Yo no sé, no. Pedro se acordaba de aquella señora que muy tempranito salía del pasillo que daba a su piecita. Vivía por la calle San Juan, entre Rodríguez y Pueyrredón, a metros del cine Cervantes, luego devenido en bar y más tarde en perfumería. Y del otro lado, hablando de perfumes, ese aroma a kerosene que salía de la distribuidora de combustible de la esquina, en la que hoy hay una estación de servicio.
Doña Dominga, así se llamaba, encaraba muy temprano con un toco de diarios hasta la esquina de Mendoza y Santiago, donde estaba el bar. Para algunos, lo primero era leer la nocturna (quinielas), para otros las noticias policiales, y también estaban quienes comenzaban por la página de los que partieron para siempre (los muertos).
Durante años, a pesar de la llegada de la tele y que la radio copaba la audiencia, el diario en papel seguía concentrando la atención de muchos, porque aunque la noticia ya la había comentado la radio, verla escrita en el de la mañana o en la primera edición de La Tribuna de la tarde, era como tenerla documentada.
Cuando se mudó de barrio, una de las cosas que extrañaba era no tener el kiosco de diarios cerca. Tenía que caminar como ocho cuadras hasta Lagos y Biedma. Pedro me dice que durante el trayecto, en las paradas que hacía en la verdulería, la panadería y la carnicería –a esta última había que llegar temprano para conseguir el puchero– escuchaba las radios, algunas sintonizadas en LT2, en La Ocho, en La Cerealista (LT3) y alguna que otra de Buenos Aires. Cuando llegaba al puesto de diarios se preguntaba: ¿La Capi dirá lo mismo que escuché o tendrá alguna noticia más?
Eran tiempos en los que no había una concentración de medios como ahora. Una vez, los pibes que jugaban en el barrio para el equipo del Centro Deportivo 119 salieron subcampeones y tuvieron al máximo goleador, el Colo. Pero la radio no decía nada, ni el programa Cebollitas. Hasta que un día aparecimos, con foto y todo, en un diario de la tarde.
Pasó un tiempo, y un día en el que había ido a buscar El Descamisado y el Noticias –indispensables para completar la información–, estando en el kiosco vio en la sección Sociales de La Capital una foto conocida: era la cara de una piba que conocía de pibe, y con la que anduvo noviando, que anunciaba su casamiento. Aunque el rumor ya le había llegado, otra cosa era ver la imagen de aquella piba que vivía pasando el barrio Acindar.
Hoy me mira Pedro y se pregunta, me pregunta: ¿qué pasará con las noticias y la información con esta peligrosa concentración de medios? Estando en pocas manos los diarios, la tele, la radio y otras pantallas, ¿qué será de nosotros? Si antes no era fácil que nuestros intereses individuales y colectivos salieran publicados, ¿te imaginas ahora? Todo esto me dice Pedro mientras paramos en un kiosco de diarios y los dos buscamos algún titular interesante, alguna noticia alentadora para nuestro futuro, las tres cifras que salieron a la cabeza de la tómbola de Montevideo o alguna foto de alguna que nos traiga buenos recuerdos.