Esta semana nos desayunamos con la noticia de que se está convocando a “aplicadores” y a “perfiles técnicos” para la implementación de la Pruebas Piloto Pisa 2022. Pruebas que, a manera de ensayo de lo que será en el año próximo, tendrán lugar -parece que indefectiblemente-, entre agosto y septiembre de este 2021.
Todo indica que vamos a seguir inmersos sin más remedio en estas Pruebas Pisa que impone la organización mundial dedicada al comercio y la economía de los países “más ricos” (OCDE). Acaso, ¿no fueron suficientes las críticas de la docencia, los rechazos de los sindicatos docentes, ni las proclamas de las y los pedagogos y especialistas críticos en educación, para dar por tierra definitivamente con esta estandarización inútil de la evaluación?
Durante el gobierno macrista iba de suyo que salirse de las Pisa era mucho más disparatado que pedirle peras al olmo, obviamente. Pero, ahora, ¿qué pasa? ¿por qué no salirse? Porque si hay algo que demostró la pandemia, entre otras tremendas cosas, es que la desigualdad es más profunda de lo que pensábamos. Y la desigualdad educativa entre ellas. Entonces, cómo se puede seguir pensando que un instrumento idéntico y homogéneo puede dar cuenta de una situación tan, pero tan desigual y heterogénea. ¿Alguien puede explicar qué sentido tiene? Mejor dicho, alguien debería explicar qué sentido tiene.
Los encargados/as de “poner a prueba la prueba” declaran, a modo de “confesión de parte”, que: “Por primera vez en nuestro país, la prueba será en computadora. El piloto constituye una instancia preliminar fundamental que permitirá poner a prueba el dispositivo de aplicación y proporcionará información valiosa para adaptar los instrumentos de medición que serán finalmente utilizados en la prueba Pisa 2022” (convocatoria oficial).
Parece una locura que, ahora, cuando la pandemia demostró que no todos han tenido igualdad de posibilidades para disponer de computadoras y conectividad, justamente ahora, se trate de evaluar la desigualdad, con más desigualdad.
Es la más palmaria demostración de la total analogía que existe entre la fatal aceptación de las desigualdades sociales que propone el sistema de dominación capitalista y la fatal aceptación de las desigualdades educativas que existen entre las y los estudiantes de las familias que tienen o que no tienen los medios suficientes para aprender: “Hay desigualdad, y es natural que la haya”, reza el proverbio capitalista. O, traducido al lunfardo: “Pobres hubo siempre”.
Frente a la desigualdad y la injusticia es momento de reafirmar nuestro histórico rechazo a las Pruebas Pisa, ya que consideramos que las mismas son de total inutilidad al momento de construir un sistema nacional de evaluación integral y formativo; y porque además contribuyen al modelo global de mercantilización y privatización de los sistemas educativos mundiales, ya que estas pruebas se montan sobre la imposición antidemocrática y la exclusión de la docencia en los procesos de evaluación.
Procesos de evaluación que son necesarios, pero luego de atender y resolver los principales problemas que tienen que ver con las desigualdades y la falta de condiciones adecuadas para sostener los procesos de enseñanza y aprendizaje. Después de eso, evaluemos todo lo que quieran; siempre y cuando consulten a la docencia y no a los organismos de financiamiento mundial.
*Secretario de Educación de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). Artículo publicado este domingo 4 de julio en el Espacio de debate político pedagógico de CTERA, bajo el título “Pruebas Pisa…en piloto automático”.
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