Yo no sé, no. Pedro recuerda aquella noche que le costó dormir un poco porque le dolían los dedos de la mano. Esa tarde, ayudando en la verdulería, el cargar esos bolsos de mandados le dejó los dedos marcados por fuera, y un dolor mezclado con un calambre que iba y venía. Al otro día, con los pibes, irían al zoológico y en los juegos competirían a ver quién resistía más colgado con una mano del caño de esa escalera horizontal, que era sostenida por unos fierros. También compartirían quién subía y bajaba más veces la montañita sin correr, porque estaba prohibido. Sería un juego de resistencia. Esa noche, mientras esperaba que el sueño lo venciera, repasaba con su mente el recorrido que le esperaba y no pudo evitar preguntarse: cómo hará el oso para resistir y no morir de angustia en un despertar después de una libertad soñada. Cómo resistiría toda la monada, cómo resistiría la selva con sus criaturas encerradas. En un instante sintió un alivio al ver al Bachicha, su gato, que resistía la soledad de la noche con una cacería de rama en rama. 

Los diarios decían que la resistencia a la presencia de Norteamérica en Vietnam, era cada vez más. Que en el país había una resistencia política organizada, aunque no decían por quién, y que ñuls y Central resistían en la mitad de tabla. Siete años después, se preguntaría cómo habrá hecho su corazón para resistir el primer ¡no!. Cómo habrán resistido los dedos del Tamba cuando unos de los Díaz, entrando al área, lo fusiló de un uñazo. Los precarios nidos de las torcazas eran los que más resistían a esos vientos atormentados. Si bien había laburo, llegar a fin de mes comenzaba con la resistencia al costo del morfi que comenzaba, a su vez, con la bolsa de los mandados. Mientras tanto, el elástico de la cama resistía con nobleza algunas visitas deseadas. Las almohadas seguían resistiendo la angustia de recordar amores lejanos y nuestros brazos se ponían a prueba resistiendo ese Saladillo, arroyo de aguas y correntadas embrujado. 

Pedro, ahora, me dice que cuando recuerda aquellas compañeras y compañeros jugándose el pellejo por hacer realidad aquellos sueños que venían desde el principio, el de tener Patria resistiendo a todo coloniaje, en esos momentos de ausencias, de reconocimiento, el optimista, como siempre, se apodera de él. ¿Y sabés qué?, me dice, hace una pausa, y agrega: Hay que resistir el olvido, resistir en este presente y prepararnos a futuras formas de resistir porque de eso, estará formado el camino a la victoria.

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