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“Querido rey”, dijo uno y se le vinieron en malón recreando la rebeldía criolla.

Claro que sí, en 1816, durante el proceso independentista con todos sus proyectos en disputa, algunos probablemente habrán sentido angustia ante una pérdida inminente. El que encabezó el acto militar por el Bicentenario, en Tucumán, dijo algo coherente con su clase, ya que los comerciantes, los enriquecidos por el puerto, los señores de bien, los de supuesto apellido de abolengo, los herederos de los privilegios de conquistadores y colonizadores, tenían una profunda angustia.

Ganado por la emoción, el ex presidente de Boca no olvidó a esos oligarcas ancestros. Entonces, al interpretar a los de su casta, llamó “Querido rey”, al monarca que tuvo que abdicar por las denuncias en su contra por corrupción, fraude y evasión fiscal.

 La temerosa oligarquía

Las rebeliones en la colonia atemorizaban a la corte de Madrid, pero también a los zánganos que vivían bajo su protección, y a los intermediarios del orden monárquico que regenteaban sus negocios. “Algo a lo que la oligarquía residente en el puerto no quería renunciar era a los privilegios que Buenos Aires había tenido y gozado como capital del Virreinato”, indica Leonardo Rodríguez Maglio, en su libro La filosofía popular y regeneradora del magnánimo José Artigas.

“En el concepto del Protector Artigas, el punto central era respetar y salvaguardar los derechos de los pueblos”, esto es “la administración de su soberanía”. Ese era el fin al que servían como medios la Independencia y la Confederación. Esto implicaba igualdad y reciprocidad entre todas las provincias”.

En ese marco, sostiene que dos filosofías se enfrentaron en el Río de la Plata con sus respectivos objetivos y valores. Una era “la oligárquica y parcialmente continuista del régimen anterior, mientras que la otra era la popular, republicana y democrática, consecuentemente revolucionaria de Artigas”.

Otros tenían un “ideal gigantesco”

En 1992, en una contratapa de Página|12, el célebre Osvaldo Gordo Soriano escribía: “Castelli, mientras se muere enmudecido por un cáncer, garabatea esquelas y lee el futuro. Por mandato de la Junta elegida el 25 de mayo, intentó en los cerros del Alto Perú una inmensa Revolución. Liberó indios, predicó la trilogía tenaz de «libertad, igualdad, independencia», fusiló mariscales torturadores y colonialistas empedernidos”.

“Castelli fue el brazo implacable del joven secretario Mariano Moreno que procuraba desde Buenos Aires forzar el rumbo de una Junta formada de apuro: en esos días de 1810 nace la esperanza de una aldea orgullosa que va en busca de su destino. Esos hombres tienen un ideal gigantesco: formar, de la nada, una nación moderna y solidaria, heredera a la vez de la Revolución Francesa y de la joven democracia norteamericana. Todos ellos se perderán en una tempestad de pasiones y desencuentros”, agrega Soriano al describir la actitud de esos tipos apasionados, intolerantes con lo políticamente correcto.

“En una década de guerras horrendas y proyectos inmensos, esos hombres pasarán a la historia nada más que por creerse sus sueños. Van a la muerte o al exilio por ellos y por el futuro. Escriben sus penas y ocultan sus amores. Creen que la historia está por hacerse y aceptan el desafío. En poco tiempo, el viento de la Argentina rebelde corre por el continente: es en nombre de Mayo que los esclavos se levantan y los pueblos aplastados reclaman justicia. Duró un instante, nada más, pero fue grandioso y vale la pena recordarlo más allá de la escaparapela en el pecho y la aburrida canción del colegio”, sostiene El Gordo al describir el carácter de los próceres, no tan angustiados.

“No sé de dónde lo sacó”

Para el maestro de la ética y el compromiso, don Osvaldo Bayer, lo de Macri  “es una bestialidad, una debilidad, una injusticia absoluta y tremenda, el discurso oficial. Demuestra la poca calidad humana de este presidente”. También calificó de imprecisa esa estimación sobre el ánimo de los congresales de Tucumán, “No pueden haber estado tan caídos”, expresó el autor de La Patagonia Rebelde. Y sobre las fuentes informativas que pudo utilizar en el discurso presidencial, advirtió Bayer: “No sé de dónde lo sacó”.

Daños reales

Por su parte, Felipe Pigna, con rigor histórico, documentó la falsedad de la interpretación que se le ocurrió al presidente de la nación, como una reverencia a la imagen del caído monarca. Resaltó que “la angustia que había no tenía que ver con independizarse de España justamente, hay un error cuando él dice «la angustia de los próceres, querido rey», como diciendo que la angustia era independizarse de España. La angustia no era esa. La angustia era estar en zona de combate y haber visto los desastres que hacía España, que arrasaba pueblos enteros, que mataba hombres, mujeres y niños”.

Pigna, además, destacó que en el documento Manifiesto de Agravios, que se escribió al año de redactar el Acta de Independencia de Tucumán, aquellos patriotas nombran “todos los daños que le hizo España a nuestro país: cancelar su educación, arrasar pueblos, matar gente, esclavizar a los pueblos indígenas”. “La angustia no tenía nada que ver con dejar atrás a España. Muy por el contrario, hubo bailes, celebraciones, fiestas, mucho pueblo, cinco mil personas, que para ese momento era muchísima gente”, sostuvo el historiador.

Exigen un desagravio

Roberto Baradel, secretario general del sindicato docente bonaerense (Suteba), ante los dichos del mandatario exigió “un desagravio a los cientos de miles de docentes que a lo largo de la historia argentina les enseñamos a los pibes que nuestros héroes de la independencia tenían valentía, coraje, determinación, y no tenían angustia ni miedo”. Y agregó: “No queremos lo que pretenden grupos económicos y empresarios, que los maestros enseñemos en las escuelas que siempre hubo pobres, y enseñemos para la resignación”.

“Poder despótico de los reyes”

“Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España. Los representantes, sin embargo, consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, la de los pueblos representados y la de toda la posteridad. A su término fueron preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país”, así recuerda Gabriela Cerruti la palabra textual de esos hombres en 1816.

En la nota De Funerales y de Fiestas, publicada en nuestrasvoces.com.ar, del 9 de julio, señala sobre la palabra del empresario: “Pero él eligió Angustia. O será que ella lo eligió a él”.

Belgrano, hiperactivo

Desde la ciencia, el doctor Daniel López Rosetti en Historia clínica 2 (Editorial Planeta), investiga algunos de los padecimientos de los protagonistas de la historia. En el capítulo referido a Belgrano, indica: “Podemos decir que se trataba de una personalidad con dedicación y disciplina al estudio y al trabajo. Pero ese detalle de caminar rápidamente y dormir pocas horas, confirmarían un dato particular: posiblemente se trataba de una persona con un estilo conductual proclive a la hiperactividad, esto es, un estilo de conducta de alto rendimiento productivo en el desarrollo de las tareas emprendidas. Otras referencias biográficas referentes a la constante y reiterativa supervisión de las tropas, armamento, la cocina, las provisiones, los servicios médicos y la disciplina, también confirman este posible diagnóstico”.

Autorreferencial

En su discurso del 9 de julio, el presidente Macri afirmó: “Claramente deberían sentir angustia, querido rey, de tomar la decisión de separarse de España”, refiriéndose a aquel “conjunto de ciudadanos que se animaron a soñar” en 1816 cuando, según sus palabras, “empezó la historia”.

Si se toma esa afirmación como una inferencia a partir de analizar las acciones de los congresales, no se puede menos que calificar como un grosero error la caracterización del estado de ánimo de aquellos ciudadanos. Dicen los psicólogos que “algo propio en el estado de angustia es la inhibición del acto, para evitarla”, pero ha quedado documentado que esos hombres que participaban de los acontecimientos de 1816 debatían acaloradamente, además de protagonizar acciones concretas. Retomando las palabras previas del empresario presidencial: “Estamos todos movilizados, tratando de pensar y sentir lo que sentirían ellos en ese momento”. Parece más claro que su afirmación acerca de la “angustia” fuera autorreferencial. Sería entonces una declaración acerca de sus propias emociones de cara al padre, su “querido rey”.

Fuente: El Eslabón.

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Un comentario

  1. adhemarprincipiano

    19/07/2016 en 16:59

    La burguesia capitalista, siempre trata de ocultar con mayor o menor resultado su origen, el genocidio. Solamente se alcanzara a apagarlo con el triunfo del Anarco- libertario.

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