escape de una patota que ingresó en un medio de comunicación, afectando nuestro derecho laboral y nuestro derecho a informar y contra nuestra integridad física. No hay una respuesta oficial todavía.

—¿Ahora siguen trabajando en ese lugar o tuvieron que improvisar una redacción de emergencia?
—Seguimos en el mismo lugar y a la vista de lo que está sucediendo no queremos dejarlo, aunque también estamos buscando otros espacios, pero tenemos muchos compromisos por delante que no nos permiten salirnos: estamos armando una edición especial por el Bicentenario, tenemos otro número el domingo. Lo que sí tuvimos la fortuna de que mucha gente se acercó al diario a ayudarnos y con eso logramos rearmar la redacción, que está funcionando en un 70 por ciento.

—Y más en términos políticos, pensando este episodio en el marco del desafío que asumieron al relanzar el proyecto como cooperativa, que además está teniendo una gran recepción por parte del público, ¿qué lectura pueden hacer?
—Al no haber ningún motivo legal, real, explicable de porqué sucedió eso, y al haber tanta connivencia de los poderes que tendrían que intervenir para evitarlo, nos queda claro que hay quienes no quieren que esto funcione. Cuando alguien intrusa un lugar, o es para vivir o para robar, y acá no vinieron a llevarse nada, fueron a romper el área de sistemas, a cortar los cables de red, a desordenar la administración buscando no sé qué, abrieron un archivo de investigaciones y rompieron todo. Esto fue un ataque a nuestro trabajo. Pienso que esperando que bajemos los brazos, nos cansemos, dejarnos afuera de la redacción. Si nosotros no hubiéramos entrado por nuestros propios medios, no recuperábamos la redacción y no hubiera quedado nada, porque la policía no intervenía.

Creemos que esto está vinculado a este éxito del que hablamos, en cuanto a la llegada de Tiempo, a la posibilidad de marcar agenda como ha empezado a pasar y no a otra cosa. Lo enmarcamos en eso. A pesar de las complejidades que tiene este proceso creemos que está siendo muy exitosos, y la verdad es que este ataque nos reafirma en la necesidad de seguir, por eso respondimos con una edición de emergencia que salió el martes, con otra especial para el 9 de julio, además de la habitual del domingo.

—Tras el ataque, ¿debieron modificar el ritmo de trabajo?, ¿cómo cuidan su espacio de producción?
—Nosotros funcionamos por turnos, aunque ya veníamos también trabajando mucho para lanzar la web, que deberemos postergar un poco. Pero ahora, desde el lunes a la mañana, estamos todos todo el tiempo, laburando el doble y con ganas. Cuando armamos la cooperativa fue porque queríamos responder al vaciamiento con laburo. Una vez que la patronal ya no estuvo para condicionar nuestro trabajo y pudimos hacer este diario, del cual nos sentimos muy orgullosos, es muy difícil renunciar a esto.

—¿Cómo están haciendo en estos primeros tiempos para sostener el proyecto, están empezando a cerrar los números o todavía falta mucho?
—Hace poco tiempo estuve con un compañero de La Masa (cooperativa de prensa que produce El Eslabón), que nos contaba el proyecto de ustedes y nuestra idea inicial es bastante parecida a lo que ustedes hacen, en cuanto a cooperativa de comunicación, a trabajar diferentes servicios de comunicación pero fortaleciéndonos en lo que es nuestro propio medio. Decidimos comenzar fortaleciendo nuestro propio medio, ponerle mucha pila a un modelo sostenido por el lector, que implicó desarrollar un sistema de suscripciones y de socios. Hoy, los lectores y socios de Tiempo Argentino representan el 60 por ciento de los ingresos de la cooperativa y en sólo dos meses estamos acercándonos, para los que se dedican full time, a retiros que rondan a lo que plantea un convenio de redactor en Buenos Aires. Y ya con la matrícula otorgada, con facturación, con cuit, inscribiéndonos en todos los estamentos estatales que por ahora nos han pateado la atribución de pauta oficial. Para nosotros eso es una alegría enorme que nos hace dar más ganas de seguir metiéndole más y más.

—¿Qué relaciones establecen entre ese crecimiento que describís y el actual mapa de medios que se va configurando en esta nueva etapa política iniciada tras el triunfo de Macri?
—Te cuento un hecho muy significativo que ocurrió cuando aún estábamos en pleno conflicto laboral con nuestro empleador: El 24 de marzo hicimos una edición especial de 35 mil ejemplares que se vendió en las inmediaciones de la Plaza de Mayo y que en menos de seis horas se agotó. Habíamos puesto un precio sugerido de 20 pesos y la gente nos daba billetes de 100 y nos decía «queremos que sigan». Eso nos demostró, primero que había una identificación de la gente con nuestro proceso, al que veían además relacionado con la situación de ajuste y de este gobierno de los empresarios que deja de lado a los trabajadores; y por otro lado, la necesidad manifiesta de que haya una voz distinta, donde hay un coro que le hace la venia al Poder Ejecutivo y creo que Tiempo es uno de los pocos que ocupa ese lugar. Pudimos ver que en ese escenario Tiempo era necesario para una mayor democracia informativa y por eso es todavía más preocupante lo que pasó el lunes, porque se atacó a un medio de comunicación que tiene una mirada diferente a la del Poder Ejecutivo nacional, y éste no reaccionó de ninguna manera. Y un episodio como éste no puede ser naturalizado.

Fuente: El Eslabón

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