El equipo económico de Cambiemos viajó a Davos a cazar inversores, pero el establishment internacional mostró poco entusiasmo. El sector pyme y CEOs de grandes compañías locales descreen que el gobierno revierta la actual crisis económica. El “veranito cambiario” a costa del desplome de la actividad productiva.

Desde la ciudad de Davos, al pie de los nevados Alpes suizos, donde participó del tradicional Foro Económico Mundial, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne reconoció que la actividad económica local cayó al menos 2 por ciento en 2018, aunque el Fondo Monetario Internacional estimó una contracción de 2,8 por ciento. Lejos de cambiar el recetario, Dujovne prometió seguir por la senda del ajuste y aplicar las reformas neoliberales que dicta el FMI, en un intento de transmitir optimismo a inversores y empresarios internacionales, que, en medio del frío de Davos, se mostraron cautelosos.

Trascartón, Dujovne dijo que “creía” que el país “volverá a crecer en 2020”. Estuvo acompañado por el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, quien se metió en otro tema espinoso, al señalar que “el desafío más grande es bajar la inflación”, que el año pasado promedió el 50 por ciento, con alto impacto en servicios y canasta básica de alimentos, escalada de precios que pulverizó ingresos de sectores medios y bajos.

Por si quedaban dudas, el ministro Dujovne dio a entender, en una conferencia de prensa que no despertó demasiada atención del establishment presente en el Foro, que la apuesta del programa económico de Cambiemos no radica en fomentar el consumo interno sino en recuperar la confianza perdida del sistema financiero internacional. El único elogio que se llevaron Dujovne y Sandleris fue el de la directora del FMI, Christine Lagarde, con quien mantuvieron un encuentro bilateral. La funcionaria del organismo felicitó al ministro de Hacienda por “estabilizar la economía”, lo que acá se conoce y padece como ajuste. Las últimas proyecciones estadísticas que publicó el Fondo anticipan una contracción de la actividad del 1,7 por ciento para 2019 en Argentina.

Casi al mismo tiempo de la participación del staff económico nacional en Davos, se conoció una encuesta local que determinó que la mitad de los CEOs argentinos desconfía de que el gobierno (también de CEOs) revierta la actual crisis económica. La suba del dólar –por ahora en tensa calma–, altas tasas de interés y la inflación galopante confluyeron en un clima más pesimista, con un fuerte descenso de las expectativas entre gerentes de grandes compañías, según la consultora PWC. Hasta los más amigos del gobierno están en guardia. Por otro lado, en la misma sintonía, el índice de confianza en el gobierno que elabora la Universidad Torcuato Di Tella arrojó la medición más baja desde que Cambiemos llegó a la Casa Rosada, un descenso empujado por la recesión y los constantes tarifazos.

La desconfianza en el rumbo que adoptó el gobierno de Macri quedó en evidencia en otro dato económico fuerte de la semana. Según información publicada por el Banco Central de la República Argentina, a lo largo del año pasado los principales actores económicos fugaron del país 27.320 millones de dólares, casi la misma cifra que los desembolsos del FMI durante 2018. ¿Deuda externa para la fuga?, es la pregunta que queda flotando en el aire. La salida de divisas registrada en el balance cambiario de 2018 es la más alta desde 2002. Así, la formación de activos en el exterior (fuga de capitales), facilitada por la liberalización financiera, totalizó en los tres años que lleva la alianza Cambiemos en el poder 59.328 millones de dólares, es decir, más que todo el acuerdo ampliado con el FMI. 

Veranito, ¡las pelotas!

El primer mes del año electoral mostró la continuidad de una economía real en retroceso, con una plaza cambiaria estabilizada a costa de un manifiesto deterioro del mercado interno y de una actividad productiva planchada. “Ambos fenómenos (dólar estable y recesión) no están desvinculados, ya que la crisis de la actividad real es consecuencia de las medidas acordadas por el gobierno con el FMI para estabilizar el frente externo. Una brusca devaluación con elevadas tasas de interés en el marco de un plan de ajuste fiscal”, se señaló en el último informe que difundió el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso).

“La estabilidad cambiaria continúa siendo precaria. En primer lugar, porque el horizonte de vencimientos de deuda pos 2019 continúa siendo insustentable. En segundo lugar, porque las elevadas tasas generan un incremento exponencial de los stocks en pesos potencialmente dolarizables. En ese sentido, el incremento de los plazos fijos en pesos tiende a generar un efecto similar al que, meses atrás, tenían las Lebacs aun cuando la distribución de sus vencimientos tiene una dinámica menos vertiginosa. Un elemento a tener en cuenta en un año electoral, donde suelen presentarse una precautoria dolarización de los ahorros”, indicaron desde el Ceso.

Según el informe del centro que dirige el economista Andrés Asiain, titulado La economía bajo el agua en el veranito cambiario, “la palabra final en términos de estabilidad cambiaria la tendrán las metas que el FMI imponga en materia de reservas después de marzo de 2019. Si son relajadas, el oficialismo podrá llegar a las elecciones con un dólar calmo. Si en cambio impone metas de reservas exigentes, forzará expectativas de devaluación que reforzarán la compra de dólares propia del año electoral. En ese caso, las elevadas tasas (y el diferencial vía Leliq que se apropian los bancos) pueden ser insuficientes para contener la corrida cambiaria”.

Para el Ceso, “el costo de las políticas de estabilización del frente externo se puede ver en la caída de la actividad productiva. La brusca devaluación con elevadas tasas de interés generó una caída abrupta en el poder de consumo de la población junto a un fuerte desincentivo a la inversión en la actividad productiva. El ajuste del gasto público, especialmente en obras, fue la estocada final para la alicaída economía”.

El reporte de coyuntura analizó que “la construcción, que hasta agosto se mantuvo a flote otorgándole cierto aire al nivel de actividad, cayó 15,9 por ciento de forma interanual en noviembre de 2018. La industria mostró una caída del 13,3 por ciento, el descenso más abrupto de toda la gestión Macri. Los sectores más afectados son los vinculados al mercado interno que compiten con importaciones. Los datos de diciembre tampoco son auspiciosos: la industria automotriz mostró una caída interanual de 38,48 por ciento”, según Adefa, la cámara de los fabricantes.

La crisis económica, que sigue sin encontrar los promocionados brotes verdes, se ve reflejada en el desplome del consumo popular a raíz de la alta inflación y los recortes en el poder adquisitivo de la población, más la sangría laboral por el imparable cierre de empresas, suspensiones y políticas de precarización.   

Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (Sipa) que publica la Afip, un total de 6.951 empresas tramitaron su baja ante el organismo en el período que va de octubre de 2017 al mismo mes de 2018. Los cierres y los despidos le pegan de lleno al sector industrial, ya que, de las casi siete mil empresas menos en un año, 1.328 eran plantas fabriles. En tres años, mientras Macri repite que “este es el camino”, cerraron unas 2.800 fábricas en todo el país. En efecto, la industria manufacturera suma siete meses consecutivos de destrucción de fuentes de trabajo. En la gestión Cambiemos, según estadísticas públicas, ya se eliminaron casi 116 mil puestos de empleo industriales.

Al justificar las dificultades para poder afrontar el pago del bono de fin del año pasado acordado entre el gobierno y la CGT, el sector de la pequeña y mediana empresa, agobiado por las importaciones, los tarifazos y la caída del consumo, describió la compleja coyuntura que atraviesa y reclamó al gobierno un cambio de rumbo en sus políticas, aunque manifestó desconfianza y poca expectativa en que esto suceda.

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