La primera ronda de negociaciones paritarias 2019, con empleados públicos como principales protagonistas, dejó instalados algunos tópicos que se irán repitiendo con el devenir de las pulseadas salariales en el sector privado. En un contexto de caída del empleo formal y de pérdida de poder adquisitivo, con un dólar a los saltos y una inflación que no da tregua, trabajadoras y trabajadores intentan cerrar acuerdos más elevados para cubrir el alza del costo de vida, con revisiones periódicas o cláusulas gatillo. Otra característica de las negociaciones colectivas de 2019 es que la demanda gremial no sólo se apoya en la inflación futura sino que busca corregir el desfase del año anterior, cuando el índice de precios al consumidor fue casi del 50 por ciento, la cifra más alta en los últimos 27 años, y todos los salarios terminaron por debajo de la inflación.
El año arrancó con una meta oficial de inflación/paritarias del 23 por ciento, según el Presupuesto. Enseguida, quedó desdibujada. El índide de Índice de Precios al Consumidor (IPC) se encamina a concluir el primer trimestre del año por encima del 10 por ciento y, con este ritmo de suba de precios, las consultoras privadas ubican la inflación para todo 2019 más cerca del 40 por ciento, con influencia de los tarifazos.
Y mientras sube el costo de vida y la canasta de alimentos, los gremios van levantando sus pretensiones salariales.
En el ámbito público, los primeros acuerdos cerrados rondan el 30 por ciento de incremento, con cláusula gatillo. En el sector privado, empresarios también prevén aumentos salariales del 30 por ciento, según varios relevamientos, cifra que estaría por debajo de la inflación proyectada y de las expectativas de los gremios, que esperan aumentos más fuertes para la primera mitad del año.
En Santa Fe, empleados estatales, municipales, docentes y trabajadores de la salud realizaron en los últimos días medidas de fuerza en reclamo de aumentos salariales acordes con la elevada tasa inflacionaria más la inclusión de revisiones constantes, en medio de una recesión económica que vino para quedarse. Los sindicatos afrontan las nuevas paritarias tras un 2018 –año del regreso del FMI al comando de la economía argentina– signado por el deterioro de las condiciones de vida: incremento del desempleo, mayor precariedad de la estructura ocupacional, aumento de la pobreza y la indigencia, y retroceso de los ingresos reales.
En los primeros meses de 2019, la evolución del mercado de trabajo argentino está lejos de haber comenzado a revertir el deterioro acumulado durante gran parte del año pasado.
“La aceleración de la inflación obligó a las organizaciones sindicales a adoptar una estrategia defensiva para tutelar el valor real de los ingresos, modificando en la práctica la dinámica de la negociación salarial, que en 2018 se caracterizó por un esquema de revisiones periódicas de las escalas de convenio. Es importante destacar que si bien las negociaciones colectivas no impidieron un retroceso del salario real, no menos cierto es que la existencia de acuerdos por rama de actividad fue clave para evitar un retroceso aún mayor”, analizó el informe anual 2018 del Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA Autónoma).
Según el reporte, el resultado de los aumentos salariales, revisiones de por medio, convirtió 2018 en un “rompecabezas paritario, ya que por cada actividad se negociaron entre dos y tres acuerdos a lo largo del año”. Y dió un ejemplo: “Empleados de Comercio acumuló el año pasado cinco negociaciones”.
“Si bien en un principio los aumentos se ajustaron a la pauta salarial del 15 por ciento, con las revisiones realizadas en el último trimestre de 2018 en su gran mayoría los aumentos anuales rondaron el 40 por ciento. La inflación anual para el año 2018 fue del 47,6 por ciento, con lo cual es claro que muchos trabajadores y trabajadoras sufrieron y sufren una importante pérdida de poder adquisitivo de sus salarios, ya que en algunos casos no llegaron siquiera a negociar ese porcentaje”, indicó el informe.
Desde la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) adelantaron que pedirán 44 por ciento de aumento en las paritarias de 2019, al mismo tiempo que lamentaron “cierres de fábricas todas las semanas” y la consecuente pérdida de puestos de trabajo en el sector. El reclamo incluirá, además, una compensación por la pérdida de poder adquisitivo de 2018. La de los metalúrgicos es siempre una negociación salarial de referencia para el resto del sindicalismo en el sector privado. La pelea de bolsillo se va recalentando.
Por su lado, Bancarios, otro gremio de peso, acordó un adelanto del 7 por ciento a cuenta de la paritaria 2019 más un bono de 1.000 pesos a cobrarse con los salarios de marzo. Desde el sindicato afirmaron que el acuerdo permitirá mitigar los efectos de la inflación hasta que se reanuden las negociaciones.
“El fracaso del programa económico del gobierno nacional y los sucesivos acuerdos con el FMI tuvieron como consecuencia un empeoramiento de todos los indicadores sociales. El estallido de esta crisis también tuvo su impacto en las características de la conflictividad laboral, donde se combinaron con un marcado crecimiento de protestas sociales vinculadas a cuestiones de género, a las relaciones laborales y al ejercicio de derechos básicos como el de mujeres”, señaló el documento de la CTA Autónoma.
Y siguió: “La resistencia de la clase trabajadora mutó de forma pero no de intensidad. Si este proceso se profundiza en el futuro cercano, no sería raro observar una creciente articulación entre organizaciones sindicales y sociales en el marco de reclamos vinculados más a la defensa de los puestos de trabajo y a su creciente precarización, que a reivindicaciones sectoriales tal como había sido la regla en la última década. De ser así, el patrón de conflictividad futuro podría tener muchos puntos de contacto con las formas de resistencia que fueron dominantes durante gran parte de los años 90”.
De acuerdo al reporte, “las perspectivas 2019 están lejos de ser alentadoras (…) La continuidad de niveles inflacionarios muy elevados, sumados a una política macroeconómica que, en pos de una futura e incierta estabilización, ahoga toda posibilidad de recuperación de los sectores productivos, ponen serios signos de interrogación sobre las condiciones objetivas en las que se desenvolverá el mercado de trabajo durante este año”.
En igual sentido, el informe continuó: “No debería descartarse un empeoramiento aún mayor de la situación macroeconómica, ya sea por factores externos, internos o por una confluencia de ambos. La fragilidad que presenta la situación económica en nuestro país hace imposible prever con un nivel aceptable de certeza escenarios futuros en plazos muy cortos, lo cual afecta cualquier decisión productiva y, por ende, al comportamiento del mercado de trabajo. Más aún, una posible crisis en el plano financiero podría empujar a un desajuste más importante, e incluso desordenado, de las principales variables económicas, con consecuencias muy severas para la situación de los trabajadores y trabajadoras”.
El modelo neoliberal que aplica Cambiemos trae más pobreza, inestabilidad cambiaria, más deuda externa, caída del consumo, mayor desempleo y derrumbe de la industria. La política económica del macrismo generó casi 2 millones de nuevos pobres en el último año. Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica, la pobreza multidimensional afecta a más de 12 millones de argentinos.
El pesimismo económico, la elevada inflación y la incertidumbre por el proceso electoral le dan impulso a la cotización del dólar, mientras el gobierno espera el nuevo desembolso del FMI y la liquidación de agrodólares de la cosecha de soja para intentar contener la divisa, ya que con la súper tasa de interés no alcanza.
El ciclo de endeudamiento iniciado por Cambiemos elevó un 76 por ciento la deuda externa. Las ventas en los supermercados y centros de compra cayeron fuerte en el primer mes del año (15% promedio). La desocupación a nivel país está cerca del 10 por ciento y la industria no sale de la zona de crisis. Sin embargo, el gobierno sólo tiene ojos para el dólar, mientras la actividad productiva se derrumba. Este complejo panorama acompaña la despareja carrera entre inflación y salarios.