El desagravio, proyecto escultórico del movimiento Cultural Vallese, levanta sobre el Paraná un puente de pobladores de hierro, en Paso de la Patria.
“La modalidad de la construcción llamada ensamblaje o assemblage –explica Luis de la Vallese–, es un proceso artístico en el cual se consigue la tridimensionalidad colocando diferentes objetos-no-artísticos muy próximos y articulados unos a otros”. Con esa técnica, un memorioso agite toma cuerpo de desagravio a la guerra que arrasó entre 1965 a 1870 a pueblos hermanos, en lo que debía ser “La tierra sin mal”.
Eso de articular unos con otros, sería como juntar diversas energías y compromisos para ganar fuerza y desolvidos. Avanzan soldadores que suman fierros, historiadores que suman relatos, pobladores que ponen la huella territorial, documentalistas que le pondrán registros y algunos políticos que le ponen voluntad. El desafío es redescubrir esa masacre en la que sobrevivieron 300 mil habitantes del 1.300.000 que vivían sobre la tierra guaraní, como indica en Breve historia del Paraguay, el historiador Efraín Cardozo.
Allá, a orillas del Paraná, y 35 kilómetros al norte de la capital correntina, Paso de la Patria fue escenario de una guerra inventada para disciplinar con la muerte.
En 2020, a 150 años y con el impulso de la Vallese y del municipio de Paso de la Patria, se buscó conmemorar esa matanza, conocida como Guerra de la Triple Infamia, en la que Brasil, Uruguay y Argentina, más intereses británicos, aniquilaron un proyecto autónomo.
El conjunto escultórico unirá, mediante el Paraná e imágenes de aquellos pobladores, el relato y la verdad histórica. Remarca Luis que trece estatuas, de unos tres metros, no se diseñan con fines estéticos, sino que “buscan expresar un mensaje o emoción”. El concepto de la obra de la muchachada de la Vallese “se verá reflejado en la postura de los hombres y mujeres representados por esculturas que se encontrarán en posición de descanso o de diálogo. Opuestas a la que imaginamos debe ser la previa de una invasión bélica, como sucedió en el sitio del emplazamiento. Sostenemos la propuesta de arte público conceptual que ideológicamente masifica socialmente el conocimiento y la visibilidad de la acción para lograr la apropiación popular de la obra”.
Es que “el sentido de la obra, a solicitud del municipio de Paso de la Patria, es el de la hermandad entre los Pueblos, el sentir de la Patria Grande. La imagen lograda es figurativa y los vacíos son completados mentalmente al interactuar el espectador con la obra”. Además, algunos aspectos de la obra se resolverán al trabajar sobre el terreno y escuchando a los vecinos, para ver qué modificaciones hacer”.
El proyecto será emplazado en el sitio histórico El Médano, en el centro de Paso de la Patria, a 14 cuadras de la costa. De ahí, el recorrido de la memoria cruzará el río hasta la localidad paraguaya de Paso Patria, a un kilómetro, donde culminaría el complejo escultural. La obra fue acordada para 2020, para conmemorar los 150 años de la matanza, pero se debió suspender ante la pandemia.
Recuperando chatarra
Como es estilo y compromiso del equipo de escultores, Luis resalta que el material surge de acopiar elementos de descarte (chatarra de hierro) de obras y depósitos municipales, sumados al material de descarte que aporta la población previa campaña de donación, como parte del conocimiento sobre el mensaje de hermandad entre los pueblos”.
En ese marco, la Dirección de Vías Navegables de Corrientes también aportará chatarra, como grúas o guinchos para trasladar las esculturas construidas al emplazamiento y camiones y cuadrillas de trabajadores para la recolección de hierro. También se realizará un documental audiovisual del grupo Cine Payé (responsables de Buscando al comandante Andresito), para registrar el proceso de la obra.
La infamia del relato
La historia oficial se inventó para justificar un proyecto de país agroexportador y dependiente. El relato fue maquillado como conflicto patrio contra un dictador asesino, enemigo de la civilización: el presidente paraguayo Francisco Solano López.
Luego, el revisionismo destapó la influencia británica. En ese marco, José María Rosa, Abelardo Ramos, León Pomer y Milcíades Peña, entre otros, investigaron y denunciaron el accionar brutal del mitrismo, los orientales colorados y el imperialismo de Brasil.
Se impuso el relato que sostenía que Argentina estaba obligada a intervenir en el conflicto para lavar su honor nacional, lesionado por la sorpresiva invasión paraguaya. El maestro del terror, Domingo Facundo «Sangriento», afirma: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios y esclavos que obran por instinto o falta de razón. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”, (Carta a Mitre, 1872).
Para el resto del país, la guerra fue muy impopular. Se percibía enemigos a los porteños y brasileños, no los paraguayos y su federalismo. Contra el mitrismo combatieron los caudillos, como Felipe Varela.
En su Historia del pueblo argentino, Micíades Peña sostiene que “las necesidades de expansión territorial de la política exterior brasileña y de la política interior de la oligarquía porteña, contando con la complicidad usuraria de la banca y el comercio de Inglaterra, se pusieron de acuerdo en arrasar la independencia, la tierra y la población de Paraguay”.
El mismo Mitre admite en Arengas (1889): “En la guerra del Paraguay han triunfado no sólo Argentina, sino también los grandes principios del libre cambio. Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado”.
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