Yo no sé, no. Pedro se acuerda de aquellas lluvias de aquellos otoños en que las hojas amarronadas de los plátanos parecían embarcaciones queriendo llegar apresuradas a la mar o a algún puerto, en ese río caudaloso que se formaba pegadito al cordón de la vereda, que en su profundidad yacía el empedrado y que su destino final era la bocacalle a cien metros .
Él no sabía escribir río, pero sí dibujarlo. Y por haber pispeado un libro de su hermana, sabía que el Paraná era un río inmenso. Ese juego imaginario duraba poco, pues esos otoños eran fríos y la madre lo mandaba adentro. El médico decía que la fría humedad no era buena para las vías respiratorias. Un año después, con cierta dificultad, leía en el diario que el Paraná era la vía navegable más importante que teníamos. Los diarios de la época también decían que en Colombia, Marulanda Vélez (Tirofijo) creaba las FARC. En Broadway (Nueva York) se estrenaba After the Fall (Después de la caída), de Arthur Miller, que trataba de su vida con la Marilyn, y acá la CGT preparaba un plan de lucha.
Malcolm X pronunciaba el discurso llamado «Los votos o las balas». Mandela, ante el tribunal, pronunciaba un discurso en el que finalizaba diciendo: “Estoy dispuesto a morir”. En Argentina el campeón era Boca y el goleador en el clásico rosarino, en el que el Canalla hizo 4, era José Malleo, con dos tantos.
Pasaron los años y en el nuevo barrio, a las vías respiratorias y las vías navegables, se le sumaban las vías del tren en las que siempre aparecía un mundo por descubrir, por conquistar. Y en los días después de cada lluvia, las vías navegables se llenaban con barcos de papel de diarios con noticias de ayer que decían que mañana pararía la lluvia y que saldría el sol.
El otoño y el invierno del 73 fueron bastante fríos, y sin embargo nuestras vías respiratorias no se vieron percudidas. Sería porque ya por otras vías navegaban nuestros sueños de cambiar el mundo y nos inmunizaban, quizás.
En estos días, en los que vuelve a ponerse sobre la mesa el futuro de nuestra más importante vía navegable, que es el Paraná, en estos días en los que están en peligro nuestras vías respiratorias y que es perentorio recuperar el tren y sus vías, sólo nos queda que vuelvan a navegar por nuestras venas aquellos sueños, que por todas las vías se vuelvan a contagiar las mayorías de una conciencia social para defender y recuperar lo nuestro, lo de todos: la vida, la salud, la educación, nuestros recursos naturales.
Pedro, con su optimismo de siempre, me dice mirando esas nubes que pasan apresuradas: “Cuando derrotemos al bicho, muchos se sumaran a esa epopeya, la de navegar cargados de Patria, recuperando puertos”.
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