La banda creada en la Escuela Municipal de Artes Urbanas que nació de las partituras originales de un circo, presenta su primer álbum. Esteban Sesso cuenta la historia detrás del proyecto.

“Yo siempre digo, un director de orquesta es full time, no es: las horas que tengo que trabajar, es todo el día todos los días”, expresa el pianista y docente Esteban Sesso, a El Eslabón. Es el mentor de Familia Sarrasani, la agrupación que se originó en la Escuela Municipal de Artes Urbanas de Rosario (Emau) y tiene en su germen de creación las partituras heredadas del abuelo de Esteban, el uruguayo César Sesso, compositor de marchas y cancionero del majestuoso circo alemán El Sarrasani, que llegó a dar funciones para 5 mil personas en Dresde, su ciudad natal, y que visitó la Argentina en la década del 40, recibiendo el apoyo expreso de Eva Perón nombrandolo Circo Nacional Argentino.

Integrante del grupo de rock Abrepuertas en la Rosario de los años 90, y recordado por una dupla mágica que conformó con Salvador Trapani a lo largo de 14 años, Esteban Sesso, quien además de su disco solista Excesso (Editorial Municipal -2006), es autor de composiciones para teatro y títeres, comenzó tiempo después a darle forma a su aventurada orquesta en el año 2009, luego de recibir la propuesta, tras dirigir la banda infanto juvenil en Villa Hortensia y Distrito Sur.

“Al principio éramos el bajista y yo (en referencia a Fernando Carazo, otro ex Abrepuertas). Después comenzaron a sumarse, uno, dos, tres, cuatro más…y bueno, se empezó a llenar”, cuenta Sesso, que también destaca la participación en la orquesta de su hija Lara y sus amigas atando cabos con su árbol familiar.

La orquesta Sarrasani llegó a tener unos 30 integrantes entre trompetas, trombones, flautas, saxos violines, bajo y percusión, verdaderamente lo que se dice “una banda”, una multitud de intérpretes que quedó registrada en el videoclip Dance of despleasure, filmado en 2014 en la casa de Esteban en el Pasaje Simeoni, a metros del bar Berlín, donde el director se presentó durante ocho años ininterrumpidos junto a Salvador Trapani con su excéntrico espectáculo Desconcierto Grosso.

“En este momento no sé cuántos somos, seremos unos diez, porque no nos vimos más, yo no me junto pero los chicos (por la pandemia), se juntan de a tres o cuatro”, relata.

La agrupación se plantó en varios escenarios a lo largo de los años. Sesso recuerda viajes a Santa Fe y Buenos Aires y presentaciones con un público bailador y poguero. “¡Una noche vendimos 700 entradas!”, exclama.

Las y los músicos de la Sarrasani se apropiaron de la agrupación y suelen hacer sus mini-giras. “Los chicos se hacen muy amigos son como hermanos, por eso también la llamamos Familia Sarrasani”, destaca el músico.

En uno de esos viajes en 2017, fueron invitados por la Televisión Pública a grabar en una roca gigante que hacía de escenario, en La Quebrada de las Conchas, en Salta.

“Yo no estaba, fue el día que estaban con cara de culo porque había ganado Macri y había muchos que no querían participar; una de las críticas de la gente en el video es que tendrían que haber puesto cara de alegría”, cuenta con ironía.

La deuda interna

El flamante primer álbum de la Familia Sarrasani llega después de casi diez años cuando, según el director, la orquesta se constituyó sólidamente.

El próximo viernes 16 de abril estará disponible en YouTube y Spotify. La agrupación repogramó un recital que iba brindar en vivo con invitados en el marco de la presentación de su producción discográfica, aunque el contexto de la segunda ola de coronavirus demorará esa intervención presencial en público. (en este sentido habrá que estar atentos a sus redes).

“El material fue grabado en el estudio de Carlos Altolaguirre y la mezcla estuvo a cargo del Negro Ojeda y Guillermo Palena. No fue fácil, empezamos a grabar hace 5 años y el resto, cuatro años después. Hay muchos integrantes que tocaron, se fueron a vivir a otro lado, entraron y salieron, hicimos lo pudimos, teníamos una deuda con nosotros”, asegura el que lleva la batuta.

Hicieron una grabación general y tomas por familia de instrumentos, vientos; trompetas, saxos, violines, bajo y batería.

Con las partituras originales grabaron Marcha Sarrasani y La Muchacha de aquel circo, compuestas por César Sesso e imprimieron versiones de un tema hindú: Urvashi Urvashi y uno de Nino Rota, Saragina Rumba, sumados a la versión de Dance of Displeasure, Russian Dance, Delicatessen y Santa Rosa.

La familia Soñada

El bisabuelo de Esteban se llamaba Cesare Sesso, era italiano y fue director musical los primeros años del Circo Sarrasani, la emblemática compañía que nació en la ciudad de Dresde, Alemania, a principios del siglo XX.

Sarrasani fue el nombre que soñó una noche el fundador del circo, Hans Stosch-Sarrasani (alias Senior). La compañía llegó a realizar funciones en un domo inmenso para miles de personas.
César, el hijo del aquel primer director, nació en Uruguay en una de las giras del circo por Latinoamérica agarró la batuta de la música y tiempo después, compuso la marcha del circo y otras piezas que ambientaban el fabuloso universo Sarrasani, como las entradas para cada número, caballos, trapecistas y payasos.

“En los años 30 mi abuela y mi abuelo se radicaron en Buenos Aires junto a mi papá y mi mamá. Con mi hermana vivimos allá donde hoy es la Universidad de las Abuelas de Plaza de Mayo, en la calle Hipólito Irigoyen”, relata Esteban.

“Recuerdo que siempre nos visitaba Trude Sarrasani, que era la nuera del fundador del Circo, quien quedó a cargo de la compañía hasta el final, junto a su compañero, Gábor Némedy”, agrega.

En el final de la segunda guerra mundial, Dresde fue bombardeada por los aliados dejando en ruina a toda la ciudad y destruyendo por completo el complejo del circo, en otro de los hechos atroces de la humanidad del siglo XX.
En 1948 el Circo Sarrasani es declarado en nuestro país como Circo Nacional Argentino.

Trude Sarrasani declaró en un documental sobre el fenómeno del circo: Vinieron a la función Evita y Perón, me felicitaron, y Eva me dijo, puede quedarse tanto tiempo como quiera, el país es suyo y me sentí orgullosa.

Trude se radicó en la Argentina hasta su muerte.

Esteban Sesso la recuerda para el final de la nota: “Cuando éramos chiquitos con mi hermana íbamos al campo de Trude y Némedy, que estaba en Quilino, al norte de Córdoba. Tenía un montón de caballos, ella era domadora y nosotros pasábamos el verano allá y veíamos todo ese mundo y nos subiamos a los caballos a galopar”.

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