La sombra de Esteban Alvarado, presunto narco condenado por robo de auto y flamante prófugo, alcanzó infortunadamente la suerte de un jefe policial antinarcóticos. Departamentos en barrios cerrados, terrenos en barrios abiertos. Escuchas y leyendas sobre el hombre que perdura.
Antes de que el subjefe de Drogas de la Policía de Investigaciones (PDI), el oficial Javier Makhat, sufriera el incordio de que un allanamiento ordenado por dos fiscales descubriera que residía en el departamento de un barrio privado exclusivo que había pertenecido a un presunto narco condenado por robo de autos, el nombre de Esteban Lindor Alvarado –el presunto narco condenado por robo de autos– había trajinado largamente por expedientes judiciales y desgrabaciones de escuchas telefónicas. Invocado por uno de los jefes de Los Monos, Ramón Monchi Machuca, en diálogos con un delincuente de uniforme; incluido en un informe de la División Judiciales sobre el atentado a balazos al domicilio particular de Antonio Bonfatti; mencionado en las charlas que un preso por homicidio y narcotráfico mantenía con un policía detenido por complicidad con la venta de estupefacientes; incluido en un documento legislativo, el nombre de El Esteban padece el comprensible meneo al que es sometido el derrotero de un hombre con anclaje en el hampa pero con escaso historial judicial. Como un fantasma fácilmente señalable, pero huidizo como todo espectro.
Terrenos
En la última semana el nombre de Alvarado regresó a las crónicas periodísticas ligado, en esta oportunidad, a un jefe policial antinarcóticos de la PDI, que fue pasado a disponibilidad al quedar involuntariamente enredado en la trama de un homicidio.
Los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra, que investigan el asesinato mafioso de un opaco prestamista, Lucio Maldonado, ordenaron allanar una casa quinta ubicada en el paraje Los Muchachos, un caserío sobre la ruta A-012 entre las rutas provinciales 14 y 18, presunta residencia del fantasmal Esteban.
Si bien el morador no estaba allí, los policías se alzaron con data útil: papeletas de pago de servicios y expensas de una docena y media de propiedades, supuestamente vinculadas a él. Una de ellas es un departamento en los Condominios del Alto, frente al shopping del mismo nombre y al norte del parque Scalabrini Ortíz, un barrio privado cerrado exclusivo. Tampoco allí estaba Alvarado, pero los investigadores encontraron al subjefe de inteligencia de drogas de la PDI, el oficial Javier Makhat.
¿Qué hacía Makhat en una vivienda ligada a la familia de Alvarado, el presunto narco que nunca sufrió reproche penal por ese delito? Pues allí residía el policía. Como para salir del infortunio, el jefe antinarcóticos esgrimió una escritura de compra del inmueble, que dijo haberle adquirido a un médico por 61 mil dólares. El valor de mercado es mucho más alto, el diputado provincial Carlos Del Frade (FSP) indicó en un pedido de informes que vale 250 mil dólares.
Según pudo saber el eslabón de fuentes oficiales, la pareja de Makhat es una afortunada médica cuyos ingresos podrían justificar la compra del costoso inmueble.
Mientras discurrían esas dudas patrimoniales, la publicación por parte del diario La Capital de un mail enviado por un funcionario policial a sus superiores de la Secretaría de Delitos Complejos, en abril de 2013, tiró abajo la estantería argumental del comisario Makhat.
El correo electrónico, incorporado a la causa de la Justicia ordinaria seguida a la banda Los Monos, tiene como emisor al comisario Gustavo Gula Pereyra, acusado y absuelto en el juicio a la banda narco de barrio La Granada, que por entonces revistaba en Delitos Complejos.
Y dice: “Andrés (por Ferraro, superior de Pereyra) haciendo averiguaciones me entero que en la Dirección está el oficial Macat (sic). De muy buena fuente me dijeron que es un soldadito de Esteban Alvarado”.
Gula relata que Alvarado le donó tres lotes en un barrio de Roldán a Makhat, al comisario Gonzalo Chino Paz –ex Drogas y actual jefe de la Unidad Regional de San Lorenzo– y al policía Chamullo Di Franco, también con paso por las áreas antinarcóticos.
Según La Capital, “en el texto consta que todos los lotes de los policías que reciben terrenos de Alvarado están juntos, que las obras fueron conducidas por el mismo maestro mayor de obras y que quien le paga es «el oficial Macat»”.
Las correrías de Alvarado –quien hasta el año pasado cumplió una condena de seis años de prisión en Campana por robo de autos en el Gran Buenos Aires destinados a desarmaderos de Rosario o su duplicación como mellizos-– no podrían haberse extendido en el tiempo sin complicidad policial. La situación de Makhat recién comienza a investigarse.
Territorios
La presencia espectral de Alvarado ha llenado páginas de diarios y tapizado expedientes judiciales desde hace varios años. Su principal antecedente en los anaqueles del Poder Judicial –en los que también cuentan investigaciones por delitos menores– es una causa de 2012 seguida por un juzgado de San Isidro por el robo de autos.
Fue condenado a seis años y seis meses de prisión, que se cumplen en los próximos meses, pero había obtenido la libertad condicional por el cumplimiento de las dos terceras partes de la pena. Cuando en estos días lo fueron a buscar al domicilio en el que había fijado como residencia de su condicional, El Esteban ya no estaba allí y hasta había vendido el inmueble.
Durante los últimos años fue mencionado como socio de Luis Medina, el Gringo, un presunto capo narco acribillado a balazos en diciembre de 2013 en el acceso Sur a Rosario, cuando se movía en auto con su novia, la modelo Justina Pérez Castelli.
Medina ya no residía en Rosario –era un viejo vecino de barrio Belgrano– sino en un country de Pilar, en Buenos Aires. Había regresado a su ciudad a pasar las fiestas y se alojó en el hotel Pullman del casino City Center, su última morada, como suele decirse. Los rumores indicaban que lo estaban buscando, y no para agasajarlo con una bienvenida a su terruño natal.
La madre de Medina, Ana María Fracona, dijo al año siguiente que a su hijo lo había mandato a matar “el de arriba”, que no era el Señor de los Cielos sino un referente “de la política”, y que el crimen había sido ejecutado por la “banda de los rosarinos”, nombre de la agrupación criminal de Alvarado.
Como El Esteban estaba preso, Frascona explicó que desde entonces el responsable en libertad de la banda era un tal Emiliano Peloso, que no disparó contra Medina pero “estuvo allí”.
El mismo año del homicidio de Medina, pero siete meses antes, fue asesinado uno de los jefes de Los Monos, el Pájaro Claudio Cantero. Eso dos crímenes, según un informe presentado por Del Frade a la Legislatura, encontraban justificativo en lo que denominó “la reconfiguración narco” de la ciudad.
A modo de mapa, el documento señalaba que Medina manejaba el tráfico ilegal de estupefacientes en la zona Oeste de la ciudad, Alvarado en el centro, Los Monos en el Sur y el jefe de la barra de Rosario Central, Andrés Pillín Bracamonte, hacía lo propio en el norte. Delfín Zacarías participaba de ese delicado equilibrio comercializando de Granadero Baigorria hacia el norte. Ese año cayó en desgracia.
Como a diferencia de las demarcaciones de los Centros Municipales de Distritos estas otras fronteras son más lábiles, las cosas no siempre salen bien.
Rosario se bañó de sangre en 2013 alcanzando una tasa de homicidios análoga a la de las ciudades más violentas de Latinoamérica. Ese año fue el comienzo del fin de Los Monos –al menos en cuanto a su libertad ambulante–, el del pasaje al otro barrio de Medina, el de la caída de Zacarías. Alvarado y Bracamonte no fueron alcanzados por el infortunio, al igual que dos hermanos de Tablada.
Diálogos y presunciones
El 13 de mayo de 2013, con el Pájaro Cantero aún vivo, su hermano de crianza Monchi Machuca dialogaba a las 23.03 con Juan Chavo Maciel, un policía de Delitos Complejos que ofrecía más lealtad a Los Monos que a la fuerza de seguridad.
Hablan sobre un operativo policial fallido que involucra a Esteban y mencionan a un policía de la División Judiciales, Luis Quevertoque, uno de los que participó de la investigación que permitió la caída de la banda de La Granada.
Los Monos están convencidos –y no son los únicos– que su precipitado ingreso al desgraciado desfiladero de la persecución penal fue montado por la División Judiciales al solo efecto de ensanchar el territorio de otros jugadores del mercado ilegal de drogas.
Monchi: “Cuchá, y esos que rompen los huevos ya sé por qué rompen los huevos. Yo fui a hablar con este y este sabe bien la posta”. “Viste que habían hecho un laburo de una chata apenas empezaron ellos”.
Chavo: “Ahh, la Kangoo, allá en 27 y Alsina”.
Monchi: “Sí, qué sé yo, la chata la había puesto el Esteban, para hacer el laburo éste para que queden bien para que agarren esto”.
Chavo: “Sí, pero eso se sabía hace rato, lo entregaron a ese laburo, si no agarraron a nadie”.
Monchi: “Bueno, eso lo armó el Esteban con ellos. Luis se llama… Luis se llama el que está a cargo de todo, el secretario me parece”.
Chavo: “Y, no sabría decirte, ¿el socio de Quevertoque puede ser?”
Monchi: “Ahí está, no me podía acordar el apellido, Luis Quevertoque, sí es ese. Ése es el socio del Esteban, viste que te dije que andaban, tenían pollos ellos”.
Chavo: “Sii boludo, se hacen los vivos, eso, sabé vos lo tenés que conocer a ese, ese estaba en Alcaidía Monchi, estaba en Alcaidía es uno medio pelado feo”.
Media hora más tarde, en otra comunicación de los mismos protagonistas, el Chavo Maciel le precisa el apellido de Luis Quevertoque –quien según Monchi arregla con Esteban Alvarado–. Monchi le pide otros nombres de los integrantes de Judiciales y el Chavo le dice que si le da hasta mañana le pasa todos los datos de los integrantes, con nombre y apellido.
En octubre de aquel sangriento 2013, cuatro personas en dos motos orlaron con 13 plomos la vivienda particular del gobernador Antonio Bonfatti.
Un informe de la División Judiciales de la policía aportó algunos nombres como los posibles autores intelectuales del atentado, porque finalmente fue condenado un perejil ligado al narcomenudeo.
El documento, anexado a la causa que tramitó en el juzgado de la entonces magistrada Alejandra Rodenas, señalaba que el motivo de los disparos se explica por disputas internas entre bandas delictivas.
“Estas bandas organizadas estarían buscando como tomar el poder o los espacios vacantes que quedaron después de las detenciones de Esteban Lindor Alvarado y sus colaboradores del clan Cantero (banda los Monos), David Delfín Zacarías, Diego Panadero Ochoa, Sergio Quemado Rodríguez”, enumera el texto.
Según los “buches” consultados por la División Judiciales para hacer el “informe de calle” entregado a Rodenas, “los autores intelectuales del hecho serían Andrés Bracamonte y Daniel Vázquez y los que habrían aportado el dinero para la concreción serían los llamados Ramón Ezequiel Machuca (Monchi Cantero); Ariel Máximo Cantero”.
La juez finalmente descartó la historia que le ofrecía la División Judiciales.
Campañas y atentados
El nombre de Alvarado también quedó registrado en otro expediente que contiene una charla en el preso César Treves, acusado como partícipe de un homicidio y detenido con drogas, y el policía de la División Judiciales –sí, otra vez– Germán Almirón, detenido por facilitar la fuga de un integrante de Los Monos de la Alcaidía de Jefatura y por presunta complicidad con una banda narco liderada por una mujer, que traía a Rosario cocaína de Salta.
Treves: “El otro pibe no, el otro pibe ni lo llaman, nada”.
Almirón: “No, el otro queda enganchado, de una, enganchado va a quedar”.
Treves: “Y dice que Alvarado está pesadito, que le están averiguando que tiene como 19 homicidios, están averiguando porque está como nombrado pero…está todo en el aire”.
Si bien el Ojudo Treves no da el nombre de pila de Alvarado, en otro tramo habla del espectro.
Almirón: “Claro, eso han hecho, un informe (…) es un informe que hicieron, que estos dos laburaban para Esteban Alvarado y es muy probable que Esteban Alvarado lo haya mandado”.
Luego Treves vuelve a mencionarlo como presunto aportante a la campaña proselitista de Bonfatti en 2011. Aclaración necesaria: las escuchas que se reproducen en esta nota fueron ordenadas por el juez federal Carlos Vera Barros y sacudieron a la opinión pública cuando Treves y Almirón preparan un presunto atentado mortal contra el juez Juan Carlos Vienna –investigador de Los Monos– o el fiscal de Cámaras Guillermo Camporini. En ese tramo fueron tomadas por verosímiles y se realizó un acto en Tribunales para apoyar a los amenazados.
El fragmento que sigue, en los que ambos hablan sobre supuestos aportes de campaña, fue desechado como propio de las alucinaciones de dos mitómanos.
Treves: “El tema es así, ellos le tenían que pegar al gobernador y no le pegaron, y la gente quiere que cuando salgan, uno de los dos haga el trabajo”, dice sobre los presuntos atacantes al domicilio de Bonfatti.
Almirón: “¿Pero vos te creés que lo van a hacer Negro, olvidate? No se pueden arrimar más al Chuquito, está recontra custodiado, olvídate”.
Treves: “Más vale, ¿sabés por qué? Eso por querer hacerse lo que no son, sabés cuánto le sacaba el gobernador boludo. Un millón al Esteban y un millón al Luis, después un millón a un tal Francés, que creo que es el de Baigorria, si no me equivoco. Y sé que los Gordos habían puesto una moneda también, no sé si un millón pero habían puesto una moneda, eh. Con todo este quilombo, el tipo los desconoce a todos y se abre”.
En otras escuchas practicadas al teléfono de Almirón, reproducidas en el juicio por asociación ilícita a Los Monos, el policía cuenta que sus jefes de Judiciales “le batieron” un allanamiento a Luis Medina y que uno de sus superiores tiene vínculo con Alvarado, el espectro transversal a expedientes judiciales y leyendas del hampa sobre el que ahora hay un pedido de captura nacional e internacional por el homicidio del prestamista Lucio Maldonado.
El cuerpo de Maldonado apareció con dos disparos en la espalda y uno en la nuca el 11 de noviembre pasado, luego de que lo levantaran días antes de su casa del barrio Tablada.
En un bolsillo tenía un letrero de cartón que decía: “Con la mafia no se jode”.