Las psicólogas Paula Fierro, Sol Barrionuevo y María Eva Pierantoni, indagaron sobre la escritura y los efectos generacionales del genocidio. “Los desaparecidos fueron 30.000 y que lo que ocurrió fue un genocidio”, coincidieron.

En el encuentro organizado por la Comisión de Formación de la Dirección de Salud Mental de la Municipalidad, y realizado en el Colegio de Psicólogos de Rosario, bajo la consigna “Escritura y efectos generacionales del genocidio”, las jóvenes psicólogas Paula Fierro y Sol Barrionuevo (Maria Eva estuvo en el armado pero finalmente no puedo participar) remarcaron que “los desaparecidos fueron 30.000 y que lo que ocurrió fue un genocidio”.

“En Argentina, desde hace más de cuarenta años, convivimos con los efectos del genocidio, entendiendo por éste la destrucción parcial o total de la identidad de un pueblo. La identidad atañe directamente a quienes trabajamos en el campo de la salud mental, así como también aquellos significantes mínimos, imprescindibles para la constitución de un sujeto, que conforman los derechos humanos”, coincidieron Barrionuevo y Fierro.

“Veníamos trabajando el tema, desde un seminario que hicimos en el doctorado de Psicología, en 2016, con Daniel Feierstein”, sociólogo de la UBA, investigador y especialista en genocidio. “Luego empezamos a indagar en textos de hijas e hijos de desaparecidos”, indicaron Paula y Sol, convocadas por la Comisión de Salud Mental de la Municipalidad, que en marzo siempre hace actividades en relación a la memoria.

Nombrar y transmitir

Sobre el objetivo del trabajo, Paula explicó que “intentamos transmitir y trabajar sobre los modos de nombrar lo que pasó en Argentina, porque no siempre se dice que hubo un genocidio. Se menciona al terrorismo de Estado y a los delitos contra la humanidad pero la idea de genocidio apunta a las consecuencias y efectos que tiene y tuvo en todos nosotros, no sólo en las víctimas y sobrevivientes. Hay una diferencia importante, porque está en el tramado de nuestra generación, que no vivió el genocidio”.

“Fue un genocidio, un plan sistematizado, y no sólo en Argentina. Y ante la avanzada de quienes lo niegan, necesariamente hay que poner ese tema en tensión. Nos sucedió a todos y tiene efectos directos, se fue constituyendo subjetivamente en cada uno, como actores sociales que formamos parte de la comunidad en que estamos, en este territorio”, advirtió Fierro.

Las autoras valoraron que la actividad se haya llevado a cabo en el Colegio de Psicólogos, “porque hay una deuda grande en nuestra formación académica. Es necesario entender que esto nos sucedió y tiene efectos, trabajamos sobre la subjetividad y el genocidio es tomado en seminarios, pero no en la currícula”

Sol, por su parte, señaló que “en la actividad clínica suele aparecer preguntas sobre el tema en personas de generaciones muy cercanas a las nuestras. Muchos jóvenes preguntan sobre ello. Pero, en algunas familias al preguntar por la dictadura, se dice que no nos pasó a nosotros, nada que ver”.

“La formación se basa en teorías europeas, no historiariza en qué territorio estamos y cuáles son los efectos. Estudiamos con pensadores europeos, pero el barrio qom está a unas cuadras, y quizás trabajamos en un centro de salud del barrio”, agregó Paula.  

Y Sol concluyó: “El primer genocidio fue sobre las comunidades originarias, pero tampoco tienen su lugar en la academia”.

Las marcas

“Hay significantes que nos marcan –subrayó Paula–, y como plantea Daniel Feierstein: el genocidio produce la destrucción parcial o total de la identidad de un pueblo, con una tecnología de poder restructura los lazos para un reacomodamiento”. “Ello produjo una operativa para instalar el mercado y que sea más fácil consumir que estar con otros. Eso tiene efectos en la subjetividad y se escucha al atender en el consultorio o dispositivos públicos, ya que los efectos del terror llevan a quedarse callado, no decir. Pero no debemos dejar de pensar con relación con los que nos pasó”, resaltó.

Sol mencionó que las fuentes que utilizaron para su trabajo fueron “libros con testimonios de jóvenes, la mayoría mujeres, escritos a modo de diarios, y otros más ficcionados, pero que intentan construir cierta inscripción de algo que en el  fondo no saben y de algún modo necesitan recuperar”.

“No se puede dimensionar –agrega Paula– el alcance que puede tener una apropiación de hijos. El derecho de identidad de niños y adolescentes, es burlado cuando te crían en un hogar donde tu identidad fue sustraída y llegas a los 40 años sin conocerla”.

“Desde la palabra, lo literario, algunas nietas y nietos de desaparecidos arman un relato. No es la clave para salvar a alguien, pero es un recurso que han implementado, como también otros utilizaron al cine, para contar una historia, que luego se hace pública”, cuenta Paula.

Según Sol: “Nosotras escribimos, y nos llama la atención cómo en el arte hay cuestiones dignas que habilitan acercarnos a ellos. Con la ficción aparecen versiones, es ver una foto y empezar a imaginar lo que esa persona puede haber indicado, se arma una construcción de un momento, de unas vacaciones o un viaje”.

“Esa posibilidad –añade Paula–, que puede ser la palabra de la escritura, y también en el psicoanálisis tiene que ver con la historicidad, quizás no alcance para escribir un libro, para cerrar las heridas que produjo el genocidio, pero algo le han aportado, una posibilidad más lúdica de la palabra”.

Sobre los encuentros

“Celebramos el encuentro de un nieto con su abuela, pero ahí empieza un viaje de ida”, dice Sol. Y Paula comenta que en Diario de una princesa montonera (2012), Mariana Eva Pérez “pone mucho en cuestión las situaciones del encuentro, ya que a veces no es con la familia Ingals. No en todos los casos es el reencuentro de una nieta o nieto con una abuela, algunas de ellas ya fallecieron, o son muy grandes. Tampoco siempre hay una familia esperando y de la mejor manera. Por eso decimos que los efectos del genocidio nos atravesaron a todos, y las familias no está exentas”.

Entre otros textos, también trabajaron sobre ¿Quién te crees que sos? (2012), de Ángela Urondo Raboy, libro que narra el camino de reconstrucción de su historia.

Son 30.000

Sobre la intención de la presentación, Sol afirma que “queremos transmitir que son 30.000 los desaparecidos, y que fue genocidio. Buscamos poder nombrarlos”.

Paula suma: “Sentimos como algo fundamental que un presidente haya pedido perdón en nombre del Estado por el genocidio y bajara los cuadros de los asesinos. Néstor también asumió la decisión política de agendar a los organismos de derechos humanos en el presupuesto nacional. Además impulsó comenzar con las causas de los juicios por crímenes de lesa humanidad para cientos de genocidas que hasta entonces eran beneficiado por las leyes de impunidad dictadas por gobiernos anteriores”.

“Tenemos la sensación –dice– de que el kirchnerismo tuvo un efecto en la participación social y que generó un despertar muy fuerte en la militancia juvenil, no sólo en las fuerzas K, también en otras agrupaciones, como las del radicalismo. Muchos jóvenes vivieron una realidad distinta a la que teníamos cuando estábamos en la secundaria, empezaron a tomar conciencia de lo que había pasado”.

“La asunción de Macri, y la avanzada liberal en Latinoamérica, generó una angustia social que se hizo evidente cuando queda presa Milagros Salas”, fustiga Paula.

“Al desaparecer y luego ser hallado asesinado Santiago Maldonado –dice–, hubo como un antes y un después. Sentimos la obligación de pensar y transmitirlo porque el terror no concluyó con el fin de la dictadura y se sigue operando”.

“La masiva pregunta «¿dónde está Santiago?», y luego el reclamo para saber «¿qué pasó con Santiago?», transmiten algo que antes faltaba nombrar. El negacionismo vino de un día para otro y empezaron a decir que no eran 30.000, algo que muchos medios de comunicación replican y ponen a circular esa negación que se instala como una verdad”.

En ese marco de negar y callar, advierte sobre la sugerencia oficial de usar la palabra «imputados» y no «genocidas», el aumento de prisiones domiciliarias para sentenciados por crímenes de lesa humanidad y el reflote de la teoría de los dos demonios, es un retroceso en lo que jurídicamente se había logrado.

Los juicios por crímenes de lesa humanidad permiten elaborar la cuestión, pero también depende de cómo lo vive cada uno. Gladis Loys, licenciada en Filosofía y ex presa política, dice que “el genocidio es perder la voz” y da un lugar crucial al testimonio en los juicios.

En su trabajo, las tres psicólogas retomaron reflexiones de Loys: “Por el testimonio del testigo llega la academia a saber, los medios de comunicación a informar y la justicia a la sentencia. Transmutaciones e intercambios operan entre textos, contextos y sujetos, se enriquece el proceso de des-silenciamiento”.

Finalmente, indican que van a “seguir en el intento de transmitir a dónde se pueda y cómo se pueda, con esta narrativa. “También pensamos en los ámbitos educativos, no de una forma correctamente política, pero sí como una construcción de la memoria y que hay que poner a circular”.

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