“Miré el cielo, después las terrazas abandonadas. Sentí el fin de algo, y no podía entender cómo después de haber andado tanto uno puede estar así, sentirse así, otra vez”, se dice, a sí mismo, el protagonista de Animales, uno de los 12 cuentos reunidos en Algo imposible en las cosas, del escritor Damián Pulizzi (Rosario, 1982). Hablamos de la obra que resultó finalista en la convocatoria 2019 del sello local Baltasara Editora y que será presentada de manera presencial en cuanto las condiciones sanitarias lo permitan. Sin embargo, ya está disponible en las librerías locales y en algunas otras ciudades de la región.
Con el realismo sucio y minimalista gravitando el contenido y la forma de estos 12 relatos, Pulizzi construye la intimidad de los dramas de hombres y mujeres que, por pequeños e individuales, no son menos complejos. La apuesta de una escritura sin atributos, que prescinde de la acción en mayúsculas que hace progresar una historia (si hablamos de la estructura clásica del cuento), es poner, como en este caso logra Pulizzi, la mirada sensible en los movimientos sutiles, minuciosamente detallados, de los personajes que habitan estos cuentos. Dejar ir silenciosamente a la chica amada con otro, no responder a un llamado, cortar una chapa, comprar pomelos, mirar el hueco de un ascensor, expresan una sola acción entre líneas: el desmoronamiento interno que se produce en estos personajes mientras el contexto permanece inalterable.
Las voces narrativas que crea el autor rosarino, en su mayoría en primera persona y afortunadamente suspendiendo todo juicio moral (algo difícil de eludir por estos días en las literaturas), dan cuenta de una realidad subjetiva de los personajes en un estado pendular que, por inercia o por temor, ante los compromisos infernales (de esto habla la psicoanalista y filósofa Anne Dufourmantelle) que asumen con sus propios destinos (o sus neurosis, que parecen la misma cosa), apenas atinan a modular un gesto de impotencia, languidez o frustración.
Como un típico ser en la ruta del tentempié, aunque sin los niveles de serotonina a los que hace referencia la canción de García. De allí el título del libro, específicamente del primer cuento en el que el narrador confiesa: “Hay algo imposible en las cosas que amo”.
Lo que todas estas historias mínimas nos sugieren, en palabras de Roland Barthes, es que lo peor ya ha tenido lugar. También, como señala Mariana Travacio en la contratapa, en ellas quedan todos los desgarros a la vista. Y sin embargo, estos cuentos se recortan en el transcurrir de una vida común, y el final siempre es abierto, no concluyente. El devenir de estos personajes continúa más allá del papel, y ya corren por cuenta de los lectores.
Los 12 cuentos de Algo imposible en las cosas fueron escritos entre 2012 y 2019, y como señaló el autor, “ tienen mucho trabajo de reescritura, muchas versiones de cada uno”. En el medio, Pulizzi asistió al taller que el escritor Pablo Ramos dictó hace algunos años entre Rosario y Buenos Aires. Esa experiencia marcó un antes y un después en su escritura: “Lo primero que aprendí fue a diferenciar, quizá intuitivamente, la literatura que tiene alma de la que no. Las cosas que tienen alma de las que no. Charly tiene alma, Maradona tiene alma, la música del Pity Álvarez tiene alma… la literatura de Ramos tiene alma”.
Algo imposible en las cosas, es su primer libro de cuentos, y para acercarnos a ellos, Pulizzi, apuntó: “Me gusta la definición que Skármeta hace del cuento, dice que es la presentación directa de un momento de humanidad. ¿Y qué es un momento de humanidad para mí?, el momento en el que un personaje se acerca con mayor vehemencia a la fragilidad o a la dignidad de estar vivo”.
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