Yo no sé, no. Con Pedro nos acordábamos de cuando, sin dejar de chirolear, tuvimos en nuestras manos nuestro primer billete. Era uno de 10 pesos, con la cara del general San Martín, y lo tuvimos por un rato porque era para ir hasta la granja que quedaba a dos cuadras. Esos 200 metros los recorrimos lento, apreciando cada detalle del billete, y fantaseando qué haríamos si fuera nuestro. Pedro se compraría unas zapas nuevas y un rifle como el que tenía Steve McQueen cuando interpretaba a Josh Randall en 1959: un Winchester recortado. O dos pelotas y un rompeviento azul. Y una camiseta de Central. Yo, un vaquero y un tren como el de Robert Conrad haciendo de Jim West.

Y encima nos sobraría para dos semanas de calesita, autitos chocadores y el Gusano Loco.

Cuando llegamos a la granja, don Mauricio nos dijo ¿qué hacen con este billete? Íbamos por fideos, alcohol, una escoba y varios trapos de piso. Cuando nos dio el vuelto, nos dijo que tuviéramos cuidado.

Cuando ya viviendo en la zona sur, hicimos un torneo a la bolsa, la inscripción era de 25 centavos por cabeza. Y el premio era un billete de 10 para el equipo ganador. Con lo recaudado nos compraríamos dos pelos que dejaríamos en la casa de la señora que vivía casi atrás de uno de los arcos. Era doña María, siempre atenta a nosotros los más chicos.

Casi sin darnos cuenta estábamos armando un club. Tiempo después, en la casa de doña María, se guardaban hasta las redes de los arcos.

Cuando ya estábamos terminando la primaria, con 5 de 10 eramos Gardel. Más por la gomina que por otra cosa, porque si uno andaba bien para los bailes, invertía en el Glostora, el Lord Cheseline o el Bil Creen.

Ya en la secundaria, sonaba “tengo un billete de mil, chica para salir”. Y al tiempo nos dábamos cuenta de que lo injusto eran los millones de billetes en pocas manos, y por revertir esa injusticia y otras, por aquellos años se militaba.

Hoy, cuando vemos que en la coyuntura se sufre falta de billetes, Pedro me dice “tendríamos que revivir al 10 con la cara de San Martín, y bien repartido, como para aliviar la angustia de no tener para los fideos o para un rompeviento.

¿Sabés qué recuerdo?, que cuando el Papo (Partido Alegría al Poder) gobernaba, el Saladillo tenía como moneda al “Piluso”. Ya sé, me van a decir que es una cuasi moneda. Pero, no sé, le ponemos pila y patriotismo, tanto un 10 con el general como un 10 con la cara de Piluso, y son recontra monedas. Y mientras tanto vamos pensando en ese problema crónico de tantos millones en tan pocas manos.

Todo eso me dice Pedro mientras miramos por la tele un camión de caudales abasteciendo a cajeros automáticos, y el zócalo de uno de los canales del coloniaje (TN) hablando del peligro de que dispare la inflación.

A estos, una vez que ya sin barbijos estemos saliendo de nuestras trincheras, a estos (dice Pedro y señala el zócalo), también lo vamos a atender.

 

 

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