Con piquetes, concentraciones, bronca en los barrios y cacerolas hasta en el Monumento Nacional a la Bandera, la ciudad fue uno de los puntos altos de la lucha contra el ajuste neoliberal que impulsa el presidente Mauricio Macri.

Diversa, compleja, amplia, desordenada y potente se mostró la unidad que se amasó las últimas semanas de este agitado diciembre de 2017, en la calle y en la Cámara de Diputados de la Nación, con el objetivo común de resistir el recorte promovido por Mauricio Macri contra los jubilados, pensionados, trabajadores y sectores más humildes. La batalla contra las reformas previsional, tributaria y laboral cambió la correlación de fuerzas nacionales, y si bien el gobierno de Cambiemos logró, con mucho esfuerzo y apriete, los votos en la legislatura, perdió en el debate público. En Rosario, como en Buenos Aires y todo el país, esa incipiente argamasa aún informe, policlasista, plural y hasta contradictoria comenzó a dar sus primeros pasos. No hay nada saldado, no se modificó la cantidad de fichas del tablero surgido de la derrota electoral de 2015 y 2017. Pero las negras se han movido en bloque, con inteligencia, y el rey blanco fue jaqueado por primera vez.

La lucha no se jubila

El ya lejano lunes pasado –con tantas cachetadas que se reciben a diario, cinco días en la Argentina parecen una eternidad– arrancó temprano en Rosario con una contundente jornada de protesta que se puso en sintonía con la enorme convocatoria en Buenos Aires al Congreso Nacional, donde se trataría el proyecto de reforma previsional enviado por el oficialismo. A esa altura ya habían partido hacia la Capital Federal, cuando el sol del 18 apenas asomaba, una gran cantidad de sindicatos enrolados en las dos CTA y en la CGT Rosario, especialmente los alistados en el Movimiento Sindical Rosarino.

Desde las nueve mañana se plantaron más de diez cortes de ruta y calle en la ciudad, que fueron sostenidos por organizaciones como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep), la Corriente Clasista y Combativa (CCC), Barrios de Pie, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y el Movimiento Libertador San Martín. La jornada incluyó a su vez, una convocatoria a las 12 en plaza San Martín, en la que confluyeron espacios de todo el arco político, sindical y social, además de los que habían participado de los piquetes.

Atentas a la violenta represión que se había vivido la semana anterior, las organizaciones de derechos humanos realizaron un monitoreo de la protesta desde el Centro Cultural La Toma. A las 12, tras haber hablado con referentes sociales en cada piquete, el balance era de “tranquilidad”. En Rosario no se habían apostado más que uno o dos patrulleros de la policía provincial por piquete. La lectura en ese momento fue: la tensión se va a concentrar en el Congreso.

Pasado el mediodía, la plaza San Martín ya estaba poblada de gente. Miles de manifestantes siguieron desde ahí, por pantalla gigante, las alternativas del debate en el Congreso Nacional por la reforma previsional.

La pantalla entregaba imágenes de la discusión en la Cámara de Diputados de la Nación y de la represión en los alrededores del Congreso. Hubo aplausos para los oradores que desde el recinto legislativo rechazaban la medida enviada por el presidente Macri, y silbidos y puteadas ante cada intervención oficialista, especialmente las de Elisa Carrió.

Sectores de todo el arco político, social y sindical, así como centenares de jóvenes “independientes”, forjaron en la calle Santa Fe, frente a la sede local de gobernación –al igual que en los alrededores del Congreso Nacional–, una nueva unidad que comenzó a cimentarse una semana antes, cuando la movilización popular y los legisladores opositores lograron frenar el proyecto de reforma previsional de Cambiemos.

Por momentos parecía esas escenas típicas de las épocas de los mundiales, en las que en espacios públicos se instalan pantallas para seguir a la Selección nacional. Cantos, banderas y bombos añadieron el condimento sonoro ideal para emular al encuentro futbolero. La diferencia fue que las camisetas e insignias no pertenecían a una sola identidad, sino que eran de las distintas variantes del peronismo, las agrupaciones internas del kirchnerismo, las diversas corrientes de izquierda, y decenas de sindicatos y movimientos sociales.

Alrededor de las 19, cuando comenzaron a desarmar el sonido y el escenario montado en la San Martín, los manifestantes iniciaron su desconcentración pero con una idea instalada: que más allá del resultado de la votación en el Congreso, “habrá que seguir ocupando la calle, porque esto recién empieza”, como dijo un veterano militante presente en la plaza, que si bien ya ingresó al sistema previsional, sabe que la lucha en defensa de los derechos de las mayorías no se jubila.

La atención se trasladó a otras pantallas: la de los televisores, computadoras y celulares. La transmisión sesión de la Cámara de Diputados tuvo un altísimo rating en Rosario, al igual que en el resto del país. El debate estuvo siempre mechado por las imágenes brutales de la represión que mostraban los canales porteños.

En la ciudad, con la llegada de la noche, apareció un inesperado caceroleo. De los barrios al centro fue brotando el típico repicar latoso de la protesta clasemediera, que aportó el dato cualitativo que las “encuestas” citadas por la oposición y que manejaba el oficialismo ya habían anticipado: el rechazo a la iniciativa contra jubilados, pensionados, ex combatientes de Malvinas y niños que reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) había cruzado “la grieta”, y la “reforma” se había transformado en la medida más antipopular del macrismo.

En Rosario, además, se agregó otro elemento: la bronca en los barrios populares. Varios supermercados sufrieron intentos de saqueos y entonces sí apareció la represión de la policía santafesina. Las organizaciones sociales empezaron a reportar brutalidad policial como respuesta al amontonamiento alrededor de algunos super chinos en zonas sur y oeste.

Minutos después de las 23, el referente de la CCC Rosario, Eduardo Del Monte, activó el dispositivo de denuncias montado por los organismos de derechos humanos, y denunció la detención de dos vecinos del barrio Toba de Juan José Paso y Travesía: Graciela Pablo y Cano Talavera.

El caso lo tomaron los abogados de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Julia Giordano y Federico Pagliero, quienes se dirigieron a la subcomisaría 24. Pablo y Talavera informaron que fueron detenidos en sus domicilios, acusados por “estar en tumulto frente a un supermercado”, según informó a este medio Pagliero. Los vecinos denunciaron que fueron sacados violentamente de sus casas y arrastrados literalmente a la dependencia.

Según Pagliaro, las dos personas estaban “muy golpeadas”. Tras constatar ante un médico legista las lesiones producto de la brutalidad policial, Pablo y Talavera, que fueron liberados el martes, radicaron una denuncia acompañados por la APDH.

Antidepresivo militante

La sesión maratónica, que concluyó a las 7 de la mañana del martes, culminó como se esperaba, con el oficialismo celebrando una victoria ajustadísima. En las redes sociales de internet, que fueron otra vía permanente de expresión y seguimiento de lo que ocurría en Diputados, amplios sectores de la militancia –orgánica e inorgánica– manifestaban decepción y derrotismo.

Pero el panorama visto en perspectiva debía ser otro. Y con el correr de las horas una mirada diferente de lo ocurrido comenzó a instalarse en esas mismas capas, ayudada por las lecturas que ofrecían algunos de los referentes sociales y políticos que habían protagonizado la jornada de resistencia.

Se sabía que al oficialismo le daban los números para aprobar la ley. Contaba con los diputados propios, los aliados y los apretados; los porotos obtenidos en los triunfos electorales de 2015 y de este año, más la genuflexión u obediencia de los gobernadores lograda vía “látigo y billetera”.

Se esperaba que la ley saliera casi seguro, lo que ocurrió fue que la movilización popular y una unidad política, sindical, social heterogénea, todavía endeble, compleja –tanto en la calle como en la legislatura– había ganado, inesperadamente, una primera batalla el jueves anterior, que demostró que hay un camino posible para torcerle el brazo al oficialismo.

La resistencia a las reformas, especialmente la previsional –que avanza con crueldad sobre los sectores más vulnerables de la población–, hizo pagar un costo político altísimo a Macri, que quedó evidenciado en la respuesta popular del lunes pasado. A la protesta, que incluyó piquetes y marchas masivas en las que se lograron los mayores niveles de unidad política, social y sindical opositora, se sumó además la bronca en los barrios y las cacerolas en el centro.

A pesar de que el macrismo impuso la ley de “reforma” previsional –y luego avanzó con la media sanción de la tributaria–, como ya se preveía que ocurriera, hoy son muchos más los que rechazan al gobierno, que no pudo evitar que se instale la idea de que le “manotearon la guita a los jubilados”. Eso es algo que se debe ponderar, para no caer en la depresiva y paralizante idea de que tanto esfuerzo militante no vale la pena, cuando en realidad, si bien es cierto que se han perdido derechos conquistados, también lo es que se ha dado un nuevo paso adelante en la construcción de la resistencia al saqueo neoliberal. Ahora, que se vio cómo aún con todas las fichas que tiene, el rey blanco puede ser jaqueado –como decía un pelado, que no es Solari–, “hay que seguir andando”.

 

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