El tercer año de Macri culmina con resultados negativos y se va con recesión económica, devaluación e inflación récord, caída de la industria y del poder adquisitivo de los ingresos, suba de los índices de pobreza y desocupación.
Las políticas recesivas de Cambiemos nos regalaron a todos los argentinos un 2018 lleno de indicadores económicos en baja, mientras otros índices hicieron pum para arriba, como deuda externa, pobreza, desocupación. Con un salto del dólar del ciento por ciento en 2018, Argentina salió segunda en el ránking mundial de devaluación (nos fue mejor que en el Mundial de Fútbol en Rusia). El aumento de tarifas fue una constante durante el año que se va. Hubo incremento en los precios de los combustibles casi todos los meses, acumulando un 60 por ciento. La inflación promedió el 50 por ciento y aplastó salarios, jubilaciones y retrajo el consumo popular. 2018 fue el año en el que el país cayó rendido nuevamente a los pies del Fondo Monetario Internacional, reflotando relaciones carnales con Estados Unidos, expuestas en el G20 porteño, en un intento de parte del oficialismo de pilotear la crisis económica interna, que lejos de aplacarse se agrava.
El FMI dejó sus deseos para 2019, año que estará atravesado por la contienda electoral. Más subas de tarifas, topes para aumentos salariales, reformas jubilatoria y laboral fueron los augurios del Fondo tras aprobar un nuevo tramo del préstamo contemplado en el acuerdo con la Argentina: un envío de 7.600 millones de dólares que en los próximos días ingresará a las arcas del Banco Central. Desde el FMI también pidieron esperar al segundo semestre del año nuevo para que la economía “se empiece a recuperar”. Creer o reventar. Lo cierto es que la expectativa de recuperación, según el clima social que se vive, es minúscula.
El año cierra en un contexto de recesión, con una caída promedio de la actividad económica del 3 por ciento. “El fuerte ajuste proyectado para 2019, en suma a una reducción de la inversión y el consumo, replicará la recesión de este año, fenómeno que no se veía desde la crisis de inicios de siglo”, se señaló en un relevamiento con foco en las variables económicas realizado por el Observatorio de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav).
“Se vislumbraba una desaceleración de la actividad ya en el primer trimestre del 2018. No obstante, la crisis financiera en toda su extensión entre abril y octubre precipitó el deterioro generalizado por efecto derrame negativo”, se resaltó en el informe. “Desde el segundo trimestre todos los indicadores comenzaron a manifestarse a la baja. Esto empezó a traer consecuencias sobre el empleo y la pobreza que, no obstante, aún no encuentran piso”, advirtieron desde la Undav.
El tercer año de Macri estuvo gobernado por el ajuste. Los ingresos de la población quedaron muy por debajo de la inflación desbocada que padecen los consumidores, que, como se señaló, se acercará en la medición interanual al 50 por ciento. La denominada inflación mayorista, cuando el producto sale de la fábrica, superó en octubre pasado el 70 por ciento. La brecha entre inflación y salarios de trabajadores registrados se proyecta hasta 20 puntos porcentuales. Las subas explosivas de precios se dieron al compás de la devaluación e incremento de tarifas. La notable pérdida de poder adquisitivo de los salarios impacta de manera negativa en el mercado interno, con una marcada y preocupante caída del consumo, incluso de alimentos. En 2019 no hay miras de recuperación salarial, ya que el macrismo busca imponer un techo del 23 por ciento en las negociaciones paritarias por venir y la expectativa de inflación se mantiene en alrededor del 30 por ciento para los próximos doce meses.
Con el modelo Cambiemos, la especulación financiera se impuso a la actividad fabril, que cae en picada. Se proyecta que el año industrial finalice con un rojo de casi 4 puntos y con dos de cada tres rubros destruyendo capacidad productiva, según se indicó en el informe de la Undav. Datos de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas (Apyme) reflejaron una cruda realidad para el sector, ya que “la crisis económica genera el cierre de unas 25 pymes por día”, según alertaron en un documento que da muestras de la compleja coyuntura que les toca. En el tradicional brindis de fin de año, Guillermo Moretti, presidente de la Federación Industrial de Santa Fe (Fisfe), reclamó que se declare la emergencia industrial.
Termina 2018 y el gobierno nacional, que había prometido “pobreza cero”, alcanzó los índices más altos de pobreza y desocupación desde que Macri bailó en el balcón de la Casa Rosada. En tanto, el informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina correspondiente al tercer trimestre del año, señaló que en los últimos doce meses la pobreza creció 5 puntos, pasando del 28 al 33,6 por ciento. Se trata de 2,1 millones de nuevos pobres. Desde la UCA indicaron que, en total, la pobreza urbana golpea a 13 millones de personas. Los números de la pobreza pueden empeorar en el cuarto trimestre de 2018, donde hubo incesante suba de precios y recesión económica.
En la misma sintonía recesiva, el Indec determinó que en el país hay cerca de un 10 por ciento de personas desempleadas. Según la medición oficial, en el tercer trimestre de este año el desempleo creció siete décimas con respecto al mismo período del año anterior. En los tres años de la presidencia de Mauricio Macri se produjo un fuerte aumento del desempleo, sobre todo en la rama industrial. Y el poco empleo que se genera, el cual que no llega a cubrir las expectativas, es precario y no da más que para la subsistencia.
“Si se considera la tasa de desempleo al segundo trimestre de 2015 (6,6 %, la mínima desde 2003) el 9,6 por ciento de desempleo para el segundo trimestre de 2018 implica 387.000 nuevos desempleados en los grandes aglomerados urbanos. Este valor proyectado al total del país implica 645.000 nuevos desempleados”, indicaron desde el Centro de Economía Política Argentina (Cepa) en su último diagnóstico sobre la situación social y laboral en la Argentina.
También se registró una constante pérdida del poder de compra en el salario mínimo y jubilaciones, que se encuentran en niveles similares a 2001. “Ese año el haber jubilatorio mínimo se ubicaba en los 194 dólares, mientras que hoy está en 207 y en 2015 llegaba a 373 dólares. Por el lado del salario mínimo la dinámica es similar: en 2001 alcanzaba los 259 dólares y el actual equivale a 251, en tanto, en 2015 la cifra llegaba a un promedio de 488 dólares”, se comparó en el reporte del Cepa.
“El poder adquisitivo medido en la canasta seleccionada muestra una sensible caída en el caso de los ingresos de programas sociales: mientras que en 2001 se podrían adquirir 5,28 canastas con un Plan Trabajar, en 2018 se podrían adquirir 3,99. Con relación al salario mínimo se podrían adquirir 7,55 canastas en 2001 y 9,01 en 2018 y con relación a la jubilación mínima 5,66 y 7,42”, se explicó el trabajo. Otro dato alarmante que mostró el documento del Cepa es la retracción en el consumo de alimentos producto de la caída del salario. La baja se observa en la carne (54%), jugos y gaseosa (44%), frutas y verduras (43%) y lácteos (34%).
En dicho informe se resaltó, además, que uno de cada diez argentinos vive una villa: “En Argentina y según la proyección poblacional a 2018, viven 4.117.373 personas en villas y asentamientos. En otras palabras, alrededor de 9,5 por ciento de la población total, uno de cada diez argentinos vive en villas”. Para el Cepa, el aumento de la pobreza para el segundo semestre de 2018 sería cercano al 6 por ciento. En el informe se destacó que “si se toma en cuenta que la medición del segundo semestre de 2017 indicó 25,7 por ciento de pobreza, la nueva medición alcanzaría entre 31 y 32 por ciento a fines de 2018”.
El experimento neoliberal amarillo, en un año teñido de verde por la imponente marea de reclamos y logros que agitó el movimiento feminista, cumple con sus objetivos de ajuste y deja una economía devastada.