Aunque no puede ingresar a las audiencias, Ramón Casco no se pierde ninguna de las indagatorias contra los policías acusados de la desaparición forzada y el asesinato de su hijo. “Sé lo que se viven en ese momento los padres de Santiago Maldonado”, asegura.

“Estoy un poco más aliviado, con estas indagatorias se ha formalizado algo la investigación”, resume en pocas palabras Ramón, el padre de Franco Casco (20). La causa por la desaparición forzada seguida de muerte del joven de Florencio Varela –quien fue visto por última vez con vida el 6 de octubre de 2014 en la Comisaría 7ª de Rosario y cuyo cadáver emergió 24 días después en el río Paraná–, adquirió un rumbo inesperado esta semana, cuando una treintena de policías comenzaron a desfilar por la Justicia.

Son las tres de la tarde del miércoles 6 de septiembre. Acaba de terminar una de las audiencias conducidas por el juez Carlos Vera Barros. Ramón Casco está sentado en uno de los bancos del bulevar Oroño, frente al palacete de los tribunales federales y repasa junto a El Eslabón el largo camino recorrido hasta llegar a este presente. “Hubo que dejar todo en Buenos Aires y venirse acá, para no permitir que esto quede impune”, afirma.

Escoltado por pibes y pibas del Bodegón Casa de Pocho del barrio Ludueña, familiares de víctimas de violencia institucional e integrantes de la Multisectorial contra la violencia institucional, Ramón espera que termine cada audiencia para que los abogados salgan del tribunal y le cuenten cómo fue todo adentro. “Con mi familia nos sentimos muy acompañados con toda esta gente que siempre está con nosotros, familiares de otros casos, gente de la asamblea, de la multisectorial, de los partidos políticos”, agradece el albañil.

A la ausencia de Franco, se sumó el año pasado la muerte de Elsa Godoy, su madre, quien se había convertido en un pilar del reclamo por justicia. Esa falta también se siente en las escasas y precisas palabras de Ramón, que analiza todo lo andado y define: “Fue un tiempo durísimo”. “Nos tuvimos que venir a Rosario, porque se nos hacía imposible económicamente ir y volver. Fue un cambio total en la familia”, remarca.

Ramón y Elsa se conocieron en Rosario unos treinta años atrás. Tuvieron once hijos. Ambos portaban historias similares. Los dos nacieron en el norte de la provincia, él en Calchaquí y ella en Margarita. “Pueblos chicos y humildes”, según los caracteriza Ramón.

“Mi papá era jornalero, andaba en los montes con el hacha. Mi mamá nos cuidaba a nosotros, que éramos 12 hermanos”, rememora el hombre que debió trabajar de muy pibe y empezó a curtirse cosechando algodón.

De aquella tierra arrasada por la Forestal, Ramón migró junto a su madre hacia Rosario. “A los 14 años mis padres se separaron y nos vinimos con mamá a Empalme Graneros. Nosotros nos dedicamos a hacer lo que podíamos. No teníamos un sustento, entonces agarrábamos un carrito y nos íbamos a cirujear”, cuenta. Y añade: “Después trabajé en en fábricas y empresas y por intermedio de una de esas empresas terminamos yendo a vivir a Buenos Aires”.

A pesar de las buenas noticias de esta semana, que incluso dice que lo “hicieron poner contento”, hay una tristeza profunda en la mirada y en las palabras de Ramón. Pero se le dibuja una sonrisa cuando habla del hijo que le arrebataron. “Con Franquito los días eran muy alegres. Nos hacía reír a todos. Le gustaba hacer jodas, poner contenta a la gente. Siempre andaba conmigo, laburábamos juntos”, dice. “Vivíamos en barrio La Sirena, en Florencio Varela, un barrio lleno de zanjas”, describe.

Las indagatorias a los acusados el crimen de Franco no llegan en cualquier momento. El país se sacude por el caso Santiago Maldonado y es imposible que una historia no lleve a la otra. “Es una barbaridad que sigan pasando estas cosas”, se enoja Ramón. “Lo lamento mucho por esa familia. Imagino cómo debe estar. Sé lo que se vive en ese momento”, asegura.

El hombre compara las versiones e hipótesis falsas que se hacen circular desde el oficialismo y los medios o el comportamiento de los funcionarios y vuelve a asemejarlo con lo ocurrido con Franco. “No se puede creer todo lo que dicen, con esas versiones. Lo mismo dijeron de mi hijo. Pero tiene que hacerse cargo el Estado, urgente, para poner todo lo necesario para que aparezca”, plantea Ramón.

Entre el dolor de los padres de Santiago Maldonado y el suyo, Ramón vuelve sobre las expectativas para que se conozca la verdad y se castigue a los culpables de la muerte de su hijo. No oculta la esperanza que lo embarga frente a los movimientos que finalmente comenzó a tener el expediente, casi tres años después de que Franco fuera llevado a la Séptima y su cuerpo fuera fondeado en el Paraná para ocultar el asesinato. “Espero que se llegue a la justicia y que paguen todos lo que tienen que pagar”, concluye.

Fuente: El Eslabón.

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