El sábado 9 de octubre, a las 10, se presentará en el Almacén de las Tres Ecologías, de Presidente Roca y el río, el libro Fin de análisis. Autorización del analista, editado por Letra Viva, del que participan trece autores de Argentina y Uruguay. En diálogo con este semanario, Sabatino Cacho Palma, uno de los autores y organizador de la presentación en Rosario, brinda detalles de la publicación.

—Ante la inminente presentación del libro en Rosario, nos gustaría que nos cuentes cómo se gestó el libro.

—En el marco de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano, fundado en 1998, armamos un Grupo de Trabajo “Formación, Autorización, Transmisión” a comienzos del 2018, al que se fueron sumando analistas de distintas escuelas e instituciones, y también de distintas geografías. La primera idea fue poder discutir y trabajar sobre el modo en que cada institución en particular propone el difícil y controvertido hecho de la autorización de un analista, teniendo en cuenta que dicha autorización no se espera, ni se demanda, ni se recibe de ningún medio ajeno al psicoanálisis mismo. 

Un año después, este grupo realizó una Jornada de Trabajo organizada por Lazos Institución Psicoanalítica, el 14 de diciembre de 2019, en la ciudad de La Plata. El tema elegido fue: “Fin de análisis- Autorización del analista- Pase- Designaciones- Nominaciones”. 

De este encuentro surgieron los textos que son la base material de este libro, donde los 13 autores-analistas dan cuenta de su propuesta, argumentan, sostienen una posición y relevan conceptos cruciales del psicoanálisis. 

—El título parece aludir antes que al fin de cualquier análisis, al fin de análisis de aquel que deviene en analista. ¿Cuál es el sentido de ese pasaje, o pase, como suele llamarse?

—Es muy pertinente la pregunta, ya que gracias al trabajo de crítica y de autocrítica que nos dimos, pudimos revisar la cuestión central del fin de análisis. Para quien emprende un psicoanálisis, el fin de ese análisis debe estar siempre en el horizonte. Esa es una de las diferencias rotundas entre las psicoterapias y el psicoanálisis, ya que éste último concluye, debe arribar a un final.

Lacan derribó la cuestión imaginaria del análisis didáctico, para poner en forma las coordenadas de una cura, a partir de la cual el psicoanálisis podrá devenir didáctico, es decir, producir un analista. De hecho, un analista se hace en un diván. 

—En un mail enviado por Haeresis, institución de la que participás, se dice: “Esto implicó mantenernos en la letra de la Proposición del 9 de octubre y sostener la enunciación de Lacan «El analista se autoriza de él mismo, y de algunos otros»”. ¿Podrás desarrollar esa idea, referida a una autorización que se origina en el propio analista?

—Hay un texto fundante para nosotros, la Proposición del 9 de octubre de 1967, de Lacan, en el que interroga el hecho de la nominación y de la autorización del analista. De dicha proposición se desprende el conocido aforismo “El psicoanalista se autoriza de él mismo y de algunos otros”. Decididos a tomar ese compromiso y ese camino de posicionarnos en el lugar del analizante, pudimos sostener ese “algunos otros” estructural, en un tiempo en el que nuestros maestros Freud y Lacan ya no están con nosotros. Así logramos hacer pasar la transferencia y la deuda simbólica con nuestros maestros a una afortunada transferencia de trabajo, en virtud de un tema que nos apasiona y nos interpela. Por ello, no es casual la fecha elegida para esta presentación, el día en que se cumplen cincuenta y cuatro años de aquel texto fundante.

—El libro es producto de un trabajo realizado por analistas pertenecientes a distintas instituciones psicoanalíticas del país e incluso de Montevideo. ¿A qué se debe esa trama de debates y escrituras que enlaza instituciones y analistas de localizaciones diversas?

—Esto se debe fundamentalmente a que es una preocupación que inquieta, e interesa, en cada institución de analistas. Este trabajo logró enlazarnos de la buena manera, en tanto pudimos escucharnos y aceptar nuestras diferencias y llegar a puntos de “impasse”, sin tratar de doblegar ni convencer al compañero. También es rigurosamente cierto, que a medida que íbamos avanzando en nuestro diálogo-debate, empezamos a advertir que estábamos escribiendo una trama y que esa diversidad implicaba un riquísimo entramado conceptual y experiencial, que encontramos digno de ofrecer al resto de los analistas y de la comunidad. 

—El libro congrega textos de psicoanalistas pertenecientes a comunidades que hablan en castellano. ¿Ello determina algún tipo de marca teórica y práctica respecto del trabajo que desarrollan? ¿Es lícito hablar de un psicoanálisis en lengua española (o alemana, inglesa o francesa, por mentar las lenguas donde el psicoanálisis históricamente se ha practicado de un modo relevante)? 

—Nosotros somos fundamentalmente lectores de Freud y de Lacan (también afortunadamente somos lectores, en un campo bastante amplio, de la literatura, la poética y las llamadas ciencias sociales). Para nosotros, decirse psicoanalista es seguir a Freud y a Lacan a la letra, o en su letra. Hubo un tiempo en que recibíamos los textos que venían desde el alemán, el inglés y el francés en traducciones no del todo acertadas y muchas veces poco rigurosas. A partir de allí, no dejamos de traducir nosotros, preocupándonos por establecer diferencias entre las distintas versiones, y sabiendo que, en el límite, la traducción absoluta no es posible.

Lo cierto es que el psicoanálisis crece y prolifera aquí muy lejos del eurocentrismo, que encuentra en nuestro “coño sur” propuestas que lo hacen avanzar, y que incluso le permiten cuestionar las texturas y las redes de la época que nos toca vivir.

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