En su apogeo, el autodenominado Estado Islámico (EI) dominó un territorio mayor al del Reino Unido y tuvo un ejército más poderoso que mucho de los países que integran la ONU. Esa situación parece haber estallado en pedazos con la voladura de la mezquita de Al-Nuri en Mosul, Irak. El mismo EI la hizo volar, para que el enemigo no se dé el gusto de enarbolar la bandera iraquí en ese símbolo de la ciudad que se convirtió en centro del califato declarado por Abu Bakr al-Baghdadi en esa misma mezquita hace tres años.
Si el califato finalmente cae y pierde peso como enclave territorial, sólo continuará existiendo como guerrilla con capacidad de golpear en distintas partes del mundo, como lo viene haciendo. De hecho, en los últimos meses, se ha verificado una aterradora seguidilla de atentados. Y más allá de las crecientes medidas de seguridad y vigilancia, crece la sensación de que, por ejemplo, Europa es cada vez más vulnerable.
Si el EI sufre una derrota en Irak es de esperar que la venganza se perpetre con más saña todavía en Europa. La denominada “guerra contra el terrorismo” no está dando buenos resultados.
Europa no es la única región del planeta atacada por el terrorismo. Se producen muchos más atentados en Medio Oriente y África. Pero la prensa hegemónica internacional presenta a este continente como víctima inocente de una violencia ciega, fuera de contexto. Sin embargo, junto con EEUU, Europa es responsable de la inestabilidad de Medio Oriente, desde la época del colonialismo hasta la de los Imperios y la actual globalización neoliberal, sin olvidar la época de la Guerra Fría, en la que la región jugó un papel muy importante, por solo mencionar algunos puntos salientes de un largo y complejo proceso imposible de sintetizar en pocas líneas.
Las políticas de EEUU y Europa hacia esta región petrolera y estratégica remiten directamente a las causas profundas de la violencia terrorista que hoy padecen los ciudadanos de todo el mundo.
En menos de tres meses se produjeron tres ataques terroristas en Reino Unidos. Dejaron un saldo de 46 muertos y 200 heridos.
Más allá del Reino Unido, el Estado Islámico (EI) se atribuyó la autoría de una seguidilla de ataques, perpetrados con pocos días de diferencia, durante junio. El 5 de junio se produjo un asesinato seguido por la toma de un rehén en Melbourne, Australia. El incidente terminó con la muerte del atacante, un somalí de 29 años que estaba en libertad condicional.
Al otro día, el terror tuvo lugar cerca de la catedral de Notre Dame en París, una ciudad muy castigada por el terrorismo, cuando un hombre gritó “¡Esto es por Siria!” y le pegó con un martillo a un policía antes de ser reducido. Uno de los policías abrió fuego contra el atacante, que fue trasladado al hospital. El agresor confesó luego ser un “soldado del califato del EI”.
El 7 de junio se produjeron dos ataques fuera de Europa, en Teherán, Irán, perpetrados por grupos armados contra el Parlamento y el mausoleo del ayatolá Jomeini. Dejaron un saldo de 13 personas muertas y 46 heridos.
También Bélgica fue blanco del terrorismo. El martes 20 de junio el terror se apoderó de la estación central de Bruselas. Fue un atentado fallido. Un hombre de 36 años intentó hacer detonar una valija conteniendo clavos y garrafas. Pero no pudo, y apenas logró provocar dos pequeñas deflagraciones antes de ser abatido por militares. Bélgica se encuentra en situación de alerta máxima desde los atentados del 22 de marzo de 2016 en el aeropuerto y en el metro, en los que murieron 32 personas y otras 340 resultaron heridas.
Antes, en abril, fue el turno de Suecia. Un hombre de 39 años identificado como Rakhmat Akilov embistió transeúntes en una calle peatonal de Estocolmo matando a cuatro personas y dejando quince heridos. Dijo que actuó por órdenes del EI para “matar infieles”.
La batalla por Mosul
Por estas horas se lucha casa por casa en Mosul. Tropas combinadas del Ejército, el Servicio Antiterrorista y la Policía Federal de Irak, apoyadas por la aviación de la coalición internacional que lidera EEUU, intensificaron desde el 19 de junio las operaciones en el sector de la Ciudad Vieja de Mosul, en el oeste de la capital de la provincia de Nínive.
El asalto a la Ciudad Vieja, donde se sitúa la Gran Mezquita Al-Nuri, comenzó el domingo 18 de junio, después de meses de ofensiva, y permitió en pocas horas afianzar posiciones en torno a ese recinto, así como evacuar más de dos mil civiles, según fuentes del ejército iraquí.
Autoridades iraquíes lanzaron volantes sobre Mosul aconsejando a los residentes a permanecer en sus casas y advirtiendo a los integrantes del EI que sólo pueden “rendirse o morir’” ante la ofensiva de la coalición internacional.
Comandantes del Ejército indicaron que cerca de 500 mil volantes lanzados sobre la ciudad avisaban a los civiles que “ha empezado el ataque desde todas las direcciones” y que “deben permanecer lejos de espacios abiertos y aprovechar cualquier oportunidad que surja durante el combate para escapar”.
El gobierno y la ONU expresaron “preocupación” por los más de 100 mil civiles que se cree permanecen dentro de la Ciudad Vieja retenidos por el EI, como escudos humanos, pero las fuerzas de infantería penetraron “con cautela” hacia el casco antiguo de la urbe, indica la información oficial, que no suele reflejar la verdadera situación de la población civil.
Los mensajes reiteran a los habitantes del otro lado del río Tigris que el gobierno “está por terminar su sufrimiento” y a los combatientes del EI les reiteran que “ustedes sólo tienen esta opción: rendirse o morir”.
La caída del oeste de Mosul significará el fin de la campaña más larga contra el EI en el norte del país, además de reconquistar la Gran Mezquita Al-Nuri desde donde el líder de esa agrupación, Abu Bakr Al-Baghdadi, proclamó el califato islámico de Irak y Siria en junio de 2014.
En este sentido, el portavoz del Comando de Operaciones Conjuntas, general de brigada Yahya Rasool, indicó que los 2.300 civiles evacuados del distrito Al-Shifa y los alrededores de la Ciudad Vieja fueron trasladados al oriente de la cabecera provincial, incluidos “niños en situación crítica”.
El sitio Iraqi News reportó, a su vez, que un periodista que cubría para un medio francés la ofensiva en la zona histórica murió por la explosión de una bomba y otros tres franceses resultaron heridos.
Lo que se vive por estas horas es acaso la batalla final de una larga guerra. En junio de 2014, el EI tomó el control de Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak, tras la huida del Ejército iraquí. Esta urbe se convirtió en la llamada capital del califato en ese país árabe. El 17 de octubre de 2016, las fuerzas gubernamentales de Irak, con el apoyo de los Peshmergas (kurdos), milicias de clanes y Multitud Popular (chiitas), así como con el respaldo aéreo de la coalición internacional liderada por EEUU inició la llamada batalla de Mosul, una ofensiva que tiene como objetivo recuperar la ciudad y sus alrededores.
Las fuerzas iraquíes conjuntas avanzan en forma lenta para liberar por completo la ciudad, pero las milicias del EI se defienden con francotiradores, con atentados suicidas y con lucha cuerpo a cuerpo atacando zonas liberadas en el este de la urbe.
La Policía Federal de Irak aseguró que avanza entre los callejones de los sectores más antiguos de la ciudad. Según un comunicado oficial, la policía mató a más de cien combatientes del EI, entre ellos doce francotiradores, en el oeste de Mosul durante los últimos días.
De acuerdo a la Policía Federal iraquí, el EI habría perdido el 60 por ciento de sus líneas de defensa y numerosos enclaves estratégicos en el casco antiguo. Pero más allá de los partes de prensa oficiales, muchas veces exagerados y triunfalistas, es cierto que las fuerzas del EI están en problemas. También es cierto, sin embargo, que demuestran una capacidad de resistencia sorprendente, y que la sangrienta lucha por Mosul todavía no está definida.
Fuente: El Eslabón