Fabiana Fernández nació en Rosario en 1970. Es antropóloga y docente, activista LGBTIQ+ leprosa y peronista. Trabaja en la dirección provincial de Niñez y en el Programa Andrés Rosario (PAR), una asociación civil abocada a la salud comunitaria y los derechos humanos de los jóvenes en situación de vulnerabilidad. Entre ambas instituciones ha tendido puentes y generado espacios comunes. A principio de 2019, La Fabi, como todo el mundo la conoce, presentó su primer libro de cuentos Los mundos posibles (del colectivo) bajo el sello local Turba Ediciones, con prólogo de Susy Shock y la contratapa de Gabriela Cabezón Cámara. Afirma que su identidad sexual también es su identidad política porque tiene un carácter transformador, por eso a donde vaya se presenta así: torta y peronista. Dice que todos somos “actos pedagógicos andantes”, porque lo diferente siempre transforma todo. ¿Su propósito? Dejarles un mundo mejor a los pibes y a las pibas. Así va y viene la Fabi: luminosa, haciendo escuela y aprendiendo junto a su manada  a crear nuevas realidades para que reinen, claro, el amor y la igualdad.

Foto: Paula Peña

“Salí del closet familiar de muy pendeja porque me gustaron las mujeres desde siempre. Creo que eso tampoco lo elegí. Hay cosas que no se eligen, ni al peronismo, ni de quién te vas a enamorar”, se ríe la entrevistada que de ahora en más será la Fabi. Mientras repasa su historia personal, da un dato clave: el tío puto. Porque los tíos son los grandes habilitadores. “Conocer a sus amigas tortas, saber que había otras personas como yo y que además eran muy felices fue muy aliviador. Eso estuvo muy bien en el vínculo familiar.”

Cuando volvió de su viaje de estudios, con el deseo por todo lo alto, decidió sentar a sus padres y contarles todo. “Mi viejo era cana, aunque trabajaba de administrativo. Él me dijo que bueno, listo, todo bien, y mi vieja le metió un prejuicio bárbaro como dos o tres meses y me mandó al psicólogo. Después se resignó. Pero nunca hubo el menor atisbo de exclusión o represión”. Hablando sobre sus padres, con cariño y un profundo sentido del humor, Fabiana anota otro punto: de ellos heredó el amor por la lectura. “Mi vieja es una gran lectora y cuando a ella le gustaron los cuentos del libro para mí fue muy lindo. Se los mandé antes porque hay mucha teta, mucha pija, ¿viste? Para que no la agarre por sorpresa”. De la presentación de su libro, Fabiana recuerda una escena muy significativa: Susy shock leyendo el cuento La Flecha (un homenaje a Cris Miró) y a su mamá Marta escuchándola. “Eso fue un gran puente amoroso”. A Susy dice que la conoció en la presentación de la revista La Tetera, cuando la artista leyó su manifiesto Reivindico mi derecho de ser un monstruo. “Ahí me di cuenta de que era por ahí, que esa era mi militancia”.

Beatriz Vignoli señaló en una nota que Fabiana tuvo “una deriva muy Generacion X”: de cajera de supermercados a licenciada de la universidad pública. Aunque menos cool, más romántica y potente es la movilidad social ascendente.“Siempre me sentí más discriminada por morocha que por torta y más en el Superior de Comercio. Yo hice la secundaria apenas vuelta la democracia y era un contexto con ciertos condicionamientos de clase. Mis viejos hicieron muchos esfuerzos para que yo fuera ahí, porque era una escuela del centro, y una de las razones por las que elegí el Superior es porque era mixta, porque también había rendido bien el examen de ingreso al Normal Nº 1 pero en ese momento era solo de chicas, y ya me parecía mucho”, ironiza la Fabi.

Foto: Paula Peña

Peronista como su abuela, una ferviente militante del voto femenino, Fabiana ensaya una declaración de principios al afirmar que construyó una identidad política a partir de su sexualidad. “A mi me gusta polemizar un poco sobre las multi identidades, como antropóloga entiendo que no tenemos una sola, sino que son varias las que se entraman, pero en este caso, yo me defino como una torta peronista y eso no es gratuito, tiene un carácter transformador”. Sin dudas, esto tiene que ver con su propósito: “Algo que a mi me desvela es cómo nosotros les donamos a los pibes, a las niñas y los niños un mundo en el que expresar el amor en sus múltiples formas sea posible, y que eso no genere discriminación, bullying o la muerte. La visibilización que me da mi identidad política de torta y peronista tiene un poco que ver con eso. Yo quiero una remera que diga «soy un acto pedagógico» porque somos eso, intervenciones permanentes”.

Los putos, las tortas y las travas de mi vida 

Como activista, Fabiana participó del Instituto Diana Sacayán, integró la comisión organizadora de la Marcha del Orgullo Rosario y formó parte de La Mesa de las Tortas. Actualmente y desde su origen, colabora con el centro cultural La Casa de Las Locas (27 de febrero 1090) donde nos recibe para hacer esta nota. Es temprano y vamos abriendo las ventanas entre todas para que entre luz a la casa que funciona como espacio de militancia política y cultural de la diversidad.

Foto: Paula Peña

Fabiana cuenta que la idea de levantar una casa fue una apuesta de resistencia al observar que la violencia recrudecía contra el colectivo. “Antes estaba solapado, pero con la llegada del macrismo salieron del closet los odios”, dice.  Allí confluyen diferentes organizaciones como Comunidad Trans Rosario, la Mesa Positiva, que aborda la situación del VIH en forma integral; El Yire, que es la organización de trabajadoras y trabajadores sexuales; y La Tetera, revista digital dirigida a toda la comunidad LGTB.

Para Fabiana, decir torta, puto y trava tiene que ver con una apropiación, una resignificación para que deje de ser un insulto. “Por ejemplo, los gays son los gorilas, el atravesamiento sobre todo es de clase”, señala y agrega: “Nuestra reivindicación como peronistas, como militantes del campo nacional y popular también lo hacemos deliberadamente, para también transformarlo con nuestra presencia, para decirles a los peronistas ortodoxos y de derecha que somos parte. Las travas no son todas Florencia de la V, las travas son pobres y por su condición muchas son trabajadoras sexuales, no consiguen otros laburos, se quedan en la calle muy tempranamente porque sus familias las expulsan desde que son muy pequeñas”.

Cuando la Fabi habla de Karlita Ojeda, de Miya Mendoza, de Michelle Vargas, o de Morena García, por nombrar algunas, la sonrisa le ilumina todo el semblante. “Las travas de mi vida son así, irrumpen en mi vida, irrumpen en las instituciones y te rompen la cabeza hermosamente, das un salto, creces o creces. Esa manera amorosa de relacionarse aun cuando la violencia las atravesó enormemente me conmueve”.

Si bien su compromiso con la militancia tuvo más que ver con el movimiento LGBT que con el peronismo, en términos políticos e ideológicos la llegada de Néstor lo cambió todo. Los derechos humanos y las demandas del colectivo empezaron a tener lugar, del mismo modo en que se abrieron espacios para hablar de todo. “Por ejemplo -explica Fabi- el matrimonio igualitario era algo impensable, se empezó a debatir muchos años antes de su sanción y era algo que al mismo colectivo le generaba contradicciones”. De hecho, la misma Fabi se casó en 2015 y aunque está separada desde el año pasado, recuerda aquella choripaneada en el club Atalaya como otro “acto pedagógico” que se decidió con mucha alegría. “De todas manera creo que si fuera heterosexual no me casaría”, dice, y de nuevo nos reímos todas.

La felicidad realizable en manada 

Como trabajadora de la dirección de Niñez de la provincia coordina el proyecto de alojamiento transitorio para niñas y adolescentes que surge de la coordinación entre el Estado y el PAR. “Eso es la co-gestión, donde el Estado no terceriza el cuidado de las niñas y jóvenes sino que lo ejerce junto a la asociación que además hace posible que exista el lugar físico donde las chicas sean las que se cocinan, van a la escuela y se van de vacaciones. Hay mucho debate alrededor de la autonomía de las jóvenes y sobre el rol del Estado. ¿Cómo sería encontrar tu primer trabajo sin tener vínculos familiares que te sostengan? Bueno, en ese sentido estamos trabajando”.

A partir de su activismo en el colectivo, Fabi también sumó al PAR a la compañera trans Michelle Vargas, para coordinar un proyecto de abordaje de consumos problemáticos para la comunidad trans. “Eso generó un ida y vuelta impresionante”, observa.

Como antropóloga también trabajó en el Norte del país, en Formosa y Chaco con comunidades wichis, tobas y pilagás. De esa experiencia supo que no hay una sola manera de entender la infancia. “Hay muchas maneras de criar a los pibes, eso y la Dirección de Niñez me hicieron entender que no es solo la familia la responsable de criar a los pibes, que somos los adultos los que tenemos en nuestras manos esa responsabilidad, como manada, como grupo, como sociedad”.

Cuando mira para atrás, Fabi descubre que intuitivamente maternó de muchas maneras en el tránsito de su vida. Un hecho significativo fue el nacimiento de Facu, su sobrino. “Me di cuenta de que quería participar activamente de la crianza de Facu, que tenía ganas de estar tiempo con él, de verlo crecer. Como una responsabilidad pero a la vez fue una decisión muy intuitiva porque le dio sentido a todo, a mi militancia, a mi trabajo. Ese vínculo con los pibes que se dio a través de los años, con mis sobrinos, y me pasa ahora con los niños de mi manada, me da un plafón, un piso, mucho sentido a todo lo que hago porque es para ellos, es para mí porque es para ellos. Haciéndoles un mundo mejor a ellos lo estamos haciendo para nosotros y así la felicidad no sería una utopía sino algo realizable”.

Un mundo de sensaciones posibles 

Socia de la biblioteca de su escuela, desde la infancia es una gran fanática de la lectura, porque desde muy temprano descubrió allí la posibilidad de crear o encontrar otros mundos posibles. Como lectora voraz repasa los títulos que está leyendo al momento de dar la entrevista: Micro almas de Juan Solá, La vida iluminada de Depak Chopra, algo de Amelie Nothomb, y El viaje inútil de Camila Sosa Villada. Además, lee literatura infantil. “Exploro mucho para compartir con mis sobrinos y la manada de niñes, y en eso a Pescetti, que lo voy descubriendo cada vez, porque me gusta mucho lo que hace para grandes y para chicos”.

Foto: Paula Peña

A escribir ficción Fabi arrancó cuando se cansó de la escritura académica, sobre todo, cuando su militancia se cruzó con la universidad. “Me di cuenta de que hacía mucho esfuerzo para que mi militancia entrara en los parámetros académicos, en categorizarla de alguna manera. Así empecé a usar la primera persona y es algo que en la academia no está bueno; empecé a meter las emociones, otra cosa que la academia hace como que no existen; entonces empecé a contar historias y con el tiempo tuve ganas de compartirlas”. Todo ese proceso Fabiana lo hizo en el taller y clínica de escritura de Nicolás González, con quien fue dándole forma a los cuentos que finalmente publicó a principio de este año con el sello Turba. Los mundos posibles del colectivo son cuentos sobre personajes de la política y de la cultura popular que Fabiana pone patas para arriba con ternura irreverente. Ya sea para reivindicar a Cris Miró o a María Elena Walsh, o para ajusticiar poéticamente a un Borges viejo y solitario que busca chongos en la red social grindr. La Casa de las Mariposas, el último relato, es un homenaje a sus travas, una expresión de deseo o una premonición.

Foto: Paula Peña

Yo soy otres

A propósito de que su facultad de Humanidades y Artes aceptó recientemente la primera tesina de grado con lenguaje inclusivo, le preguntamos a Fabi qué piensa ella del tema en medio de tanto enojo, resistencias y confusión. “Más allá de las incomodidades que genera el todes, mi argumento es más bien sencillito: ¿por qué habríamos de privarnos de nombrar a todes? ¿Por qué habríamos de dejar a alguien afuera?”, se pregunta. De este modo, Fabi advierte: “Las nuevas identidades también han irrumpido para decirnos cosas. Les no binaries, el género fluido, también se asoman, irrumpen, vienen a cuestionar la forma en la que vemos el mundo y eso siempre siempre es beneficioso, siempre es para crecer. Puede ser que te genere rechazo, incomodidad, incordio, pero aun así te hace poner en otro lugar. Y es la única manera de generar empatía, porque invisibilizar el enorme movimiento que hace el lenguaje cuando aparece algo nuevo, es lo que después produce el odio, del miedo al odio hay un solo paso. Por eso, vos no tenes que hacer nada, solo tenes que escuchar a alguien que dice todes, vos no hagas nada. Después eso tendrá sus efectos”.

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