Entre la leyenda negra y la de la piadosa evangelización, el historiador misionero Daniel Cantero analiza la relación de los jesuitas con los guaraníes.
“Las nuevas ideas desplegadas en la histografía regional superan las teorías que hablaban de la clásica leyenda negra en la que se dice que religiosos oprimían y explotaban a los originarios. También avanzan sobre otras visiones, más apologéticas –a veces construidas por el propio relato de la compañía- , que hablaban de una piadosa misión evangélica, como se desprende de los escritos en historia colonial argentina”, dice el historiador y docente misionero, Oscar Daniel Cantero.
El investigador, autor de libros como “Misiones, siglo XIX”, trabaja sobre los liderazgos guaraníes durante la época de los jesuitas y la de Artigas, e indica que “la relación entre jesuitas y guaraníes se basó en una especie de alianza política, con beneficios para ambas partes”.
“Está en claro que era un proyecto de colonización y de imposición de un orden establecido. No había una idea de autonomía como si los jesuitas estuvieran fuera del poder de la corona, ellos formaban parte de un proyecto colonial. Tenían la misión de contener el avance portugués hacia el Potosí, era un negocio para la corona, de la corona, ya que los guerreros guaraníes se autofinanciaban y no causaban gastos a los centros de poder”, explica Cantero.
”Los etnohistoriadores, dedicados a una disciplina nueva y ubicada entre la antropología y la historia, parten de la idea de la alianza de la compañía religiosa con los caciques guaraníes. En la histografia tradicional, un indio era un ser pasivo y todo parecía que le pasaba por fuera, pero no era tan así”, indica el profesor de Santo Pipó, Misiones.
Otros autores sobre el tema a los que Cantero citó son Guillermo Wilde con el libro «Religión y poder en las Misiones de guaraníes», de 2009; Lía Quarleri con » Rebelión y guerra en las fronteras del Plata. Guaraníes, jesuitas e imperios coloniales», del mismo año y Mercedes Avellaneda, con el trabajo «Guaraníes, criollos y jesuitas», de 2014.
Estrategias de sobrevivencia
También, Cantero señala que “al cambiar el contexto político, con la llegada de los jesuitas o en el momento final al caer Artigas, los guaraníes reacomodan su estrategia de sobrevivencias y acuerdos, para preservar a su comunidad”. En ese marco, recuerda que “el cacique, como líder de la comunidad, busca mantener la existencia de su comunidad ante los encomendados y los bandeirantes”.
“En esa alianza, los jesuitas respetan la existencia de las comunidades, pero las reducen: juntan en una misión a varios grupos, aceptan el liderazgo que tenían los originarios pero no aceptan la religión de ellos. El jesuita adoptó el más allá del cristianismo a la cosmovisión guaranítica sobre una «Tierra sin Mal», destino al que caminaban por una vida mejor.
También permitieron que conservaran la lengua ancestral y la aprendieron. Además, como algunos religiosos venían de Alemania y Francia y llegaban con distintos idiomas, entre ellos también se comunicaban hablando guaraní”, resalta el historiador.
Al consultarlo sobre esa enorme presencia de los jesuitas en la región de las misiones, donde parece que el origen del territorio está más ligado a los religiosos que al pueblo guaraní, indica que hasta “la lectura turística habla de ese pasado ligado a los jesuitas, y poco a los originarios. Pero hay serios estudios, donde desde el arte y la arquitectura, se ve gran parte de la influencia originaria en edificios, como los templos. Se percibe una construcción mestiza”, sostiene.
Indica como esclarecedora en ese tema la tesis doctoral de Emilio Rocholl sobre la música misional. Se llama «El culto mariano y las fiestas de la Virgen en las Misiones de la Provincia Jesuítica del Paraguay», y es de 2012. Se basa en parte en la obra de Piotr Nawrot «Indígenas y cultura musical de las reducciones jesuíticas», de 2002.
Y añade: “La creencia es que era el guaraní quien copiaba lo que le daban los jesuitas, pero también se piensa que ese barroco era propio ya de ellos. Al irse los jesuitas, los guaraníes conservan esos instrumentos, pero los adoptan y adaptan”.
En tanto, también señala que estudios sobre el arte guaraní-jesuítico son desarrollados en dos libros de Bozidar Darko Sustersic: «Imágenes guaraní-jesuíticas» (2010) y «Templos jesuítico-guaraníes» (2013). “Los juicios han sido muy subestimadores sobre la capacidad del indio. Incluso había muchos misioneros que consideraban que genéticamente el indio no estaba en condiciones de inventar y que solo copiaba. Es decir que argumentaban una razón genética, como una imposibilidad. No todos los misioneros pensaban de esa manera, por supuesto. Ha habido discusiones entre ellos, pero lo que prevaleció fue la opinión que subvaloraba al indio”, remarca Sustersic, quien fue director del Instituto de Teoría e Historia del Arte Julio Payró de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Presencia y huella
Por otro lado, explica que al no haber en Misiones “una descendencia directa de la población guaraní, se recrea el mito basado en ese discurso que dice que llegamos de los barcos”. Pero advierte: “En verdad, llegó una clase media y dirigente, no sectores más populares, quienes además suelen -ante la colonización- perder su memoria y no tienen ni una fotografía de su pasado. Pero hay sitios donde se conserva de manera maravillosa esas huellas: en San Miguel y Loreto, poblaciones fundadas por los guaraníes, en la ruta que comunica Corrientes con el Iberá, se palpa la presencia ancestral y los mismos apellidos hablan de esa impronta”.
“En las lagunas surgieron aldeas de originarios que escapaban de los jesuitas”, explica. Y en el marco de la perduración de las tradiciones guaraní-jesuíticas en los pueblos correntinos de Loreto y San Miguel, sobre el Iberá, nombra Cantero el trabajó que realizó Alfredo Poenitz en su tesis doctoral, publicada en el 2012 con el nombre de «Mestizo del Litoral».
Los liderazgos
“La continuidad de determinadas formas de liderazgo mediante la existencia de cabildos, tras la expulsión de los jesuitas, cayó en una decadencia. Con el tiempo, hubo una idealización del mundo jesuítico. La utopía aglutinadora era volver al esplendor de la época jesuita”, remarca Cantero.
Sobre los cabildos, indica que “los curas hicieron como en Perú, al intentar conciliar la nueva institución del cabildo europeo con los liderazgo indígenas”.
Los liderazgos “se daban en las comunidades pequeñas, cuando los jesuitas reducen los pueblos, quedan varios caciques en una misión, con ellos los curas organizan y administran al poblado. Elegían a los cabildantes y los diferenciaban del resto de la comunidad, también introdujeron la transmisión de cacicazgo en forma hereditaria. Pero antes, en las comunidades el líder era él quien tenía más capacidad, valor y destrezas, por lo que si no se comportaba con esos valores lo cambiaban”, sostiene el investigador.
“En lo relativo al liderazgo religioso, los chamanes estaban en contra de los jesuitas y se enfrentaban como en un duelo de payés, de brujos o magos”, resalta.
Además, explica Cantero que “Andrés Guacurarí busca recuperar la plenitud del pueblo guaraní y que la región de las misiones sea considerada como una provincia. Un territorio gobernado por indios, algo que resultaba impensable”.
También Artigas se comunicaba en forma directa con los cabildos y tenía un fuerte respeto a ellos, con quienes se conectaba para, por ejemplo, elegir delegados naturales de esas comunidades que lleven la voz de su gente al Congreso de los Pueblos Libres, que se realizó en junio de 1815 en la hoy Concepción del Uruguay. En esa liga aparece la idea de igualdad y de participación democrática.
Los cabildos del Guaray
En la región rioplatense, los cabildos comenzaron a funcionar como “un sistema sumamente centralista y verticalista”, indican los historiadores. Pero las misiones jesuíticas de guaraníes “poseían una organización diametralmente distinta, al estar conformadas por treinta pueblos en su momento de máximo esplendor, cada uno con su propio cabildo, los cuales establecían una relación de igual a igual con los demás”.
También resaltan el rol de los cabildos al ser parte de la rebelión generalizada, la Guerra Guaranítica antes mencionada, “en la que los jesuitas no pudieron controlar a los caciques y funcionarios de los cabildos, quienes dirigieron la sublevación”, indican Jorge Francisco Machón y Oscar Daniel Cantero en “Misiones siglo XIX, investigaciones históricas”, de 2014.
Resaltan que “tras ser expulsados los jesuitas, los cabildos misioneros siguieron funcionando como una suerte de confederación de pueblos”.
Machón y Cantero investigaron el tema y entre 2008 y 2010 realizaron las ponencias “Cabildos misioneros en la etapa postjesuítica”, “Los cabildos misioneros y el federalismo de Artigas” y “los Cabildos misioneros”. En ellas señalan que “ya durante el ciclo de revoluciones iniciadas en 1810, que dio origen a los modernos estados nacionales de la región, el modelo misionero de organización coincidió con el proyecto que encabezó José Artigas. Partimos entonces del supuesto de que la persistencia de formas organizativas más antiguas, particularmente la marcada autonomía de la que gozaron los cabildos, explica en cierta medida la fuerte adhesión de los guaraníes misioneros al proyecto federal de Artigas, a quien acompañaron hasta su definitiva derrota”.