Nada de lo malo que le pasó al gobierno de Mauricio Macri en sus 28 meses de gestión se compara con los acontecimientos de la última semana. Nada le hizo perder más poder dentro y fuera de su núcleo duro. El fuego amigo es así, no mide si las heridas pueden ser mortales.

En este espacio se anticipó en numerosas ocasiones que el gobierno que encabeza Mauricio Macri tenía como objetivo inmediato “llegar vivo” al Mundial de Fútbol que se realizará en Rusia en junio, porque durante el mes que dura la competencia todo se distiende, se licúa la crisis económico financiera en que está atrapada por propia decisión la gestión de Cambiemos, y además se torna propicio meter en el Congreso aquellas iniciativas que de otro modo atraerían sobre sí la lupa social y política.

No está ocurriendo nada que no haya pasado históricamente en los gobiernos de raíz oligárquica: las contradicciones hacia el seno del poder se dan cuando el sector agroexportador entra en colisión con los intereses del sector financiero, y las tensiones se ubican en la cotización de la divisa de referencia para las operaciones de comercio externo, vale decir, los dólares que ingresan por las ventas del “campo”.

A fines de marzo este semanario publicó lo que a todas luces acorralaba al régimen macrista: “La operación distractiva que el gobierno de Mauricio Macri tenía pensado poner en funcionamiento un par de semanas antes del comienzo del Mundial debió ser adelantada por los desastrosos resultados económicos de un plan pensado y ejecutado por predadores sin límite”.

En ese momento, reflotaron causas contra funcionarios del anterior gobierno, se puso sobre el tapete el tema de las escandalosas escuchas telefónicas, y la Corte Suprema amagó con desligarse de las mismas mediante una acordada que puso los pelos de punta a los inquilinos de la Casa Rosada.

Una serie de bluffs de los que acostumbran montar en sintonía el macrismo, los servicios de inteligencia que comanda Gustavo Arribas, el segmento más abyecto del Poder Judicial que se reporta desde las cavernas de Comodoro Py y el dispositivo de medios hegemónicos.

Ya se perfilaba un panorama financiero complicado, con vencimientos de Lebacs que cada vez costaba más que se renovaran, movimientos sigilosos en torno del dólar, y los anuncios de nuevos tarifazos en los servicios públicos.

A poco más de un mes de aquellos incipientes movimientos tectónicos, las tarifas de luz y gas sufrieron aumentos criminales, la divisa yanqui voló por los aires, y el Banco Central, además de quemar miles de millones de dólares para frenar su cotización –algo que no logró– debió llevar la tasa de interés a la estratósfera, con la misma meta e igual resultado negativo.

El jueves la moneda yanqui perforó el techo de los 23 pesos, obligó a Macri a convocar de urgencia a una reunión de Gabinete, y el Gobierno se mostró tambaleante y sin ofrecer respuestas técnicas o políticas que morigeraran el impacto de la estampida verde en la sociedad.

La consecuencia de ese panorama es la de todo gobierno antipopular, y el viernes el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne anunció un mayor ajuste. Aunque no lo expresó así, se trata de salir del “gradualismo” y apelar al “shock”, en este caso traducido en el reacomodamiento de la meta de déficit fiscal, que pasó de 3,2 a 2,7 por ciento del PBI y un mayor ajuste aún del gasto público, con un recorte de la inversión en obra pública de unos 30 mil millones de pesos.

Por supuesto, cero autocrítica. El funcionario macrista sentenció: «Subió la tasa de interés de EEUU, las monedas emergentes se depreciaron y además tenemos más incertidumbre doméstica, derivada de la eventual presión fiscal que provendría de los proyectos irresponsables que pretenden modificar la política tarifaria. Lo que queremos hacer ante la presiones demagógicas es ratificar la política fiscal y, además de sobrecumplir la meta es asegurar ese sobrecumplimento». Le faltó decir que eso se hará sobre las espaldas de los argentinos que son parte de los sectores más vulnerables.

Claves económicas de una grave crisis

El presindente del Banco central, Federico Sturzenegger, recibió el aval de Macri | Foto: Sarah Pabst/Bloomberg

El jueves, en la Argentina el dólar cerró a 23,30 pesos, lo cual implica que en sólo  cuatro días aumentó un 13,4 por ciento. La tasa de interés de referencia llegó al 33,25 por ciento, pero la tasa de pases activos quedó establecida en 38,25 por ciento.

Ya el viernes, profundizada la crisis por el propio sector financiero y con el Gobierno y el Bcra en complicidad manifiesta –el aval de Macri a su titular Federico Sturzenegger fue más que un gesto de confianza un guiño a los fugadores de divisas– la entidad monetaria redobló la apuesta y antes de que abrieran los bancos volvió a subir la tasa de interés al 40 por ciento, lo cual significa que en sólo una semana se incrementó en 12,5 puntos. El mensaje: que la bicicleta siga andando.

Hay que remontarse a octubre de 2015, cuando en diálogo con TN, el ex ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay, consultado por la cotización del dólar sostuvo: «El valor va a estar más cerca de los 9,50 pesos si hacemos las cosas bien, y más cerca del 16 pesos si al que le toca hace las cosas mal».

El propio Macri, en campaña, decía: «No vamos a devaluar». Y llegó a vaticinar: «El dólar no va a llegar a 15 pesos». Ni hablar las metas inflacionarias de Sturzenegger, o las promesas de Dujovne en torno de la estabilidad económica, fundada en la llegada de inversiones.

Lo cierto es que en esta semana crítica, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que reporta habitualmente el Banco Central, señala que los resultados –con los datos de abril– “indicaron un aumento en las expectativas de inflación, manteniendo de todas formas el pronóstico de un sendero de inflación a la baja. Para 2018 la inflación proyectada (nivel general) subió a 22 por ciento”.

Para el macrismo y sus aliados de la UCR, las voces del “mercado”, en particular aquellas con impacto global, son fundamentales para generar lo que el liberalismo siempre define como “clima de confianza” o “clima de negocios”.

Pues bien, en un durísimo editorial, la revista británica The Economist opinó sobre la economía argentina: «Los rumores de descontento comienzan a alarmar a sus socios de coalición”.

En otro tramo del artículo, la publicación inglesa sentenció: «El problema es que la estabilización de la economía está tomando más tiempo de lo que el Gobierno había esperado y los inversores se han vuelto más reacios a prestarle a Argentina».

La revista Forbes, por su parte, se apuró a lanzar un sugestivo vaticinio: «Puede que haya llegado la hora de dejar la Argentina».

«El equipo económico argentino parece perdido», opinó Fernando Pertini, jefe financiero de Millenia Asset Management, un fondo de inversión con sede central en Costa Rica. En términos blandos, los especuladores no sólo dejaron de pedalear, ya se están bajando de la bicicleta. En palabras más duras, si los buitres empiezan a volar en círculos, abajo seguro que hay un cadáver.

«Es tiempo de salir de la Argentina y de salir corriendo», dijo sin ponerse colorado el señor Pertini, que agregó: «El Gobierno está desesperado por dinero».

Otro que opinó para Forbes fue Jorge Compagnucci, presentado como “analista financiero”. El tipo no apeló a los cánones de la diplomacia para sentenciar: «Lo que se anticipa es una reedición del 2001».

Forbes, ya en tren de opinión editorial, considera que, «como en el pasado, Argentina enfrenta robustos niveles de inflación, un atraso cambiario que de todas maneras no alcanza para llevarla a un dígito y un gobierno que toma más y más deuda otra vez».

Si al “mejor equipo de los últimos 50 años” le hacía falta otra mano de brea, la publicación se la ofreció: «Argentina es muy vulnerable. Sería muy importante controlar la confianza de los mercados y no hay para ello margen para el error».

En definitiva, diversos especialistas señalan los puntos más relevantes o cuál sería la combinación de factores técnicos a la hora de explicar por qué se llegó a este punto crítico.

Un informe publicado por ámbito.com señala que habría causas internas que explicarían la estampida del dólar:

  • “Atraso cambiario: el dólar estuvo prácticamente planchado durante marzo y casi todo abril, ante las constantes ventas del Bcra para aquietarlo”.
  • “Entrada en vigencia del impuesto a la renta financiera: la implementación del tributo de 5 por ciento sobre tenencias extranjeras de Lebac, generó una masiva salida de capitales financieros desde el 25 de abril pasado”.
  • “Tironeos políticos y económicos sobre tarifas: discusiones sobre los aumentos dispuestos en servicios públicos en el ámbito del Congreso, pero también dentro del seno de Cambiemos generaron malhumor al mercado”.
  • Pérdida de confianza tras el 28D: el mercado hizo una lectura muy negativa sobre la decisión del oficialismo de cambiar de las metas de inflación para 2018, con el objetivo de bajar las tasas. Lo interpretó como una pérdida de autonomía del Bcra, en manos del poder ejecutivo”.
  • Menor oferta del complejo agroexportador: en el primer cuatrimestre se liquidaron poco más de 6.000 millones de dólares, un 10 por ciento por debajo del promedio comprendido entre 2008 y 2017”.

Luego surgen, siempre según ámbito.com, factores combinados, internos y externos, tales como “la vulnerabilidad de Argentina al escenario externo, y el gradualismo implementado por el gobierno para bajar el déficit fiscal; las dudas sobre efectos en dinámica del déficit fiscal, de cuenta corriente, y comercial (todos elevados) y altas necesidades de financiamiento».

El medio especializado en negocios financieros también indica “algunos sucesos externos”, que habrían agregado “mayor presión al ya complicado escenario local”, y los enumera:

  • Suba de tasas en los EEUU. El rendimiento del bono a 10 años superó en los últimos días el nivel simbólico del 3 por ciento, por primera vez desde enero de 2014. A esto se suma la posibilidad de mayores subas de tasas por parte de la Fed este año. El impacto de esta variable, alcanza a todas las economías del mundo. Tasas de interés más altas, significan entre otras cosas, mayor costo de endeudamiento. Esto impacta directo en la mayoría de los países emergentes, y en especial sobre la Argentina, que necesita aún más financiamiento y necesita mantener el dólar a raya para que una suba no se traduzca en inflación”.

Si bien es una mirada esencialmente monetarista –esperable de un medio como ese–, ayuda a observar el contraste con el modelo anterior, que había logrado desengancharse de los vaivenes financieros globales, a partir del desendeudamiento, el veto a la fiscalización de la economía por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), y los controles de cambio, a través de la restricción de divisas, tan cuestionada por el macrismo y cuya promesa de desmantelamiento tanto sedujo al electorado.

La política de endeudamiento, el retorno de las misiones del FMI, la dependencia del flujo de fondos, casi todos de carácter especulativo, no podían tener otras consecuencias que las que se están viendo en estos últimos días, pronosticadas hasta el cansancio por la oposición política realmente existente.

Las señales políticas

Hasta acá, los signos económicos de una grave crisis anunciada y autoinfligida. Pero como siempre ocurre, la política ofrece otras perspectivas para analizar las crisis, y parecería que en esa materia el Gobierno se quedó sin nafta.

La semana que culmina ofreció cuantiosas señales de los diferentes actores y fuerzas políticas y gremiales, así como operaciones desde el sistema hegemónico de medios.

El jueves, cuando la crisis generada por la volatilidad del dólar amenazaba con devorarse de un plumazo a algunos funcionarios clave, la líder de la Coalición Cívica Elisa Carrió –una de las principales socias del macrismo– se presentó en la Casa Rosada, según ella para «llevar tranquilidad a la sociedad».

No fue sólo su megalomanía la que llevó a la diputada nacional a tener ese gesto. Ella, que acaba de llegar de una gira por EEUU, su base de operaciones y sede de sus guionistas, la CIA y la DEA, tenía varios mensajes para llevarle al Presidente, ninguno tranquilizador.

Lo que Carrió le transmitió a Macri es que se agotó el stock de carpetas con las cuales presionar a dirigentes políticos, gremiales y a empresarios rivales, y que la política yanqui hacia América latina está enfocada en una ofensiva contra los conglomerados competidores en áreas estratégicas, como la siderurgia y la obra pública. Dicho en otras palabras, en la mira de los espías norteamericanos están Odebrecht, Pdvsa (en realidad, el Estado Bolivariano), Techint, y el Estado Plurinacional de Bolivia, que es el conglomerado productor de litio más grande del subcontinente.

Clarín señaló que “la diputada fue llamada de urgencia a una reunión con el equipo de Macri y ratificó la política cambiaria del Gobierno. Según dijo, sólo le preocupa la inflación”. Pero Lilita fue por su cuenta, y aunque no habló con Macri, le dejó las malas nuevas, participó de la reunión de ministros y se sacó una foto con Juan José Aranguren en el despacho del Ministerio del Tarifazo.

Al salir de la Rosada, aseguró que los indicadores económicos, entre los que incluyó la cotización del dólar, «van a volver a la normalidad», y sopesó que que la moneda yanqui «no puede estar a menos de 20 pesos, porque si no, no hay exportaciones», actuando como vocera del lobby agroexportador.

En un rapto de sinceridad, reclamó a la sociedad «acostumbrarse a estas fluctuaciones» generadas a partir de «una guerra de intereses y de bonos», y disparó: «Si hay un gesto, es que yo estoy en la Casa Rosada y quiero llevar tranquilidad a toda la sociedad argentina. Como vengo de otro lugar (Estados Unidos), veo las cosas con cierta distancia, no tengo ninguna preocupación. Esto está pasando en todo el mundo. Va a volver a la normalidad».

Volviendo a su estilo patoteril y chicanero, Carrió publicó en su cuenta de Twitter: “No pueden hablar quienes se robaron el país y vaciaron el Banco Central de manera fraudulenta”, en referencia al kirchnerismo.

En forma casi simultánea, el triunvirato que conduce la CGT salió de su letargo y expresó su rechazo al tarifazo y a la reforma laboral que el régimen viene balconeando en las últimas jornadas, sin preocuparse que una de ellas fue el Día del Trabajador.

La central obrera hizo público un duro comunicado contra la política económica de Macri, en el que rechazó de plano «el aumento desproporcionado de las tarifas y el proyecto que degrada las condiciones de trabajo».

La CGT instó a la «corrección de las políticas públicas en relación a las tarifas» y manifestó el rechazo al «intento de modificar la legislación laboral».

Pero tal vez el más contundente pronunciamiento, que encierra un pronóstico oscuro fue el siguiente: «El creciente deterioro de la situación social y laboral de los trabajadores, hace inviable la política económica».

El vértigo del jueves incluyó a la ex presidenta Cristina Fernández, quien opinó desde sus cuentas en las redes sociales: “De los cinco precios más importantes de la economía, el gobierno ha hecho estallar tres: tarifas, dólar y tasa de interés. Como no podía ser de otra manera, esto impacta directa y negativamente sobre los otros dos: salarios y precios de los bienes”.

La lapidaria conclusión de la senadora de Unidad Ciudadana precede a la negativa que la Cámara alta le dará al proyecto de reforma laboral del Gobierno, que incluye la modificación del cálculo del aguinaldo, y la creación de una especie de coseguro obrero-patronal para eliminar las indemnizaciones tal como las establece la ley.

Tanto el Bloque Justicialista que conduce Miguel Pichetto como el de Unidad Ciudadana, que preside CFK, ya anticiparon que la reforma no pasará.

El rionegrino llegó a decirle a Clarín: “No va a pasar por el Senado. No vamos a tratar ningún proyecto que perjudique el mundo del trabajo”.

Los números son adversos para Macri en la Cámara alta: Cambiemos tiene 25 senadores, muy lejos de los 37 que necesita para lograr quórum. Sin la bancada de Pichetto, que cuenta con 24 integrantes, ni la del kirchnerismo, que tiene nueve, la reforma naufragará indefectiblemente.

El equipo de CEOs logró sacarse de encima por una semana otro jaque al corazón de su programa de saqueo, al postergar el tratamiento del proyecto que retrotrae el tarifazo, convocando a una sesión especial en Diputados para el próximo miércoles, en la que el tema tarifas quedó excluido.

Y a pesar de los aprietes que en esos días llevará adelante sobre los gobernadores, ése frente de batalla demuestra que no son sólo el dólar y las tasas sus únicos dolores de cabeza.

El viernes todo pareció calmarse, y a la suba de tasas del Bcra le siguió una baja en la cotización de la moneda yanqui, que comenzó a venderse a 22,33 pesos, uno menos que el pico alcanzado 24 horas antes.

Ya para entonces Clarín titulaba “Macri habla de vetar la ley de tarifas para tranquilizar a Wall Street”. Pero la city neoyorquina está tranquila, y haciendo lo que siempre hizo: extirpar capitales de aquellas plazas que abren sus entrañas para que los buitres se las coman.

Después de lo que dijeron los buitres mencionados más arriba, apenas queda esperar a ver cuándo los dueños de la bicicleta financiera se deciden a ponerle un fierro bien grueso entre los rayos de la rueda delantera. Allí se verá cuán duras son las frentes de Macri y su elenco gubernamental cuando toquen el piso.

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