Yo no sé, no. Con Pedro nos acordábamos cuando pasábamos de primero inicial a primero superior, y encima en diferentes escuelas. A primero superior, lo que sería segundo de ahora, lo hicimos en la Urquiza, la que está al lado de la Iglesia Lourdes, por Santiago y a metros de Mendoza. Y cerca de un bar de aquellos donde la muchachada –como decía el tío Mario– se juntaba, y en el que los parroquianos de entonces no sólo hablaban de fútbol y boxeo, sino que también, por lo bajo, ya había una transferencia de argumentos y de conceptos de cómo encarar la resistencia y cómo pelearla para que vuelva el General. 

El cambio de escuela nos parecía toda una transferencia. A lo mejor porque veníamos de la Ortiz de Ocampo (que era una general unitario que mandaba en La Rioja y en Córdoba) y pasamos a la Urquiza (que para mí era el último garca), con el tiempo nos dimos cuenta que en esos 100 metros había una transferencia de ideas en disputa, entre la Urquiza, la Lourdes y el bar de la resistencia. 

Cuando nos vinimos al sur de la ciudad, comenzaban las primeras apariciones de jugadores importantes en lo equipos de Rosario, por lo menos para nosotros. Algunos dirán que hubo otros antes, pero para nosotros comenzó en ese tiempo, a fines de los 60. Si al final nunca lo tuvimos a Capote De la Mata en el álbum de figuritas. Por el barrio, en una canchita de San Nicolás y Seguí, había uno que la pisaba lindo. En realidad había más de uno, pero a este le había echado el ojo el club del Parque y los viejos soñaban, además de jugar en Primera, con una transferencia al exterior. El Churrero, así le decían, no estuvo en ningún álbum, pero fue de la zona el más transferido desde Primera Junta (así se llamaba la canchita) hasta un club de Mendoza en el que, dicen, colgó los botines.

Y en unos años estábamos viviendo una experiencia extraordinaria, como la transferencia del poder político que las dictaduras de entonces se veían obligadas a ceder por la resistencia popular. Y se hacían más frecuentes las transferencias (para nosotros demasiadas) en el fútbol y en los álbumes de figus, que antes duraban más de un año, y ahora quedaban desactualizados a los 6 meses. 

Y luego, a partir del 76, la transferencia de todos lo recursos se aceleró hacia los sectores más concentrados y pro Colonia, cuyas consecuencias aún hoy nos perjudican. 

¿Pero sabés qué?, me dice Pedro. Mientras miramos las sonrisas de algunas madres saliendo de un cajero de la zona sur, no va a ser fácil pero puede que la dirección que lleva la transferencia de recursos, se de vuelta. Para que los pibes tengan acceso al morfi en familia, al conocimiento, a transferir con la pasión latente en el cuore a una camiseta de los equipos de acá. Y tantas otras cosas que para que tenga sentido la democracia deberán ser transferidas. 

Nos volvemos y vemos en la placita a unos pibitos que el mes pasado la pisaban en patas y hoy tienen unas zapas nuevas y unas camisetas de Ñul y de Central (no de marca, pero nuevas). Quizás ya comenzó, ¡ahora hay que evitar que se detenga!, concluye Pedro.

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