No es que la amoral alianza entre el partido vecinalista PRO, la largamente centenaria Unión Cívica Radical (UCR) y la agrupación esotérica Coalición Cívica no hayan mostrado los dientes de entrada, incluso en la misma campaña que terminó con Mauricio Macri ensayando pasos de baile en los balcones de la Casa Rosada el ominoso día de su asunción.

En una blitzkrieg que sorprendió hasta a algunos republicanos formalistas, el gobierno de Cambiemos se llevó puestas leyes, programas sociales, el número de integrantes de la corte, y hasta al propio Parlamento, al que sin contar con mayoría propia lo obligó a darse varios tiros en los pies, el principal de los cuales fue desmantelar el frágil dique que contenía la furiosa demanda de volver al endeudamiento, ejercida por la banca “nacional” y extranjera.

Discursos que matan

En el primer trimestre de 2017, cuando las encuestas comenzaron a reflejar el efecto de la estrangulación económica practicada por el macrirradicalilismo, el gobierno nacional comenzó a endurecer su discurso y su acción, preparando al núcleo duro que lo sigue apoyando para ingresar en la fase represiva de su mandato, antes aún de lo que él mismo había previsto.

Profundizó la estigmatización de los gremios más combativos, redobló la ofensiva contra el kirchnerismo, haciéndolo responsable de todas las calamidades que su administración generó desde el primer minuto de gobierno, apretó las clavijas del Partido Judicial para que acelere la persecución político-jurídica de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dinamitó los puentes con la CGT, ofendido por el anuncio en microdosis de un paro general que torna inútil como interlocutor al triunvirato que la conduce, atacó sin piedad al gremio docente, incumpliendo la ley al no convocar la paritaria del sector y guionando y acompañando la demencial política de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, y poniendo de relieve que el acuerdo con las organizaciones sociales en torno de la Ley de Emergencia Social sólo se trataba, al menos de su parte, de comprar tiempo y neutralizar la protesta en las calles, donde esos movimientos tienen una presencia que le resulta inaceptable.

En este último punto, el endurecimiento del discurso antipiquetero resultó ostensible. En la hiper comentada cena con Mirtha Legrand, al referirse a los cortes de calle que proliferan en la Capital Federal, Macri expresó: “Lo que vivimos en los últimos días es inaceptable. No sólo perjudica a la gente en la vida diaria, sino que perjudica a este proyecto que estamos impulsando los argentinos». Más claro no pudo ser, porque le faltan recursos cognitivos, pero para quien sabe leer entre líneas, alcanza y sobra.

Ese discurso no ingresó a la agenda macrista exclusivamente para desgastar a organizaciones sociales que apelan a los piquetes para visibilizar la crisis. Toda marcha, toda expresión de protesta, e incluso toda política que tenga efectos directos y efectivos en los territorios son puestos en discusión bajo la premisa de que suponen un palo en la rueda para llevar adelante “el cambio” que, según Macri, “reclaman los argentinos”.

Otra que hizo su aporte a la paz social en clave PRO fue la ministra de Desarrollo Social de la Nación Carolina Stanley. Cuando debió opinar sobre las protestas, mostró las papas en sus medias: “Fueron muchos años de usar la calle como un mecanismo de extorsión, en el que lamentablemente los cortes y piquetes no hacen más que profundizar la grieta y convertirse en un lugar de todos contra todos”.

Un párrafo de Clarín del 17 de marzo pasado muestra a las claras que el macrismo decidió reprimir, aunque todavía elija disfrazar esa política con eufemismos: “Riesgos siempre van a existir pero no podemos permitir que 50 personas perjudiquen a toda una ciudad”, reprodujo el diario de Héctor Magnetto respecto de lo que se hablaba en esos días “en los despachos de la Rosada”.

El autor de la nota, Santiago Fioriti, abundó: “Con ese ejemplo marcan una diferencia. No es lo mismo –afirman– una movilización masiva, para la que habría que hacer un impresionante operativo de desalojo, que un corte de pocas personas, y que, si se hace en un punto neurálgico, termina provocando casi el mismo efecto”. Y ese párrafo cierra con una declaración de guerra apenas suavizada: “A esas manifestaciones hay que disolverlas sin perder un segundo. Y nos estamos haciendo los distraídos”. Disolverlas.

Abordajes por el estilo, pero disfrazados de humorada, fueron la comidilla dos días antes en La Gaceta de Tucumán, cuando ese diario reprodujo una carta abierta que el economista Roberto Cachanosky dirigió, “en forma irónica”, a Macri.

A través de la misiva, publicada en su cuenta de Facebook, Cachanosky le propone al presidente que lance el “Plan Nacional Adopte un Piquetero”. La chistosa idea plantea confrontar –desde el primer párrafo– a la sociedad que trabaja con los que sólo se dedican a pedir que los mantengan.

Escribe Cachanosky, dirigiéndose a Mauricio: “Viendo que en los medios muchos periodistas manifiestan su preocupación por la situación económica de los piqueteros, pidiendo que el gobierno le entregue plata de los contribuyentes a esa gente y considerando lo agobiados que estamos aquellos que pagamos impuestos por la asfixia impositiva que soportamos, me permito sugerirle lance el Plan Nacional Adopte un Piquetero”.

Para no agotar al lector, se reproduce un párrafo más, a título ilustrativo de lo que un sector está dispuesto a jugar con tal de que nadie interrumpa los negocios del poder económico: “Este plan consiste en que aquellos que manifiestan su profunda solidaridad con los piqueteros, tengan la oportunidad de ejercer esas solidaridad en forma directa adoptando un piquetero. Esto es, que el solidario le pague de su bolsillo $13.000 a un piquetero como están reclamando y que ese monto pueda ser deducido del impuesto a las ganancias”.

Imaginen a taxistas, remiseros y camioneros que leen ese diario, o escuchan las decenas de radios que reprodujeron la graciosa idea del cachalote economista, quien en un alarde de sutileza –a lo largo de una entrevista que le hicieron antes de la segunda vuelta presidencial– vomitó: “Lo que más le conviene al peronismo es juntarse con Macri y llevar adelante las causas judiciales contra el kirchnerismo. Es el mal menor, en todo caso. Si no, ella (por CFK) puede llegar a volver…”. Ese retorno desvela a más de uno.

Frases y gases

Cambiemos tiene un libreto discursivo pobre pero eficaz, aunque a menudo le depara sorpresas desagradables, sobre todo cuando exhibe la fraseología básica que proporciona Jaime Durán Barba en escenarios que exceden el blindaje vergonzoso que le proporcionan los medios hegemónicos.

La banalización del genocidio nazi en la visita que el jefe de Estado y su ministro de Educación Esteban Bullrich hicieron en Holanda a la casa de Ana Frank, es una muestra de los límites que tiene la oratoria de autoayuda aplicada a la política.

“Los sueños (de Ana Frank) quedaron truncos en gran parte por una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo que promovía la intolerancia”. La dirigencia aludida estaba encabezada por Adolfo Hitler, Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich, Joseph Goebbels y otras monadas por el estilo.

Para no quedarse atrás, Macri escribió en el libro de visitas otra infame frase en la que pretendió referirse al diario escrito por la joven víctima del nazismo: “Es un mensaje de esperanza en el medio de la oscuridad. Su padre supo transformar su enorme dolor en una misión y comprometer al mundo en la lucha por los derechos humanos. Piensa en toda la belleza a tu alrededor y sé feliz, Ana Frank. Con todo mi afecto y respeto». El hecho de dirigirse a una muerta como si aún estuviera viva sólo se ve superado en ese breve pero revelador texto por la alusión a la presunta belleza de los campos de exterminio que rodeaban a la muchacha judía.

Tal vez se trate de una pereza intelectual bien propia de una elite torpe, que se pone de manifiesto debido a sus responsabilidades oficiales, políticas.

Quizás nunca pensaron que llegarían, cómo sería estar donde están, qué compromisos conlleva ese lugar donde están ahora. No han tenido, acaso, la ambición política de poder, sino más bien la voracidad procaz de la acumulación fácil.

Estos tipos son los verdaderos parásitos prebendarios que proyectan en los sectores más vulnerables sus miserias, sus carencias. Lo demencial es que hacen un culto del esfuerzo, del sacrificio, imponen la idea de lo tremendamente costoso que es todo en esta vida. Y son unos vagos atorrantes que si no heredan hacen su fortuna trepanando al Estado y aplastando al resto de la sociedad, sin registro alguno de su dañino rol. No se prepararon para otra cosa que para la rapiña, y a la larga eso se termina poniendo en evidencia.

Nada de eso los exime de estar en la vereda que están, ni de ser artífices de una nueva vuelta de tuerca en la que se impone un plan económico que requiere dejar en los márgenes a millones de personas, a través de un salvaje ajuste seguido de represión.

Puede que los enoje que se compare esa maqueta con la que diseñaron los mismos grupos económicos a la medida de las fuerzas armadas que asolaron a la Patria entre 1976 y 1983, pero son tan evidentes los parentescos que la llegada al gobierno de Cambiemos a través de los votos se torna un detalle insustancial. Los resultados están siendo y serán los mismos, con la sola excepción del mecanismo de la desaparición forzosa en gran escala.

En las últimas 72 horas, en distritos tan disímiles como el sur de Santa Fe y el sur del conurbano bonaerense sucedieron dos episodios que dejan a las claras la incidencia de un discurso de poder que habilita a “disolver” piquetes, y a perseguir y reprimir el trabajo social territorial.

A poco más de 30 kilómetros de Rosario, un camionero atropelló y mató a un trabajador de 38 años que participaba de una protesta en la intersección de las rutas provincial 10 y nacional 11 en San Lorenzo.

En una intencionada acción criminal, el conductor del camión decidió dar rienda suelta a una indignación amparada por el discurso oficial en sus máximas esferas, que no incluye sólo al poder político, puesto que también es la posición adoptada por las empresas propietarias de los medios de comunicación hegemónicos.

Edgardo Quiroga, secretario general de la CGT San Lorenzo, ducho en estas lides, se apresuró a advertir el escenario que sobrevendría a la muerte del joven trabajador Jonathan Gardini, afiliado al Sindicato de Vigiladores del cordón industrial del Gran Rosario y padre de cuatro hijos: «En los próximos días esto va a ser parte de la comidilla del gobierno nacional, de algunos medios que son serviles al gobierno nacional, diciendo que los responsables de la pérdida de la vida de Jonathan Gardini somos los piqueteros». y acto seguido, el referente gremial sentenció: “Acá hay un sólo responsable y es Macri”.

A alguna alma sensible le puede resultar exagerado, pero Quiroga sabe de qué habla. Nada barniza más de justicia al impulso criminal individual que el aval de la autoridad pública que justifica o propone defender presuntos derechos a como venga. Nadie puede ser más cómplice de la justicia por mano propia que aquel que debe constituirse como rector de las reglas de convivencia civilizadas pero elige la ley del far west.

A unos 350 kilómetros al sur de la tragedia de San Lorenzo, en la noche del jueves pasado, la Policía de Seguridad de Lanús irrumpió violentamente en el merendero comunitario Los Cartoneritos, del Movimientos de Trabajadores Excluidos (MTE), arrojando gas pimienta y destrozando todo el lugar.

El intendente de ese partido es el macrista Néstor Grindetti, procesado por poseer cuentas offshore en paraísos fiscales y pedido de captura internacional emitido por Interpol; y su secretario de Seguridad es Diego Kravetz, un ex kirchnerista que supo ser jefe de la bancada del Frente para la Victoria en la Legislatura porteña como hombre de confianza de Néstor Kirchner, lo cual prueba lo intenso que puede ser un tránsfuga.

El líder del MTE es Roberto Grabois, un dirigente que mantiene una estrecha relación con el Papa Francisco, al punto que algunos analistas del episodio represivo en el comedor de los chicos deslizó: “Estos tipos saben que esto no se lo hacen a Grabois, se lo hacen a Francisco”.

Más allá de las implicancias políticas, Grindetti y Kravetz se lo hicieron a los pibes, a quienes rociaron con gas pimienta, los detuvieron ilegalmente, los trasladaron a una comisaría que no es de menores, y destruyeron todo el lugar, donde meriendan y comen entre 100 y 400 pequeños de la barriada de Villa Caraza.

El macrismo, por acción u omisión, por mano propia o delegando tropelías en los ciudadanos más permeables a su discurso, inauguró este trimestre que termina su fase represiva.

Si durante el kirchnerismo, la Patria era el Otro, en tiempos de macrismo, UCR y la Pitonisa se vive una Patria sin Otros. Y están dejando claro que no sólo vinieron a cambiar futuro por pasado, también cambian frases por balas, palos y gases.

Fuente: El Eslabón

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