El candidato de ultraderecha Javier Milei, motosierra en mano, propone podar el gasto público en perjuicio de grandes mayorías, entre reformas estructurales regresivas y privatizarlo todo. Un breve repaso por sus propuestas pro mercado y la utopía anarcocapitalista.

La motosierra está asociada a la poda, a la tala. Es una herramienta de gran potencia con motor de altas revoluciones por minuto y una espada envuelta por una cadena dentada de corte, que al empuñarla permite el desmonte y luego hacer leña de árboles caídos. Es la evolución del serrucho y el hacha. Es la insignia de utilería que eligió el líder de ultraderecha Javier Milei para acompañar su estruendosa irrupción y ascenso en el tablero político argentino. “Los que cargan la nafta de esa motosierra son la verdadera casta”, dijo el diputado nacional oficialista Tomás Ledesma, oriundo de Paraná, durante el debate por Ganancias. “Y los que están del lado del filo de la motosierra son los trabajadores y sus derechos”, alertó el legislador entrerriano.

En nombre del Dios Mercado, el conductor de la motosierra avisa, con mensajes confusos y contradictorios, que una hipotética gestión de La Libertad Avanza aplicará un feroz ajuste que no haría más que agravar el cuadro de situación. Pareciera ser que el grueso de los seguidores de Milei no repara en sus loas a la escuela austríaca de economía o en su ideología inspirada en el economista estadounidense Murray Rothbard ni en su engendro de anarquismo de libre mercado. En cambio, esta última concepción de la vida mercantilista sí seduce a algunos ejecutivos de grandes compañías que ya van pasando del macrismo a las filas del mileísmo. Y sí hay detrás de su liderazgo pseudomesiánico, sobre todo, una Argentina monotributista, precarizada, despojada y hastiada, sin que ello sentencie una “derechización” de la sociedad.

El candidato a presidente de la derecha radicalizada se refleja en el menemismo y sus políticas de desguace y entrega, venera a Domingo “uno a uno” Cavallo (hay un meme donde se levanta la cabellera despeinada de Milei cual peluca y aparece la bocha calva del ex ministro de Economía de Carlos Menem). También reivindica a la dictadura y su plan económico neoliberal. Propaga un discurso de odio que intenta desligarse del personaje pintoresco que parió la televisión y que arremete contra el Estado, los políticos, la idea de justicia social, la democracia, el Papa, el cambio climático. Miente cuando dice que una dolarización de la economía en pos de frenar la inflación no tendría nada que ver con una megadevaluación y la consiguiente poda salarial, lo que profundizará la actual crisis en los ingresos populares.

Con su motosierra en alto, Milei, luqueado de punk metalero, también busca intimidar, reforzar su imagen de león bravo, de rey de la selva, frente a las cámaras que lo siguen y retratan. Motosierra, guillotinas, bolsas mortuorias, atentado a CFK. Milei también amenaza con dinamitar todo. Es una ultraderecha mediatizada y pospandémica, distópica, con buen manejo de redes sociales y llegada a la juventud, de noticias falsas y campaña sucia, que encaja en lo que se denomina la internacional trumpista (referenciada en el polémico platinado ex presidente de Estados Unidos), replicada en diferentes partes del mundo, y que en la región tuvo hasta el momento a Jair Bolsonaro como máxima expresión. En vez de motosierra, el ex presidente brasileño empuñaba armas de fuego. Milei habló de libre portación de armas. Mauricio Macri y Patricia Bullrich, exponentes de la derecha doméstica, parecen quedarse a mitad de camino. Pero es difícil pensarlo a Milei sin primero tener presente a Macri y sus políticas de ajuste, endeudamiento y represión.

Milei es un ladrón de banderas, terminologías e identidades históricas que el populismo, el progresismo y la izquierda quizá habían olvidado o no supieron custodiar, o la derecha consigue reconfigurar de vez en cuando. Cosechó el 30 por ciento de los sufragios en las Paso y fue el candidato más votado. Un fenómeno sorpresivo y no tanto: se anticipó un escenario electoral de tres tercios, la ultraderecha había llegado al Congreso en el 21, con una agenda derechizada de época que crece. Y los dos últimos gobiernos (con sus diferencias y contextos) incrementaron la inflación, la pobreza, y con ellas el malhumor social. La desigualdad socioeconómica y la distribución regresiva, con acentuada transferencia de ingresos del trabajo al capital, hacen de inflador de Milei. Con bajo desempleo pero con bajo nivel salarial y precios por el ascensor que encarecen el costo de vida, y una crisis de deuda que ata al país a las recetas del FMI y con escuálidas reservas en el Banco Central.

Al grito de “viva la libertad, carajo”, Milei consiguió sintonizar con sectores pudientes y de bajos recursos. Depositante de la frustración, el enojo y el hartazgo acumulados en una sociedad que reniega de una dirigencia que no resuelve sus pesares cotidianos, con una inflación altísima que pulveriza salarios e ingresos, y que el gobierno busca morigerar con bonos, refuerzos y medidas compensatorias. Detrás de su figura también asoma lo supuestamente “nuevo”, la “esperanza de un cambio”, aunque por las ideas que viene mostrando la ultraderecha resultaría un cambio para peor.

Ni subestimando, ni sobreestimando, ni ridiculizando al votante de Milei. Sin desmerecer la voluntad del pueblo, en el voto al candidato de extrema derecha confluyen una serie de elementos y cuestiones. Hay enfurecimiento, estallido, implosión, venganza pero también alegría. Se habla mucho de Milei, el Joker de ultraderecha, ya sea para elogiar o criticar, en medio de un proceso electoral con final abierto rumbo a la compulsa presidencial del 22 de octubre, con desafíos más allá de las urnas. Sus propuestas ocupan buena parte de la discusión pública. El voto a Milei empuja a la deliberación y enciende alarmas. El no voto o la pérdida de más de seis millones de sufragios comparado con 2019 por parte del oficialismo debería. Milei le mastica la cabeza al macrismo, que también sangra votos.

¿Dónde corta?

Al hacer foco en el plan motosierra (por ahora sin cadena) de Milei, el Centro de Investigación de Economía Nacional (Cien), surgido en la Universidad de Buenos Aires, analizó las principales propuestas económicas del candidato libertario. “Milei planea un enorme recorte del gasto público, pero transversal, afectando no sólo a los subsidios y la obra pública como se afirma desde su espacio, sino también a la inversión en educación, salud, jubilaciones y prestaciones sociales. La Libertad Avanza propone achicar el gasto público por el equivalente al 15 por ciento del producto bruto interno”, se señaló en el documento.

Y se advirtió: “Un recorte de 15 por ciento del PBI no es factible si se toman en cuenta las declaraciones (contradictorias) del equipo de Milei. Una quita total de subsidios o la eliminación del gasto en obra pública tendría consecuencias económicas y sociales fuertemente negativas. Al mismo tiempo, cualquier ajuste de semejante dimensión que se haga sobre el gasto público tendrá un efecto recesivo en la economía”.

Foto: Télam

Para los economistas del Cien, la propuesta de recortar el gasto general (incluyendo transferencias a provincias) sin afectar el gasto social se revela imposible, más allá de las consecuencias imaginables. “Más de dos tercios del gasto primario total corresponden a gasto social, que incluye, en orden de importancia, a: previsión social; salud; educación, cultura y ciencia y técnica; promoción y asistencia social; y trabajo”, se detalló en el reporte de economistas de la UBA.

En 2022, el pago de intereses de deuda representó 1,8 por ciento del PBI. Salvo que Milei proponga un default o una reestructuración forzosa de toda la deuda algo que no suena muy propio de un candidato pro mercado y es incompatible con el objetivo de dolarizar, que requeriría un grado mayor o menor de endeudamiento hay otros casi dos puntos que tampoco podría recortar, marcó el documento.

Los “gastos de funcionamiento” son un 3,1 por ciento del PBI que engloban básicamente los sueldos (de “la política”, pero también de todos los empleados) y también incluyen los gastos en Seguridad y Defensa. “Si bien Milei dice que va a recortar a «la casta», es evidente que no puede echar a toda la planta de empleados públicos: no todos son políticos y alguien tiene que trabajar para que el Estado realice las funciones mínimas que le quieren dejar”, se apuntó, y agregó: “Victoria Villarruel (candidata a vice de Milei) afirmó que su intención es subir el presupuesto en Defensa del 0,6 al 2 por ciento del PBI. Por lo tanto, aun si redujeran los salarios de la política y eso significara un recorte de la partida de gastos de funcionamiento, el aumento propuesto más que compensa esa reducción”.

Los subsidios económicos son subsidios al consumo de energía (electricidad, gas y agua) y al transporte. “Sin ahondar demasiado en la factibilidad de hacerlo, podemos sumar este gasto (2,6 por ciento del PBI) al paquete de recortes, porque fue directamente señalado por Javier Milei. En síntesis, si recortan gastos de capital, gastos corrientes y subsidios económicos, el ajuste alcanzaría el 4,6 por ciento del PBI, muy lejos del 15 propuesto”, se consideró en el documento del Cien.

Principios sociales o sálvese quien pueda

El Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso) subió a su canal de Youtube una serie de videos en los que el economista Andrés Asiain y el equipo del Ceso realizan un viaje crítico por la economía libertaria, para tratar de entender qué hay detrás de la motosierra. “El anarcocapitalismo se transformó en la filosofía de un grupo de multimillonarios que sueñan con una organización económica y social donde los empresarios tomen directamente en sus manos las funciones del Estado. A través de una red global de fundaciones promueven sus ideas económicas libertarias que, en Argentina, enarbolan políticos como Javier Milei”, introdujeron.

Con mini pizarrón, compu, mate y paisaje isleño detrás, Asiain resume: “La economía libertaria, en sus orígenes, la planteó el anarquismo social diciendo que los propios trabajadores tenían que tomar la producción, sacándose de encima la presión de empresarios y capitalistas. Para esto debían enfrentar al Estado, el guardián de la propiedad privada, y venciéndolo mediante una revolución social iban a reemplazarlo por la propiedad de quienes trabajan. Los términos anarquista y libertario, un siglo después, fueron tomados por los enemigos de los anarquistas, los propios empresarios y capitalistas, para plantear una nueva utopía, el anarcocapitalismo, con empresarios que ya no necesitan del Estado, sino que pueden gobernar ellos mismos”.

El director del Ceso continúa: “Esta utopía de multimillonarios, como los hermanos Scott (grupo económico norteamericano, creadores del show televisivo Hermanos a la obra), el grupo financiero Templeton (fondo de inversión), a través de diversas redes de fundaciones (The Heritage Foundation, Atlas Network, Cato Institute), armaron una telaraña global de redes, fundaciones, centros de pensamiento para promover estas ideas. En Argentina (Fundación Libertad) son los que promueven, en caso de ganar las elecciones, la dolarización o el cierre del Banco Central. En cierta forma Argentina se transformaría en un ratón de laboratorio para experimentar las consecuencias de estas políticas”.

“Milei dijo que la justicia social es «aberrante». Que eso era robarle a alguien para darle a otro. La teoría de Milei fundada en el anarcocapitalismo piensa que la solución a las necesidades siempre tienen que ser a través del mercado. ¿Necesitás salud?, pagate una prepaga. ¿Necesitás educación?, pagate la cuota del colegio privado. ¿Necesitás alimentarte?, comprate tu comida. ¿Necesitás una vivienda?, pagá un alquiler. Desde esa perspectiva, la escuela y los hospitales públicos, la tarjeta Alimentar, o políticas de promoción de la vivienda, no tienen sentido. Así, gran parte de la población, la que no tiene dinero porque esta sociedad no le brinda oportunidades para lograrlo, queda excluida”, explica el director del Ceso.

El economista y docente recuerda: “Esta idea que plantea Milei existió en el modelo agroexportador (principios del siglo XX), donde los trabajadores, los inmigrantes que trabajaban los campos, tenían ingresos mínimos, no les alcanzaba para subsistir, había analfabetismo y abundaban enfermedades a nivel popular. La reacción frente a esa situación fue el peronismo, que instauró la idea de los derechos sociales. El peronismo no nace de un repollo, sino de fallas del mercado”.

Asiain concluye: “La justicia social plantea que el Estado debe garantizar que todos los habitantes de una Nación accedan a resolver sus necesidades básicas, con el Estado como igualador de oportunidades en una economía de mercado, donde existe la herencia y una persona que nace en una familia rica tiene recursos para educarse, alimentarse, tener una vivienda digna, un capital para salir al mundo del trabajo, una situación muy dispar a la de un niño o niña de la calle que no tiene recursos. Pero Milei quiere que compitan de igual a igual”. El plan motosierra, al menos para las mayorías, no cierra.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 23/09/23

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