Autogestivos, de espíritu punk e ingenio autodidacta, el cuarteto nacido en barrio Echesortu, forja canciones instrumentales energéticas y climáticas. A pulmón y a puro deseo, preparan su segundo trabajo discográfico y exigen más lugares para tocar.
La casona en la que viven los hermanos Milena y Nahuel Odisio, en calle Iriondo, está llena de bafles, cables y objetos recolectados. Poco comprado y mucho prestado, de onda y de recicle. Arriba, subiendo las escaleras y sorteando bicicletas, se encuentra una pequeña sala de ensayo construida a puro cirujeo, con alfombras, restos de paneles acústicos, goma espuma, colchones y sábanas que usaban cuando eran pibitos, y que ahora recubren y decoran el espacio.
En ese cubículo la banda despliega sus vuelos y aterrizajes y se genera un calor necesario en estos días de frío otoñal, que imaginariamente nos remite a Sauna sónico, uno de los temas que aparece en su primer –y homónimo– trabajo discográfico. “Sí, el nombre de ese tema está un poco inspirado en los veranos en esta sala, tenemos que poner un aire acondicionado pero acá es todo a pulmón”, comenta Milena, la bajista, después del ensayo. “Empezamos con la banda en el invierno de 2014”, dice con certeza ante las dudas de sus compañeros.
Su hermano Nahuel, había craneado un proyecto con el guitarrista Aníbal Aliprandi un tiempo antes. “Yo iba a tocar el bajo pero se lo regalé a mi hermana y le pedí que practique unas líneas básicas mientras yo tocaba la batería, que empecé a aprender de forma autodidacta. En ese momento queríamos hacer una banda tipo skate punk con influencias del hardcore punk norteamericano: Hüsker Dü y Seven Second. Esa música la curtía de chico, cuando andaba en skate por la zona del colegio San José. Flasheé mucho también cuando vi por primera vez a Asphix. Empecé a seguir la movida punk local y en los recitales nos cruzábamos con Aníbal”, contó el batero de 30 años, que admitió ser un melómano y tener cierta herencia de su viejo que provenía de la música progresiva, aunque admite que con su hermana le salieron punkitos. Nahuel sumó a la lista de influencias bandas argentinas como Restos Fósiles y Massacre. “Queríamos mezclarlo con el post rock también, con bandas al estilo de Explosions in the Sky”.
Después sumaron a otro guitarrista: Federico Pazos. Y desde los comienzos, descartaron toda posibilidad de incorporar vocalista. “No queríamos que cante nadie, porque en estos géneros en vivo nunca se escuchan las voces”, dice Nahuel. Y Aníbal destaca: “Nosotros al ser instrumentales, por ahí usamos muchos delay y efectos en las guitarras y se hace un ambiente, la música baja y sube, es media emo, emocional”.
Punk y flores
La Consagración de la Primavera remite históricamente a la obra orquestal creada por el compositor Igor Stravinski para un ballet ruso. Tenía dos actos y fue estrenada en París en 1913, generando polémica por su carácter vanguardista. “Creo que la abuchearon”, desliza Milena. “¿Era media rara, no?”, se pregunta Nahuel, y explica: “En realidad tiramos como mil nombres para la banda, y un día estaba en la casa de mi vieja y pasaron algo de Stravinski en un canal de cable y me gustó como sonaba, pero no escuché mucho. El nombre iba con la música: yo escuchaba y me imaginaba flores, naturaleza, no sé”.
Con semejante nombre el cuarteto comenzó a toparse con desafíos como el debut en el festival Psicotropía, en el parque Sarmiento de Carcarañá, justamente abriendo el encuentro. “Yo tenía un cagazo bárbaro porque por primera vez tocaba en público”, recuerda el baterista. Esa tarde, Melina tocó el bajo de espaldas a la gente para entrar en conexión con su hermano, algo que después quedó como parte de la fisonomía del grupo. Los guitarristas, en cambio, tocaron de cara a la muchedumbre. “Igual todos sabemos que si la guitarra se confunde, la piloteas con alguna distorsión, pero en los instrumentos de la base, se nota más”, expresó Anibal para ser más justo.
En esa jornada tocaron los temas El Primero, Sauna Sónico, Resaka Espiritual, Portaretrato, y Tal como es, los cinco principales de su disco debut, que se completó con La mesa redonda, Días de gloria, y Sueños de libertad.
La Consagración está preparando su segundo disco y mientras tanto se presenta en vivo pero con escaso margen porque advierten: “La ciudad está llena de lugares pero no hay espacios para tocar”. Aliprandi recuerda sitios emblemáticos: El Sótano, el desaparecido reducto de Mitre al 600 que cerró sus puertas en 2014 y era refugio de numerosos recitales punk y de rock pesado, o La Chamuyera –en el que tocaron–; y el bar Olimpo, entre otros que tuvieron que bajar sus persianas.
Nahuel recalca: “Tocamos más en antros. Nos gusta más que nada tocar en casas. No nos gusta transar tanto con los bares en eso de vender entradas. Nosotros los mandamos a la mierda, no somos tarjeteros”, dice sin vueltas, y agrega: “Una banda no es que la tenés y ya está, es un laburo, compartir los instrumentos, comprar equipos, trasladarlos. Hay lugares que no te tiran ni una pizza ni un porrón”.“Es algo que se viene hablando de hace rato, pero nosotros no queremos dejar de manifestarlo”, completa Aníbal, convencido de que es necesario lograr una apertura de cabeza de los funcionarios encargados de las políticas culturales de la ciudad. “La música es una descarga a tierra para nosotros, por eso seguimos en la lucha de lo autogestivo y por eso grabamos independientes”, acotó el violero.
La Consagración de la Primavera se presentará el 22 de junio en Berlín Pub (Pasaje Simeoni 1128), junto a Jimmy Club y La Mano Invisible.