Los Peñaloza, exponentes en la ciudad de la movida actual de la cumbia,  reversionan el género. “Los vientos le dan otra sorpresa a los temas”, sostiene la cantante Ale Cabanillas.
Suena Elsa, una de las reinterpretaciones que Los Peñaloza hacen de aquel tema que popularizó en los años setenta el grupo peruano Los Destellos. La canción se filtra en los dispositivos digitales y en algunas emisoras radiales. La orquesta lo replicó en vivo como parte de un repertorio de cumbias colombianas, peruanas, y santafesinas durante todo 2017.

Este sábado 30 de diciembre a las 21, en Distrito Siete, de Ovidio Lagos 790, la banda rosarina conformada por 11 músicos, entre voces, timbales, trompeta, trombón, güiro y otros dispositivos sonoros, cierra a toda orquesta un año más que movido.

Alejandra Cabanillas, una de las vocalistas de la orquesta habló con este periódico.

“La última fecha del año genera mucha expectativa, lo tomamos a modo de agasajo”, afirma Cabanillas. El proyecto musical que integra Alejandra nació tres años atrás. De las juntadas que hacían semanalmente en la salita que tenía uno de los chicos surgió La peña de los viernes: tocadas cumbieras que amenizaban comidillas y tragos en la previa del fin de semana. La cosa creció y derivó finalmente en Los Peñaloza, un nombre que iba como piña, que era fácil de recordar, y que prendía.

La vocalista se sumó unos meses después, aunque con algunas dudas. Cantaba desde los 15 años, pero venía de experiencias más cercanas al soul y al blues. “Comencé como invitada, pero enseguida nos cerró a todos que yo me incorporara como la voz femenina. Mi primer show como parte de la banda fue junto a Chico Trujillo, en Pugliese, en marzo o abril de 2015”, rememora.

Agite en el retrovisor

“Las imágenes del año que se me vienen a la cabeza son los Reventones cumbieros, una producción que venimos haciendo hace un año y medio. Invitamos a bandas que son generalmente de otros lugares, tratando de abrir puertas acá para que después se nos abran a nosotros en otros lugares”, explica Alejandra, y repasa un staff que fue creciendo con la banda: Pato en el diseño, Nacho en el sonido, y El Frica, “nuestro primer fan”.

En los Reventones hubo de todo, de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba del escenario, como el suceso protagonizado por un muchacho que le pidió casamiento a su enamorada en pleno recital de Los Peñaloza, mientras era transmitido por facebook live.
Durante el año, la banda compartió tablas con Los Cheremeques, comodorenses radicados en la ciudad de La Plata; los cordobeses de Sabor Canela, y los platenses de De mochilas, junto a Sonora Marta La Reina, y la presencia del santafesino Mario Pereyra. “A la gente le encantó el show de Mario, y eso nos fue abriendo puertas en Santa Fe y Rosario”, contó la cantante, y analizó el circuito más clásico del género: “Suelo ir a las bailantas más cumbieras, como La Cautiva o N1vel Uno, para involucrarme en el asunto y porque me encanta la cumbia: Los Lirios, Los Palmeras, Fredy y Los Solares. Lo que ocurre es que a veces ese público es bastante cerrado. Si no sos cien por ciento de la cumbia les cuesta un poco tomar confianza. Y lo nuestro es un cosa fusionada porque a la vez conviven músicos que anteriormente tocaban en bandas de rock y reggae”. Los Peñaloza comenzaron a hacer versiones de temas de cumbia colombiana munidos de timbal, tumbadoras, güiro, guitarra y bajo eléctricos y tres cantores en la sección de voces; y con la particularidad de contar con saxofón, trompetas, trombón y clarinete. “La cumbia santafesina es más rápida y es con acordeón. La colombiana, en cambio, está armada de manera más orquestal. Y las orquestas colombianas o peruanas son más de trabajar con vientos, saxo alto, barítono, clarinete, y trompeta. Estos instrumentos también le dan otra sorpresa a los temas”.

No sos vos, soy yo

La cumbia pasó por muchos estadios y, como otros estilos, tuvo en derredor ciertos prejuicios de clase o procedencia que históricamente surgieron más del centro que de la periferia de las ciudades. Los Peñañoza tratan de bajar esas barreras simbólicas y culturales a puro baile y transpiración. “La gente es un poco prejuiciosa –analiza Cabanillas–. Por suerte hay otras bandas de Rosario que están tocando cumbia, como Homero y sus alegres o Girda y los del alba. Entre nosotros generamos una buena relación y nos ponemos de acuerdo para no pisarnos con las fechas. Creo que estas bandas ayudaron a que la gente de Rosario comenzara a escuchar cumbia de una manera diferente, como que dijeron: «Ah, no es solamente para determinada clase social». También hay prejuicios porque ésta es una ciudad rockera”. Y describió un poco la escena local: “Me parece que el público no tiene tantas opciones. Podés ir a ver espectáculos al teatro El Círculo o a Lavardén, muchos de ellos gratis si querés, pero no hay tantos lugares. En Córdoba hay una zona de pubs y boliches donde por lo general tenés dos o tres turnos de bandas”, y tiró data de la experiencia en la capital mediterránea, donde tocaron. “Es una ciudad joven, más relajada. Mientras acá podés tocar en vivo hasta las 2 y media de la mañana, allá lo podés hacer hasta las 6 de la mañana y no pasa nada, es increible. El rosarino es bastante quejoso, le molesta el ruido, y llama a la policía”, se lamentó.

El público de la banda creció. Arrancaron haciendo presentaciones en Distrito Siete y llegaron a meter 800 personas en la Asociación Japonesa. Luego encararon para el lado de los clubes y coparon Central Córdoba, y más tarde la remozada Sala de las Artes.

“La intención de nosotros es salir. La proyección que tenemos es que la banda se haga conocida en otros países. Pero queremos tener tiempo para entrar al estudio”, afirma la chica de la banda, y asegura que de tanto tocar en vivo y participar de fiestas, no tuvieron mucho tiempo para encerrarse en el estudio, aunque aceptó que durante 2017 grabaron seis temas con el ingeniero Ernesto Aldaz, que “quedaron de primera”.

“Hay un solo tema propio, que justamente es sobre Rosario, y se llama La Brava”, adelanta, aunque admite que “no hay nada como el vivo”.
“Los Peñaloza es una banda muy enérgica, tiene mucha cosa con el vivo. Lo grabado gusta, y lo podés escuchar en tu casa, pero gente que nos vio en vivo y en directo nos dice que es diferente. Y para nosotros es lo más divertido”.

 

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