Un grupo de 49 voluntarias a través del Programa Puente de Libros, promueven la lectura en mujeres que están detenidas en prisión, junto a sus hijos menores de cinco años. Las impulsa la certeza de que leer es un acto liberador, que ayuda a complejizar el pensamiento, descubrir sentidos, asomarse a mundos imaginados por otros y plasmar los propios. Que leer lleva al deleite, al asombro y a posibilidad de redimir sus propias historias, ahondándolas con la palabra que le es concedida, quizás por primera vez en sus vidas.

El “Programa Puente de Libros, promoción de la lectura en contextos de encierro”; nació en 2018, impulsado por la comunicadora Maro Vidal Varela y se aplica en Salta y Buenos Aires, a través de las modalidades intro y extra muros, respectivamente. Sus integrantes quieren hacer pie en el resto del país, tarea que requiere una articulación con ministerios de Educación y Salud para capacitar voluntarios, además de la que hasta ahora lograron con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con ejes en reinserción social e infancia, lo que les permite el acceso a los penales.

“La lectura compartida de cualquier libro, en cualquier formato, siempre habilitaba la palabra para que ellas puedan hablar de aquello que las atraviesa”, dice Vidal Varela. Por su parte, la documentalista Anita Caraffa, es la encargada de plasmar las actividad con “la idea es que con todo el corpus audiovisual, más las bitácoras escritas por los voluntarios, se pueda armar un documental para que la experiencia contagie a otras regiones y países”.

Muros adentro, muros afuera


Puente de Libros tiene dos frentes de acción, dentro y fuera de la unidad carcelaria. En el primer caso, trabajan con mujeres y sus niños en contextos de encierro por judicialización en las cárceles de Güemes, Salta y Devoto, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque sólo en esta última lo hacen también con los familiares mientras esperan la hora de visita.

En Salta, trabajan con la organización no gubernamental (ONG) Lecturarte, desplegando distintas formas de narración oral, además de libros y juegos. Es allí, donde las mujeres construyen sus propias historias, fabrican libros para sus hijos, buscando plasmar sus voces, historias y tradiciones.

En Buenos Aires, las actividades extramuros, las realizan en el espacio de la Fundación Esperanza de Vida, donde se reciben a los familiares que llegan a la visita y que en un 95 por ciento, son mujeres. Allí habilitaron un espacio de lectura, con más de 130 títulos para una población rotativa de unas 120 mujeres y niños durante la espera.

Trabajo fuera y dentro de los muros. Dialéctica fecunda para la subjetividad espiral que transforma y roza algo parecido a la libertad. “La conexión es paulatina, se va construyendo en cada encuentro. La participación es voluntaria y en general agradecen que otras personas les dediquen parte de su tiempo”, explica Vidal Varela.

Tender los propios puentes

“Al principio la propuesta de leer juntas les resulta un poco intimidante, pero es una excusa para volver a su propia infancia y las historias personales, los cantos, los juegos”, explican las voluntarias. Y dicen que después ocurre algo inquietante: “Cada una va tirando del hilo de la memoria y narran historias propias y van construyendo un relato único y significativo para sus hijos”.

Algo parecido sucede con los familiares. “Pero sus urgencias son otras, para ellos es más difícil tomarse un tiempo, los apremian tantas cosas, de alguna manera tienen que sostener a quien está adentro y a quienes están afuera”, comentan.

Para las actividades llevan libros en distintos formatos, ilustrados, álbumes, de imágenes, poesías e historietas. “Apelamos a la palabra en la construcción ficcional, metafórica o poética, que es una forma tangencial de acercarse a la escucha de las historias con las que siempre encuentran cierta identificación”, argumentan. Y dicen que a pesar de sus infancias fragmentadas y difíciles, “aún así, suelen ser un lugar reparador, por eso utilizamos literatura infantil y juvenil”.

“Después de esa escucha atenta son ellas las que hablan y nosotras las que escuchamos con atención, sólo eso, nadie hace juicios de valor, sólo nos escuchamos. Ese es el puente que tendemos, con el que cruzamos el umbral del encierro y en el que nos encontramos a mitad de camino para compartir la espera”, enfatizan.

 

La imagen como aliada

“Decidí participar porque es un modo de involucrarme con la comunidad. Porque portar una cámara es entender que llevás con vos una herramienta poderosa y que, si se usa para un bien, puede ayudar  a personas que todo el tiempo están siendo invisibilizadas, en ocasiones, de forma no muy ingenua o porque simplemente nos incomodan”, argumentó Anita Caraffa.


Para la fotógrafa, “comprometerme con determinadas preocupaciones sociales es lo que me empuja a narrar y a elegir todo el tiempo esta vocación. En Puente de libros puedo purgar esta necesidad, porque creo que es un valioso programa cultural que ayuda a personas en situación de encierro y, por lo tanto, merece ser contado”, explicó.

“Como describe Sebastião Salgado, un fotógrafo documental sería algo así como un hombre escribiendo y reescribiendo el mundo con luces y sombras. Y des-cubrir ante todos una problemática es mi pequeño grano de arena para intentar hacer de este mundo un lugar mejor”, sostuvo.

“Queremos que este Programa se extienda a lo largo y a lo ancho del país, que pueda alcanzar a cada provincia. En Santa Fe, ya estamos trabajando para replicarlo en penales de Rosario que siempre le dio mucha importancia a la difusión de la cultura libre. Y Puente de libros, justamente lo que hace, es tender esos lazos entre la cultura y las personas en contextos de encierro”, comentó la documentalista.

 

Proyectos 2019

Este año proyectan sumar, a través de una Fundación, a la Facultad de Diseño y Urbanismo (FADU), de la Universidad Buenos Aires (UBA), para que a través de una práctica académica, ayudar a que las madres “fabriquen sus propios libros en los que narren con voz propia una historia para sus hijos, quienes, al dejar el penal, puedan llevarlos con ellos”.

En Devoto incorporarán el trabajo con varones jóvenes, para que la lectura les ayude a tender sus propios puentes hacia sus vínculos ya que “si no hay un entorno que los ayude y contenga cuando salgan las probabilidades de reincidencia son muy altas”.

En la segunda mitad del año, esperan avanzar en un nuevo eje, encierro por enfermedad, llevando Puente de Libros al hospital Tobar García y otros espacios de salud.

“Hasta ahora nosotras aportamos no sólo nuestro tiempo y conocimientos, también los libros con los que trabajamos, y pagamos los gastos de viajar a cada lugar. Necesitaríamos financiamiento para que el Puente pueda extenderse cada vez más lejos”, enfatizaron.

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