Yo no sé, no. Con Pedro nos acordamos que cuando íbamos a buscar a José para ir a cazar, le caíamos a la hora del mate cocido, a eso de las 8 de la mañana, los días que no había clases. Doña Luisa, la madre de José, lo preparaba fantástico. Y nosotros, aunque ya habíamos desayunado, le entrábamos a esos tazones que eran una delicia. Aparte era condición sine qua non para que a José lo dejaran salir. Además, José era el que más sabía con la gomera, y al estar con él la posibilidad de volver con el mate roto disminuía.
Un día teníamos que jugar un partido con unos que vivían cerca de la estación El Gaucho y lo que más nos preocupaba era el horario: 8.30 de la matina. Es decir, todavía en la franja horaria del mate cocido. Así que aparecimos más temprano por lo de José y Pedro le dijo a doña Luisa: Disculpe, doña, estamos en una emergencia con la hora. Con el mate cocido alcanza, deje el pan con manteca para la vuelta.
Con el tiempo, a esa hora, de 8 a 9, le pusimos la hora del mate cocido, cosa que se reafirmó una mañana, tipo 8.30, en la que dos de nosotros se cayeron de un techo de chapas cuando fuimos por nísperos, sin pedir permiso, y terminaron con el mate cosido
Una mañana con el Pepo y el Centro de Estudiantes del Superior, organizamos un torneo corto. Fue un domingo con un frío de aquellos y Pedro le dijo al Pepo: ¿Sabés qué nos faltó? Mate cocido para todos.
Un año más tarde, Pedro escuchó por la radio, a la hora del mate cocido, un parte de la dictadura diciendo que habían abatido a un tal Pepo. Eran años en los que aprendimos que el morfi tiene que estar garantizado para todos, sino es difícil que haya democracia. Y más aun, que no haya diferencias. No digo desayunar con sushi, sino que el tazón de mate cocido, o café con leche, con medialunas o pan con manteca, no le falte a nadie.
¿Y sabés qué? –me dice Pedro–, cuando se vayan estos tipos, y a lo mejor antes, hay que plantarse para que el morfi aparezca, y los remedios, y la escuela pública, y la hora del mate cocido con la memoria en nuestros amigos, en nuestros compañeros.
Es hora de que TODOS volvamos a ese momento del mate cocido con amor, y no con angustia y bronca como hoy. Eso me lo dice mientras mira como buscando aquel caminito que nos llevaba a lo de doña Luisa, a la hora del mate cocido.
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