El historiador Víctor Hugo Torres analiza hechos y protagonistas de una disputa que reflota luego de 200 años.

No fue fácil declarar la independencia hace 200 años, entre 1815 y 1816. El proceso tortuoso, y contradictorio por momentos, que sucedió al acto libertario de 1810, trató de organizar la Asamblea Constituyente del año XIII”, indica Víctor Hugo Torres, historiador correntino, autor de La gloria y el olvido. General José Francisco de San Martín, Comandante Andrés Guacurarí y Artigas”.

“Los importantes avances institucionales, en parte se debieron a trapisondas y contubernios de los porteños, quienes no dejaron participar a los delegados de la Banda Oriental”, indica el investigador radicado en Rosario, y advierte que los delegados artiguistas “unidos a los sanmartinianos hubieran dominado la asamblea”.

Los lazos de intereses, especialmente económicos y sociales, de relación con España, seguían siendo muy fuertes, razón por la cual no se declaró la independencia. Se siguió con el vasallaje a Fernando VIII, todavía preso por Napoleón y al que en España llamaban El Deseado”, repasa el investigador, y agrega que “este drama político” está contemplado en la obra de Natalio Botana Repúblicas y Monarquías. La encrucijada de la Independencia (Editorial Ensayo Edhesa).

Dos personajes providenciales”

Torres explica que José Gervasio Artigas, o simplemente el general o Don José, había logrado reunir bajo su “protectorado” a las provincias del Litoral: La Banda Oriental del Uruguay, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y Misiones (y por un corto tiempo, también Córdoba).

Resalta que “sus delegados a la Asamblea del año XIII marcharon con precisas y revolucionarias instrucciones, pero fueron rechazados por Buenos Aires. Entonces, cansado de traiciones y maltratos de quienes hasta le habían puesto precio a su cabeza, convocó a un Congreso Constituyente de los Pueblos Libres, que así denominaba a su área de influencia y protectorado, a partir de mayo de 1815, en Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay)”.

Mediante abundante epistolario –relata Torres– instruyó a las autoridades de cada jurisdicción las formas y prácticas democráticas que deberían cumplir para nombrar los delegados diputados. Voto directo en democracia directa (como en la Grecia Antigua)”.

Sobre las indicaciones de Artigas, en una carta al Comandante Andresito Artigas (Jefe de los Guaraníes y gobernador del territorio de las Misiones y luego también de Corrientes), explica: “Que cada pueblo mande su diputado indio al Arroyo de la China. Usted dejará a los pueblos en plena libertad para elegir a su satisfacción pero cuidando que sean hombres de bien, y con alguna capacidad para resolver lo conveniente”.

También afirma que “El Congreso de Oriente fue el único en América que tuvo diputados de pueblos originarios con plenitud de derechos igualitarios. Los creadores de la historia oficial se referían a Artigas como el arquetipo de la democracia semi bárbara que gobernaba casi a caballo sin apego a las formas propias de lo urbano y espíritu liberal de las elites vigentes. Nada más erróneo y mal intencionado”. En ese marco, recomienda el “muy bien documentado libro del joven filósofo uruguayo, Leonardo Rafael Rodríguez Maglio”, refiriéndose a La filosofía popular y regeneradora del magnánimo José Artigas, de edición propia.

José Francisco de San Martín, desde Cuyo, alista el Ejército de los Andes para su programada campaña del Pacífico. El Congreso de Tucumán, convocado por Buenos Aires, llama a las provincias de Cuyo (Mendoza junto a San Juan y San Luis)”. Torres advierte que “no figura ningún pueblo originario, a pesar de constituir la mayor población y ocupar la mayor extensión territorial”.

San Martín cae en grave enfermedad por alrededor de veinte días. En realidad estos días los ocupa plenamente a digitar el Congreso, determinando las cosas más elementales de su institucionalidad y organización política. Su voz y voto son canalizados por su confidente y delegado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz. No escatimó energías ni sus amplios conocimientos, que superaban a todos los protagonistas. Le escribe el 14 de abril a Godoy Cruz: ¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia!”, recuerda Torres

Dos congresos

Antes de iniciarse el Congreso de Oriente, el Director Álvarez Thomas envía a dos delegados (Pico y Rivarola) para convencer a Artigas que traicione a las provincias del Litoral a cambio de la soberanía independiente de la Banda Oriental. Artigas lo rechaza grandemente disgustado: ¡No lo conocen! El Congreso queda constituido el 29 de junio, y ese mismo día se jura la independencia y se comienza a tratar, en los siguientes cuarenta y cinco días, la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial e internacional, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la Confederación, la política agraria, y la posibilidad de extender la confederación al resto del ex virreinato”, señala el correntino.

Todos estos puntos, ya preparados y propuestos por Artigas, también San Martín lo haría el año siguiente con Tucumán. Don José, con un gesto de magnanimidad que lo caracterizaba, envía el acta original de la declaración de independencia para que lo firme el gobierno de Buenos Aires. Son nombrados mensajeros: José Simón García de Cossio (correntino), José Antonio Cabrera de Cabrera (cordobés), Pascual Díaz de Andino (santafesino) y Miguel Barreiro (oriental). Al recibirlos, Álvarez Thomas rasga el papel y toma prisioneros a los mensajeros, confinándolos en una embarcación anclada en la rada. ¡La guerra está iniciada!”, sostiene Torres.

Dos independencias

La independencia jurada el 29 de junio no tiene comprobante, lo destruyó la tiranía de Buenos Aires. Pero en la memoria mítica de los pueblos que la juraron, existe en plenitud”, advierte el historiador, y agrega: “El Congreso de Tucumán abrió sus sesiones el 24 de marzo de 1816, con treinta y tres diputados: 18 clérigos y el resto abogados y militares. El 6 de julio, en sesión secreta, el general Manuel Belgrano propone en su famoso discurso a la Asamblea la adopción de una monarquía”, reseña.

El momento era de extrema gravedad: San Martín que urgía con severa decisión, Artigas que pedía al cabildo de Montevideo la guerra total con Buenos Aires y sus aliados. La reacción realista triunfaba en todos los frentes desde México a Chile. El Alto Perú en poder realista y las tropas godas a menos de doscientos kilómetros de Tucumán. Peor panorama, imposible. Así se llegó al 9 de julio, y para algarabía de San Martín ¡se declaró la independencia!”, subraya.

Sobre ambos congresos, Torres opina: “Creo que en el Congreso de Oriente fue la Independencia surgida de la conciencia nacional y la participación igualitaria”, y agrega una frase del oriental: «Nadie es más que nadie».

La Independencia de España, y de cualquier otra nación de la tierra, no les interesaba como cuestión esencial a las élites porteñas y sus aliados provinciales (que los tenían), y si no fuera por San Martín y su enérgica exigencia al Congreso de Tucumán, ¿cuánto más se hubiera tardado?”.

Pero admite: “De todos modos, esas élites lograron torcer el Congreso, llevarlo a Buenos Aires y derrotar política y militarmente a Artigas, San Martín y Belgrano, y con ellos moría el sueño de la Patria socialmente inclusiva e igualitaria. A 200 años, aún estamos aguardando la verdadera Independencia Nacional que devuelva al pueblo la soberanía y el protagonismo histórico”.

Más notas relacionadas
Más por Alfredo Montenegro
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Publicidad