Este cierre de año deja una certeza sobre algo que en abril de 2016 señalábamos, en este mismo lugar, como una de las potencialidades del modelo económico y político de Mauricio Macri: que se trata de un proyecto de robo, mentiras y muerte.
Es que entre los más extremos y explícitos actos criminales de los que la Alianza Cambiemos ha perpetrado este año, en su afán de defender al poder económico concentrado –y trasnacional estilo Benetton o Lewis– se cuentan nada menos que dos homicidios de militantes sociales. Este es un gobierno que mata, que puede fusilar por la espalda con Prefectura a pibes de barrios humildes como Rafael Nahuel, que demandan un lugar donde vivir, amparados en el derecho de las comunidades originarias. Que puede correr, apalear y balear con Gendarmería, hasta la muerte, hasta su desaparición, a jóvenes solidarios con los condenados de la tierra, como ocurrió con Santiago Maldonado.
La persecución a los opositores y la represión cada vez más violenta, marcó a fuego este fin de 2017.
Todavía están frescas y circulan por redes sociales las imágenes del Congreso Nacional vallado y una Capital Federal militarizada, para garantizar la aprobación de una ley que le roba 100 mil millones de pesos a jubilados, pensionados, como los ex combatientes de Malvinas, y los niños y niñas que reciben la Asignación Universal por Hijo.
Con mano dura contra la protesta, Macri recurre a la violencia y al apriete para imponer normas, como la reforma previsional o la tributaria –que “ahorra aportes patronales a los empresarios”– con el objetivo de “achicar el déficit”, tal cual recomienda el Fondo Monetario Internacional (FMI). La tríada reformista, una clara expoliación a los asalariados, se completa con el proyecto de un nuevo régimen laboral que se tratará en 2018, cuyo sentido es bajarle el precio al trabajo argentino y que sólo beneficia a los empleadores.
A pesar de la mentira con la que se promocionan en la imponente cadena de medios públicos y privados oficialistas, las tres “reformas” no configuran un triángulo amoroso sino un círculo vicioso, que además de recortar ingresos y derechos a los laburantes y sectores populares –la inmensa mayoría del país– deprimen aún más el mercado interno y desfinancia al Estado.
Si se agrega la apertura de las importaciones y la suba de tarifas, también requeridas por el viejo manual neoliberal del FMI, el ahorcamiento de la industria argentina, la pérdida de cada vez más puestos de trabajo –que las últimas semanas sacudió a la provincia y toda la administración pública nacional– y la dependencia económica, aceitada por el feroz endeudamiento, se imponen con lógica despiadada.
¿A quién le van a vender las empresas si la capacidad de compra de los “clientes” cada vez es menor? ¿Si el sistema previsional no es sustentable y debe recortar erogaciones, por qué reducir aportes patronales desfinanciándolo? ¿Si el Estado gasta más de lo que le ingresa, por qué deja de cobrar a los grandes contribuyentes como los exportadores? ¿Si las reformas benefician a los trabajadores y jubilados, por qué estos se movilizan masivamente, junto a sus organizaciones gremiales, en rechazo a las iniciativas oficiales? Las preguntas, simples, candorosas, que podrían multiplicarse, dan cuenta de la contradicción entre los hechos y las palabras de la gestión Cambiemos.
El gobierno de Macri no podía haber hecho la despedida de 2017 más cínica y literal. Se cuentan por miles las personas que recibieron telegramas notificando que han sido echados de su laburo este fin de año. El achique de ingresos y el agrande de egresos vía inflación, redujo en los barrios la caja navideña a un puñado de garrapiñadas y un par de sidras La Partusa.
La explosión y muerte en la planta de Cofco, ex Nidera –otra demostración de los riesgos de la precariedad laboral profundizada en los últimos dos años–, el desmantelamiento de la Televisión Digital Abierta (TDA), con el próximo paso la privatización de la Satelital, la confirmación de la fusión de Cablevisión y Telecom, y la domiciliaria para el connotado genocida Miguel Etchecolatz, mientras decenas de militantes continúan como presas y presos políticos, cierran el año con un cuadro poco auspicioso de cara al que viene.
Las imponentes manifestaciones que se repitieron este 2017 –que dieron muestras de la vitalidad de las juventudes políticas argentinas, de la vigencia del (fragmentado) universo nacional y popular y la fuerza del (dividido) movimiento obrero–; la unidad (momentánea) lograda el día que se frenó por una semana en el Congreso la reforma previsional –que puso en evidencia la verdadera potencia opositora–; y el reciente encuentro de la nieta 127 anunciado por las Abuelas, aportan razones suficientes para brindar con familiares, amistades, compañeros y compañeras. La convicción, y la certeza indiscutible, de que a partir del que viene quedará un año menos de Macri por delante, añaden un elemento extra, nada desdeñable, como para encarar un fondo blanco de lo que haya, y el 2018 con todas las ganas.
adhemar
31/12/2017 en 18:19
Los curas de la opcion por los marginados, los pobres, , necesitados, hambrientos, trabajan por la rebelion social o por la «limosna» de hoy?