Hay un evento especial que ha golpeado a la ciudad de Rosario más de lo imaginado. Desde hace ya seis meses, el Transporte Urbano de Pasajeros se encuentra entrando y saliendo en un conflicto gremial que involucra distintos agentes políticos y económicos –que van desde la administración del municipio rosarino al Poder Ejecutivo nacional– que faltaron en la labor de abonar la suma de dinero correspondiente a los trabajadores y trabajadoras que están al volante de las unidades.

Así, con un total de 74 jornadas de paro divididos en tres conflictos extendidos –de 23, 29 y 18 días–, el motivo de la medida que se basaba justamente en el padecimiento del no cobro de los salarios de los conductores y conductoras, pudo resolverse y los bondis volvieron –al menos momentáneamente– a las calles este lunes luego de que se les asegure el pago de lo que se adeudaba del sueldo de julio y del aguinaldo, junto con el aumento dispuesto por el gobierno nacional y el 40 por ciento del sueldo de agosto.

Durante los meses que duró la disputa entre la clase política y los colectiveros y colectiveras, los titulares de las noticias se resumieron a “Inicia el paro de bondis”, “Continúa el paro de colectivos” y “Se levanta el paro de colectivos”. Al menos, esas líneas bastaron para resumir las preocupaciones de la mayoría de los portales rosarinos: las tres amplias jornadas en las que los colectiveros frenaron la actividad y dejaron a la ciudad inmovilizada. Sin embargo, este semanario busca construir otro tipo de crónica de lucha bajo una premisa: la de saber que mayo, julio y septiembre fueron meses críticos que afectaron no sólo a un Rosario parado por la pandemia, sino a casi 2.700 familias que se encuentran albergadas dentro de la Unión Tranviarios Automotor (UTA).

Para eso, El Eslabón se comunicó con Sergio Copello, secretario general del gremio, para solicitarle, en este caso, una descripción sobre la situación que no refiera a sus salarios o a los posibles impactos de la falta de colectivos sobre los transeúntes rosarinos, sino más bien una reseña sensible y que aporte a una cobertura que dé con el corazón del sindicato.

La historia detrás de los días de paro

La agrupación de colectiveros viene recibiendo golpes mucho antes del cese del pago de sus salarios. La primera dolencia para el conjunto se dio poco antes del primer paro extenso: el 3 de mayo falleció, tras sufrir un paro cardíaco, Manuel Cornejo, un sindicalista valioso para UTA.

El 11 de mayo, a una semana de lo acontecido, “entramos en un conflicto que desencadenó en una marcha histórica que nunca los trabajadores habíamos vivido en esta ciudad”, recuerda Copello. Reuniendo más de 2.500 personas a pesar de la pandemia, las y los conductores realizaron una caravana de colectivos que recorrió las calles de Rosario y que terminó copando la sede de Gobernación con bengalas y bombos. Para Sergio, este suceso “indudablemente marcó un antes y un después. Nos fortaleció, nos unió, y entendimos que juntos podíamos salir adelante de esta situación que por momentos ha sido muy agobiante para los jefes y las jefas de hogar, que se encontraban debiendo alquileres e incluso hasta con falta de alimentos en varios casos”.

Como en otras ramas, la emergencia sanitaria hizo que los paros no impacten tanto como antes. Tampoco colaboró para que la contienda se resuelva rápido: “Fuera de la pandemia quizás no se hubiera extendido tanto porque la actividad económica social de la ciudad hubiera sido impactada de otro modo”, afirma Copello. Sin embargo, el secretario general no se detiene en la posible opacidad que pudo haber tenido el reclamo, sino que hace foco en el mutualismo, la seguridad y la firmeza con la que los trabajadores y trabajadoras de UTA llevaron adelante las jornadas de lucha: “Hay que destacar convencimiento de las compañeras y de los compañeros que durante 74 días estuvieron respaldando el reclamo. Y si eso no se hace desde la convicción, difícilmente se pueda llevar tanto tiempo adelante”.
En cuanto al convencimiento de los trabajadores y trabajadoras, Sergio remarca que, a pesar de que fue costoso y que “hubo subibajas”, asumir la derrota nunca fue una opción. “Alguna vez dijimos en una conferencia de prensa que volvíamos a subir al colectivo con la cabeza en alto y no arrastrándonos como pretendían algunos”, dice. Y recuerda emocionado: “Parecía que en un momento extendían la falta de pago para lograr doblegar nuestros salarios, para que firmáramos una rebaja salarial o que entregáramos días de vacaciones. Y nada de eso sucedió”.

Por el contrario, los esfuerzos mancomunados y las esperanzas colectivas mantuvieron al gremio tal como está: “No hemos sufrido suspensiones, ni hemos sufrido rebajas salariales. Hemos incorporado el decreto 14/20 que habían dejado de pagar y estamos cobrando la totalidad del salario. Y se ha cobrado el 100 por 100 de las horas caídas en el corte del decreto laboral. En este marco, creo que el no haberse quedado cruzados de brazos ha rendido sus frutos y que tiene que ser orgullo de todos y todas los que participaron y están en la actividad”, valora el dirigente.

Copello se encarga también de desenmarañar la tristeza y la angustia vivida por las familias que son resguardadas por la Unión Tranviarios Automotor. “En la adversidad, en el dolor de saber de compañeros que les faltaba el sustento. En el dolor que generó recibir a compañeros aquí en el gremio, jefes de hogar que se ponían a llorar por la situación, nosotros no claudicamos.” dice. Y agrega: “Y bueno, el corazón se llenó de callos pero seguimos más fuertes, luchando por el objetivo que nos habíamos planteado y que aún no hemos alcanzado, porque todavía no terminamos de cobrar, pero que indudablemente hemos logrado una mejoría muy importante”.

Al hartazgo y la bronca que generaba el conflicto político se le sumó el hecho de que, ante la falta del pago de sus salarios, los colectiveros y colectiveras debieran buscar otras formas de solventar los gastos mensuales. Esto es, obtener dinero para darle de comer a sus familias. “Tengo varios allegados que estuvieron haciendo delivery con sus motos o con sus bicicletas. Algunas compañeras que han trabajado en taxis. Familias que han hecho empanadas o fideos caseros”, confiesa Sergio. Y ahí estuvo de nuevo el cooperativismo, la colaboración y el ejercicio de transformar el dolor en lucha: “Se abrió la solidaridad entre todos: yo te compro esto y te ayudo, o difundo la actividad que hace cada familia más necesitada para que le puedan dar una mano”.

A Sergio Copello se lo escucha emocionado en la conversación con El Eslabón. Lo que lo entusiasma no es, en absoluto, el estar dando una entrevista periodística. El secretario general de la UTA ha tenido mucho de eso este último tiempo. Es su recorrido y la afición a su cargo lo que hace aparecer ciertos afectos: “Yo hace mucho tiempo que estoy acá. Entré muy joven a la actividad y fui delegado muy joven también. Y siempre trabajé, porque esto siempre fue mi vocación. Lamento a veces el momento que el destino me marcó: en medio de una pandemia y con todo esto, haber trabajado tanto tiempo y ver a compañeros pasar necesidad por la responsabilidad de uno. Porque, si bien podíamos decir que había un sector político y empresarios que no cumplían, el máximo responsable del gremio soy yo, y afronto toda esa responsabilidad”, reconoce. Y explica, mientras se despide de la llamada, que él está ahí, “para que los compañeros y sus familias no pasen este tipo de cosas”. Y corta, y se va. A curar las tristezas y a celebrar los logros colectivos de la misma manera que lo han hecho a lo largo de este año: todos juntos en el mismo bondi, siempre para adelante.

Las otras consecuencias de la pandemia

Desde el Observatorio Social del Transporte se realizaron una serie de investigaciones con el objetivo de calcular el impacto del coronavirus en la movilidad de los rosarinos. En ese sentido, el informe del centro dirigido por el concejal Eduardo Toniolli, da cuenta de la gran cantidad de usuarios que desistieron del uso del transporte público y eligieron movilizarse a pie: según los datos, el 40,9 por ciento de los encuestados se movilizaban en bondi antes de la pandemia, mientras que, desde que el Covid se plantó en la ciudad, solo el 3,8 por ciento elige esa vía.

Del total de encuestados, quienes respondieron haber usado el transporte durante la pandemia fueron consultados respecto al nivel de satisfacción en distintos aspectos. En ese sentido, el foco del disgusto volvió a caer en lo mismo: el tiempo de espera de las unidades.

Además, se consultó sobre el cumplimiento de la norma que establece que sólo viajen pasajeros sentados para mantener el distanciamiento social. El 57,7 por ciento de los encuestados respondió que la regla no fue acatada.

Como consecuencia –y luego de un exhausto análisis numérico de los costos de Transporte Urbano de Pasajeros–, el concejal peronista planteó que “debería evaluarse la posibilidad de aumentar la cantidad de servicios cuando se vayan rehabilitando diversas actividades económicas, para evitar la congestión de pasajeros, pero también para reducir los tiempos de espera, que terminan empujando a los usuarios a buscar otras alternativas de movilidad”. Y sumó: “Los costos extras de mejorar las frecuencias serían mínimas, en la medida en que los costos fijos del sistema se siguen erogando, y además de permitir el cumplimiento de las medidas sanitarias, sería una apuesta para retener usuarios para el futuro de nuestro transporte público”.

La información completa puede encontrarse en este link.

 

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