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Ilustración: Facundo Vitiello

Yo no sé, no. El campito en disputa estaba del primer puente de la Vía Honda hacia el sur, o sea, lo que hoy sería Doctor Riva y Avellaneda. Por ahí frecuentaban las vacas de Tito, el último tambero de la zona, y los pibes que iban a cazar, porque en ese tiempo había jilgueros y cuises, y hasta se veía sobrevolar alguna que otra perdiz. Lo cierto es que se le fue ganando espacio y apareció la canchita, ocupando el espacio que merecía ocupar el deporte más popular. Yo no sé si fue Tito, o quién, pero al poco tiempo ya se habían afanado un arco y la canchita quedó con uno sólo que encima no era un arco de primera línea, era uno con maderas improvisadas. Cada vez que se jugaba un partidito, todos querían patearle al arco original, porque el otro era de trapo, de pilchas, y todo aquel que jugó con arco de trapo sabe de las eternas discusiones que se arman para definir si fue gol, si fue afuera o se fue alta. Algunos pícaros incluso cambiaban de arquero cuando les tocaba ir de ese lado y ponían un petiso, para que siempre fuera alto el tiro. Los que tenían buen equipo, en cambio, llevaban un arquero que ocupara, con brazos bien largos, la mayor cantidad de espacio posible.

Eran tiempos en los que el fútbol rosarino, tanto con Newell’s como Central, empezó a ocupar el espacio que se merecía. A los de Arroyito les iba bien en los nacionales –se acuerda Pedro–, y empezó ganando el del 71. Se ve que ocupaba bien todo el territorio nacional y jugaba en todas las canchas bien. Los dos eran equipazos –admite Pedro–.

Y también se acuerda cuando, al poco tiempo de ingresar a estudiar, la escuela fue tomada. Eran tiempos de efervescencia política y, aparte de la gran militancia estudiantil, había unos muchachones que se habían puesto “Agrupación MTU”. Y cuando les preguntaron qué significaban esas siglas, respondieron sonriendo: “Movimiento de Timberos Unidos”. Algunos habían terminado los estudios y habían vuelto. Los tratábamos de lúmpenes, término que se usaba mucho en aquella época, pero en realidad esos muchachos estuvieron hasta el último día de la toma haciendo el aguante. Había que ocupar los espacios militando, y más aún en el estudiantil, donde la derecha había usurpado cargos importantes y mantenía una rígida estructura de enseñanza, tanto en lo disciplinario como en lo ideológico.

Pedro miraba el otro día lo que está pasando en Moreno, provincia de Buenos Aires, donde los medios dicen que están “usurpando” terrenos. Es curioso –me decía–, cuando los pobres ocupan espacios que necesitan les dicen “usurpadores” y sin embargo nadie habla de los “usurpadores” del poder que están en el gobierno, y que si bien llegaron con el voto popular, la tarasca que hicieron la hicieron desde un principio con los favores que les hizo el mísmisimo Roca, cuando desalojaba a los originarios y repartía las tierras entre las grandes familias.

Habría que reagrupar a los ocupas –me dice Pedro–, a todos. Porque hoy más que nunca se necesita un espacio para el bien social, para las canchitas de futbol, y sobre todo un espacio político que vuelva a ser para un proyecto colectivo, inclusivo, y no como el de estos tipos que, si los dejamos, nos van a afanar hasta el último arco y no vamos a poder jugar ni siquiera con uno sólo.

Fuente: El Eslabón.

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