El gobierno de los Fernández afronta el endeudamiento masivo que dejó el macrismo. Envió un proyecto de ley en busca de aval legislativo a sus negociaciones con los acreedores. La postura del Estado nacional de crecer y después pagar suena razonable.
La deuda externa es una pelota enorme bajando del Aconcagua. La comparación parece exagerada, pero sólo parece. Junto a la creciente desigualdad social, son dos de los principales problemas que legó la macrisis, entre muchísimos y profundos retrocesos ocurridos durante la gestión Cambiemos, con números en rojo por donde se vea y compare.
El gobierno del Frente de Todos quiere, superlógico, crecer y después pagar. Para eso busca negociar una suspensión del pago de lo adeudado por al menos dos años y utilizar esos recursos para mejorar ingresos de la población, reactivar el consumo, el mercado interno, incentivar la producción y generar empleo. Suena lindo, habrá que esperar los resultados de las tratativas y las condiciones alcanzadas con bonistas y el Fondo Monetario Internacional.
El proyecto de Ley de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda Pública Externa, tal su nombre, es una iniciativa que declara de interés nacional el proceso para hacer potable el pago de la deuda en los términos de la ley de Administración Financiera, autorizando al Poder Ejecutivo a efectuar operaciones de administración de pasivos, canjes o reestructuraciones de los vencimientos de bonos bajo ley extranjera. Macri, el endeudador, impulsor de la liberalización financiera y la recesión económica, “reperfiló” la deuda que su propio gobierno tomó: letras en pesos y dólares.
Mientras comienza a discutir la reestructuración de la deuda, mega tras el paso de Macri por la Casa Rosada, el gobierno de Alberto Fernández y CFK busca aval legislativo para su voluntad y propuesta de atender los compromisos asumidos por el país, sin soga al cuello, sin someterse a las exigencias de los acreedores externos, con extensión de plazos, con quita de capital y reducción de tasas de interés, para que el plan (hecho en Argentina) sea autónomo, sostenible en el tiempo y el país lo pueda cumplir sin caer en la trampa del ajuste sobre su economía, situación que agravaría el cuadro social heredado.
Hasta la coronilla
Hoy la deuda externa de la Argentina, la mayor parte contraída con el FMI, representa cerca de la totalidad de su producto bruto interno, de lo que produce, de su economía. Lisa y llanamente, estamos endeudados hasta la coronilla, en mala medida por las irresponsabilidades de la gestión macrista: miles de millones de dólares que se pidieron prestados y que no se vieron en obras ni en nada porque se fueron por la canaleta de la fuga y la campaña de Juntos por el Cambio por la frustrada reelección. La compleja coyuntura alrededor de la deuda es trasladable a las provincias.
En la era amarilla la deuda externa creció en términos absolutos un 40 por ciento: de 240 mil millones de dólares a 337 mil millones a mediados de 2019. El FMI, organismo multilateral de crédito controlado por Estados Unidos, concretó su mayor préstamo de la historia al gobierno de Macri. La gestión Cambiemos reabrió así un nuevo proceso de feroz endeudamiento, récord a nivel mundial, hasta que “los mercados”, Wall Street, le cerró el grifo y entonces cayó sonriente a los brazos del FMI, que cogobernó y diseñó un programa que, como era de esperar, provocó una crisis socioeconómica de proporciones.
La deuda, para la Argentina, tiene una tradición histórica de dependencia, de entrega, de dolor, de yugo colonial. El grueso de la población no lo tiene entre sus principales preocupaciones, pero sacarse de encima el peso de la deuda permite al gobierno nacional tener control pleno del proyecto político con objetivos económicos que conduce. La deuda externa es uno de los tantos nichos donde el neoliberalismo recobra vida, se agazapa para volver, para hacer daño, en pos de las finanzas, en detrimento de la producción y el trabajo.
¿Y las formas que tanto inquietan a la oposición y a los medios? El gobierno de Alberto Fernández envió un proyecto de ley al Congreso para saldar cuentas por la crisis de la deuda. El gobierno de Cambiemos endeudó y recontra endeudó sin consultar. Hasta metió bono a cien años. De quedar todo como está, en la gestión Fernández se deberán desembolsar montos superiores a los 40.000 millones de dólares por año, con un máximo de 50.000 millones en 2022 para pagar la deuda. Para los próximos cuatro años los vencimientos se reducen hasta ubicarse en promedio en 23 mil millones de dólares.
Futuro hipotecado
“Desastre” fue la palabra elegida por el ministro de economía Martín Guzmán para definir lo realizado por el anterior gobierno en materia de deuda externa. “La situación de Argentina es crítica, el país enfrenta una profunda crisis”, aseguró en conferencia de prensa. Y reiteró: “La voluntad de pago está, pero para eso hay que generar capacidad de pago, y para eso hay que crecer”.
El funcionario recordó que la Argentina de Macri recibió el préstamo más grande en la historia del Fondo Monetario y que esos fondos “no fueron utilizados para nada que tuviera que ver con aumentar la capacidad productiva del país, sino para financiar deuda y permitir la fuga de capitales. Hoy tenemos una carga de deuda que es insostenible, que hipoteca el futuro, ha aumentado la pobreza, la indigencia, el desempleo, la actividad ha venido en caída libre”, sostuvo Guzmán.
Y por si hacía falta, aclaró: “En este momento la relación con el FMI es diferente a lo que ha ocurrido en otras instancias en la historia argentina. Nosotros estamos en control, este es un programa económico diseñado por nosotros y ejecutado por nosotros y no vamos a permitir ninguna condicionalidad”.
En un A dos voces progre, heterodoxo y keynesiano, tras la presentación y defensa del ministro del proyecto de ley, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, profe de Guzmán, consideró que “habrá recortes significativos de deuda” para la Argentina y que los inversores que compraron bonos argentinos (bancos, fondos de inversión) deben entender la situación para que el modelo de repago sea razonable.
El destacado economista participó del Foro Económico Mundial que se realizó en la ciudad turística de Davos, al pie de los Alpes suizos, donde cada año se reúne el jet set empresarial y político a discutir de negocios, proyectos de inversión, y actúan preocupados por el cambio climático. El Papa Francisco, crítico del neoliberalismo como Stiglitz, aprovechó el mitin del establishment para pedirles a los “materialistas” del Foro que no sean tan avarientos, que sean más humanos, más solidarios, que sean menos dañinos con el medio ambiente y la ecología, que impulsen un desarrollo más integral e integrador.
“La crisis económica más severa desde el 2001 puso en evidencia las consecuencias del abultado y vertiginoso endeudamiento llevado a cabo durante la gestión de Cambiemos”, según el balance 2019 del Observatorio de la Deuda del Instituto de Trabajo y Economía Fundación Germán Abdala. Que sigue: “La primera manifestación fue durante 2018, cuando la incertidumbre del mercado respecto de la sostenibilidad del modelo macrista se transformó en convicción y eso llevó a la salida de capitales y la devaluación abrupta del tipo de cambio. También vino acompañado de un freno al financiamiento, fundamentalmente materializado en la incapacidad de colocar deuda en los mercados internacionales, aunque eso fue suplido por el FMI, que se encargó de prestar los dólares necesarios para mantener el esquema a flote”.
En tanto, desde el Centro de Economía Política Scalabrini Ortiz (Ceso) analizaron: “Mientras se administra la coyuntura y se avanza en la negociación de la restructuración de la deuda, es necesario empezar a delinear los ejes de una política de más largo plazo que permita superar la depreflación –depresión productiva con elevada inflación– que caracterizó la economía durante la gestión Macri. Para ello es necesario no sólo encender los motores de la economía en búsqueda de la reactivación de la producción. Sino también, aprovechar el llamado a un amplio acuerdo social para delinear un programa que ataque la elevada inflación heredada”.
La deuda heredada es una estafa, pero de alguna forma hay que hacerle frente, entienden en el gobierno. Para otros, que no tienen la responsabilidad de gobernar, suena fácil patear el tablero internacional y decir “no hay que pagar la deuda”. En todo caso, no hay que pagarla a costillas del pueblo, que otra vez tiene que levantar el muerto que le dejaron.
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