“Los «muera» contra Mitre y contra los salvajes unitarios no cesan un momento en Entre Ríos. Esto se desborda. En vano trata el general Urquiza de comprimir el espíritu público. Entre Ríos es un torrente que dentro de poco no habrá fuerza que lo contenga”, afirmaba Evaristo Carriego, padre del poeta. “Un triunfo blanco (partido oriental opuesto a la Guerra de la Triple Infamia), se recibe en Entre Ríos con serenatas” agrega. Ese clima de oposición al centralismo porteño estalló con más fuerza durante el conflicto de las metrópolis socias de la corona británica y política del gobierno protector Francisco Solano López en Asunción.
Sucede que el interior esperaba que Injusto José Cleto de Urquiza se aliara con Paraguay para rescatar la Confederación. El entrerriano envió un representante a Asunción para que llegara a un acuerdo, pero López –tras el retiro de Urquiza en Pavón– reclamaba que “deje en claro en sus relaciones con Mitre”, según señala Norberto Galasso.
Cuando un flota paraguaya de Solano López invade a Corrientes, muchos federales se unieron al proyecto de enfrentar a Mitre y las oligarquías de Río y Montevideo. Pero más allá de la rebelión de soldados y gauchos, Telmo López fue uno los pocos oficiales de alta graduación que pasó al bando opositor de los unitarios.
Desde entonces, Telmo fue más recordado en la historia oficial como un traidor a la Argentina, que como hijo del prócer santafesino: el brigadier Estanislao López.
Pero tampoco se recuerda a Alberdi y Felipe Varela, por apoyar a Paraguay, los festejos de los triunfos paraguayos en el Interior y las críticas de Guido Spano, José Mármol, Olegario Andrade y Navarro Viola, entre otros.
Una matanza para la unidad
El «respetado y consagrado» historiador José Luis Romero (en su libro Ideas Políticas en la Argentina) rescata la visión mitrista y justifica que dicha matanza “contribuyó a sentar el principio de la unidad nacional” y que “al cabo de cinco años de guerra, sobre las cenizas del sacrificio común, había surgido una idea más viva de la comunidad argentina”.
No explica cómo el aniquilamiento favoreció a las oligarquías porteña, montevideana y brasileña, socios de la corona británica. Ni que también sirvió para aplastar los focos populares de los federales de la región y a la vez destrozar al modelo guaraní de autonomismo, independencia y “modernizar” a la política colonial que deseaban heredar de la Madre Patria.
“El Imperio de Brasil va a fundar con nosotros la democracia en el Paraguay, porque es una nación liberal”, anunciaba La Nación el 13 de mayo de 1865. Pero Milcíades Peña remarca que no había esclavos en Paraguay, mientras Brasil tenía unos dos millones. Eso era civilizar.
Claro que el negocio de la guerra también favoreció a vendedores de armas, equipos, ganado –como los que vendió Urquiza a los aliados–, sin contar los empréstitos ingleses a Brasil y Argentina.
Los pronósticos iniciales del orador Mitre, al presagiar que “¡En 24 horas a los cuarteles, en quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción!, no se cumplieron. La guerra duró 6 años y murieron 350 mil personas por Paraguay y unas 140 mil por la Triple Alianza.
El proyecto de las Patrias Chicas
Artigas perseveró en su ideario y el del cauchero que lo seguía en su lucha contra la injusticia social y por la autonomía regional. Siguió hasta lo último el proyecto de una gran confederación.
Fueron muchos los intentos de apaciguarlo y tentarlo con disfrutar un confort de comodidad económica y conciliadora. Así superó traiciones de quienes prefirieron arrear ganado por sus feudos o quedarse en sus comarcas.
Cuando en 1832, el entonces presidente uruguayo Rivera invita a Artigas a regresar a su país, no acepta, al igual que hace en 1840 al expresar su deseo de morir en el ostracismo.
“Ya no tengo patria», dijo Artigas cuando lo invitaron a volver a lo que ya era Uruguay.
Volviendo a Telmo López, al ser acusado por traición al país, aseguró: “Después de Pavón, cuando el viejo unitarismo se apoderó del gobierno, el país dejó de ser mi patria”.
Horacio Guido, autor del libro El traidor Telmo López, y la patria que no pudo ser (Sudamericana, 1998), resalta que la lucha entre facciones superó “el concepto superior de la unidad nacional. Esto ocurrió, en particular, en el caso de la prolongada y encarnizada guerra civil que libraron entre sí federales y unitarios”.
El autor –abogado, catedrático e historiador– toma el caso de Telmo, “militante litoraleño crítico en la prédica en la acción bélica contra el centralismo porteño, que explica las razones por las que se alistó en el ejército paraguayo, durante la guerra de la Triple Alianza”.
El hijo del brigadier
Telmo nació el 13 de abril de 1833, se inició en las milicias santafesinas a la orden de su tío Juan Pablo López. Combatió en las guerras civiles desde las tropas federales, y también contra Rosas. Vivió varios años de exilio, en Corrientes y Brasil, y en 1851 fue parte de la campaña del Ejército Grande –llamado así porque para vencer a Rosas, se convocó a brasileños y uruguayos– en la batalla de Caseros.
En 1855, fue nombrado mayor del ejército de la Confederación Argentina. Prestó servicios durante años en la frontera norte de su provincia, donde como su padre se dedicó con esfuerzo a aniquilar mocovíes y a realizar posteriores negociaciones con esas comunidades.
Con la Confederación combatió en Cepeda y Pavón, como jefe de Caballería, y tras la masacre de federales pasó a Paraná, donde Urquiza lo ascendió al grado de coronel.
En 1860, con la tropa del general Ricardo López Jordán, conciliadora con el presidente Mitre, se opuso a Urquiza. Luchó contra los brasileños en Salto y Paysandú, para pasar a Entre Ríos y Montevideo. Después vino la ocupación de Corrientes. Sobre ese hecho, indica Galasso que Asunción, por torpeza, no valoró el apoyo de los federales. Mientras, Mitre se dedicó a convencer a la opinión pública de que debía declararse la guerra a los guaraníes, a pesar de haber sido declarada ya.
Eso llevó a Telmo a partir a Bella Vista para embarcarse a Humaitá a reunirse con el presidente paraguayo. Luego participó como comandante de una división de caballería en la Batalla de Tuyutí y varias otras batallas de la Campaña de Humaitá. Pero López entra a sospechar de sus colaboradores, arresta a ministros, a sus propios hermanos y hasta al obispo. También a muchos oficiales, argentinos, y entre ellos a Telmo, que pasó semanas detenido, en malas condiciones, y fue asesinado en la cárcel de Asunción en diciembre de 1868.