Yo no sé, no. Cuando los fines de semana íbamos a lo de la abuela, desde la vereda ya se sentía ese aroma dulzón de la salsa, y si era con ñoquis más aún. Y cuando nos arrimábamos a la olla con un pan, pedíamos por favor que nos hagan probar la salsa, y el secreto estaba en esas latitas que le llamaban conserva, lo que hoy es extracto de tomate, parecía que en esa latita estaba concentrado el sabor del domingo. Cuando en la primaria aparecieron los números, a uno le costaba concentrarse y la de matemáticas lo sabía y me decía: “No presta atención”, y uno quería responder “¡Sí, sí. Estoy atento, pero no concentrado!”. Y muchas veces la visión de los jardines de la escuela a uno lo tentaba a perderse en cualquier detalle de la naturaleza. Cuando en el campito empezaron los desafíos en serio, empezó a sonar la frase hay que concentrarse, a mí me parecía una pavada porque uno ya estaba concentrado en el juego, y más, la palabra concentrado me llevaba a la clase de matemáticas. No me gustaba, para mí había que estar atentos. Cuando éramos adolescentes la concentración no era lo que abundaba. Eso sí, estuvimos atentos y como muchos estuvimos donde tuvimos que estar –y no solo en la militancia–, los pibes del barrio, cuando estuvieron atentos en un taller: a lo que hacían, lo que sabían, aprendieron. Y quizás ese conocimiento quedó concentrado en el marote, como deben estar concentrados en el marote del pueblo los buenos momentos y los otros. Lo que llamamos memoria colectiva lo vivimos y lo seguimos viviendo con la partida del Trinche, al toque tomaron vida todas las vivencias de los que lo conocieron o lo vieron jugar o simplemente escucharon de él. Al que no le gustaba estar concentrado, quizás porque con estar más atento que los demás le bastaba, no sé, y también sería que en él estaban concentradas las mejores virtudes.

“Lo que sí sé –me dice Pedro–, es que hay que estar atento, porque los fulanos que concentraron el poder económico, con el mediático y demás, están siempre concentrados en defender sus intereses, que nunca son los de la Patria. Por eso hay que hacerse a la idea de que no estamos encerrados ni confinados (qué palabra fea esta última), sino por ahora en nuestras trincheras, y si algo tenemos concentrado es la memoria individual y colectiva, los mejores momentos, los mejores sabores, los mejores aromas, los grandes encuentros. Esto lo dice uno mientras mira con atención cómo a algunos genocidas les llegó la hora. Y bueno, mientras tanto atentos y concentrados, que de esta tenemos que salir mejores”, me dice Pedro mientras lo veo que se levanta justo a tiempo a dar vuelta las tostadas, me mira y me dice: “Para que no se te quemen tiene que ser a fuego lento y estar atentos”.

 

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