Cuando encarás a alguien que te gusta, una hora parece un segundo; pero si te caés de orto en una brasa, un segundo parecerá una hora. Palabras más, palabras menos, dicen que alguna vez Alberto Einstein ilustró su afamada teoría con esa simple figura, para luego rematar: “Bueno, eso es la relatividad”.
Es que en tiempos electorales como estos, en los que se juega el presente y el futuro de generaciones, de discusiones acaloradas en grupos de Whatsapp familiares, polémicas en redes como Facebook y Twitter, contrapuntos fuertes en encuentros con amistades de la secundaria o la primaria –donde la diversidad de miradas es más que lógica–, aferrarse a la idea de que una interpretación de determinado hecho puede ser tan válida como otra, que sus diferencias de percepción están condicionadas por distintas circunstancias, funciona como un salvoconducto momentáneo, como una puerta de salida que permite evitar –no siempre– rupturas irreconciliables entre compañeros, primas o vecinos.
El tiempo, la materia, los acontecimientos y la explicación de sus relaciones; la historia, la memoria, la noticia y el relato de los hechos han sido y son objeto de múltiples estudios desde todas las disciplinas. En esta redacción, cada tanto, nos encanta enroscarnos en debates interminables al respecto. Pero si no están en juego nuestros salarios, el morfi o la continuidad del laburo. Porque cuando pasa eso, cuando la realidad real golpea y la virtual se evapora, se termina el sueldo y queda medio mes por delante, o asoma una factura de gas de cinco lucas por abajo de la puerta, como le sucede a cualquiera, la reflexión y la teoría se van bien a la mierda.
Estos días pos Paso transcurrieron a la velocidad de la luz. Uno mira por el retrovisor y parece que las elecciones del 11 de agosto, en las que el pueblo dio una clase de realismo a Mauricio Macri y al sistema hegemónico de la comunicación, ocurrieron hace un siglo. Pero apunta la vista hacia el 27 de octubre, fecha de los comicios generales para definir el próximo Presidente, y da la impresión de que el tiempo está casi detenido y que ese día no llega más.
Pues bien, hay tres cosas que creemos tener claras en La Masa, que por si no recuerdan queridas y queridos lectores, es la cooperativa que produce este semanario. La primera, es que el tiempo y la historia la hacen los pueblos. La segunda, es que este gobierno neoliberal y semicolonial, que ha reencadenado al país vía endeudamiento con el FMI –al que le entregó el manejo de la economía–, que como era de esperar impuso su tradicional receta de desindustrialización y ajuste, debe terminar. La tercera: que el domingo pasado, por intermedio de las urnas, la voluntad popular le dijo chau a Macri y a su modelo.
Aunque tenemos una incertidumbre también, producto de esta percepción relativa con relación al tiempo, que a veces puede jugarnos a favor y otras en contra, y que se expresa en esta pregunta: ¿cuándo llega octubre?
Editorial que acompaña la edición 417 del semanario El Eslabón